José Antonio Crespo
No hacía falta que Elba Esther Gordillo reconociera que hubo un pacto electoral con Felipe Calderón en 2006. Lo sabíamos desde antes. Era una inferencia simple; bastaba con ver todo el poder y el presupuesto que este gobierno concedió a la maestra. También era fácil suponer que en los mensajes del Panal de “uno de tres” se estaba invitando a los maestros a brindar su voto presidencial a Felipe Calderón. Ricardo Raphael, en su libro, Los socios de Elba Esther, revela que la noche anterior a la elección de 2006, con las encuestas ligeramente en contra de Calderón, Elba le ofreció a Juan Camilo Mouriño 500 mil votos que podrían ser decisivos en el resultado (Calderón ganó oficialmente por 234 mil votos). Al restar los votos para diputados que obtuvo el Panal de los que recibió su candidato presidencial, Roberto Campa, queda como saldo un millón 400 mil. Se ha supuesto en automático que fueron a dar a las arcas de Calderón, que después los pagó con creces a Gordillo. Eso, y el tradicional entrenamiento del magisterio como aparato electoral más que como órgano de educación eficaz, ha creado la idea de que ese sindicato y su líderesa “moral”, la maestra Gordillo, tienen el poder de inclinar elecciones, al menos cuando éstas son cerradas.
Sin embargo, Javier Aparicio, colega del CIDE, escudriñó en los datos a nivel distrito y casilla para detectar la relación entre una mayor votación del Panal en diputados y el incremento de votos para Calderón (La directiva Elba y el 2006,13/jul/11). Encontró que si bien hay una relación positiva entre esas dos variables, la hay también con la votación de Andrés Manuel López Obrador. Una encuesta de salida ya había señalado ese fenómeno; sólo 22% de quienes votaron por el Panal para diputados lo hizo también por Calderón para presidente, en tanto que un 27 % dirigió su voto a López Obrador (Ipsos Bimsa, 2006), de lo cual se infiere que, o bien la línea corporativa lanzada desde la dirigencia del partido no fue obedecida por sus militantes y simpatizantes, o lo fue sólo en una medida no determinante (pues los votos así obtenidos por Calderón y López Obrador se neutralizan mutuamente). Y de ser así, el poder electoral de Elba Esther sería más mítico que real. Es decir, su respaldo electoral vale poco, aunque cueste mucho.
Calderón, creyendo a pie juntillas que la maestra lo hizo ganar, parece haber sido “chamaqueado” (lo que no extraña en el caso de los panistas), pagando un precio elevadísimo por una quimérica ayuda. Antes de brindar los elevados pagos institucionales a Elba, su equipo debió hacer el ejercicio hoy realizado por Aparicio, para evaluar qué tan eficaz había resultado el respaldo de Elba a través del Panal. Y al encontrar que no lo fue, pues pudo muy bien haberle dado las gracias por el intento, y a otra cosa. Sin embargo, el respaldo de Elba a Calderón no se limitó a pedir a los militantes del Panal su voto por Calderón, sino que también operó para convencer a algunos gobernadores del PRI a “votar azul” en lugar de hacerlo por Roberto Madrazo, ya caído en tercer lugar, y menos por López Obrador. Testimonio de ello lo tenemos por una grabación telefónica entre Elba y el gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández, sugiriendo inclinarse por el panista. Evidentemente no se le pedía su voto personal, cuyo valor es cercano a cero (como el de todos nosotros), sino el voto corporativo bajo su control. En otra grabación del día siguiente oímos al secretario de Comunicaciones, Pedro Cerisola, agradeciendo a Hernández su respaldo, sorprendido de la magnitud de su voto corporativo: “Creo que te sobregiraste”, le dijo entusiasmado. Manuel Espino afirmó también haber hablado con algunos gobernadores priístas del norte, ofreciendo indirectamente impunidad por su respaldo electoral.
Podemos pensar que sin el apoyo de los gobernadores priístas Calderón no habría ganado, y por tanto el mérito de su triunfo habría que distribuirse entre Espino (expulsado del PAN de fea manera) y Elba Esther (tratada como reina de la primavera por este gobierno). Sin embargo, tampoco resulta sencillo calcular el voto corporativo del PRI en cada entidad. En Tamaulipas, por ejemplo, el PRI registra 428 mil votos para diputados y 314 mil para presidente, 114 mil menos. Calderón captó 56 mil votos más que su partido. Pero López Obrador, en la misma entidad, obtuvo 75 mil votos más que la coalición de izquierda en la pista de diputados. Queda claro que no todos los votos del PRI (como los del Panal) fueron directamente a Calderón, sino que muchos otros favorecieron a López Obrador, aun sin acuerdo de por medio.
cres5501@hotmail.com Twitter: @JosjacresInvestigador del CIDE
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