Álvaro Delgado
Laveaga reanuda sesiones del IFAI.
Foto: Eduardo Miranda
Foto: Eduardo Miranda
MÉXICO,
D.F. (apro).- Así como grupos de poder y personajes clave manipularon
el Instituto Federal Electoral (IFE) hasta convertirlo en caricatura,
esos mismos intereses han decidido ahora la destrucción total del
Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI).
El contexto de confrontación interna entre los cinco comisionados facilita el objetivo del gobierno de Enrique Peña de destituir a éstos y sustituirlos por personajes no más capaces en la materia ni independientes ante el poder, sino –como los consejeros del IFE– por embajadores o meros empleados, aunque con disfraz “ciudadano”.
La oposición de PAN y PRD de evitar una reforma regresiva, no garantiza preservar la institución que debería ser clave en la transparencia de la gestión pública y la rendición de cuentas del Ejecutivo a los ciudadanos sino, al contrario, esa conducta perfila que la nueva integración será por cuotas partidarias, como el IFE.
Este proyecto de desmantelamiento del IFAI se consumará como en el IFE si, como en otras coyunturas, la sociedad y sus organismos no se involucran y dejan que los grupos de poder, incluyendo los partidos políticos y gobiernos, tomen decisiones que conciernen a todos.
Porque, hay que recordarlo, el proceso de desmantelamiento del IFAI no comenzó con Peña y el PRI, sino con Felipe Calderón quien, en 2006 –cuando ni siquiera había sido declarado ganador de las elecciones–, impuso como presidente a Alonso Lujambio, en complicidad con Vicente Fox.
Fue un caso semejante al del IFE, cuyo derrumbe comenzó en 2003, cuando Calderón, Elba Esther Gordillo y Roberto Madrazo se repartieron los nueve consejeros encabezados por Luis Carlos Ugalde, ese gran impostor.
¿Cómo Calderón corrompió al IFAI, creado en 2003 por el impulso ciudadano que forzó a Fox a su creación? Dos protagonistas lo contaron a Proceso: Los comisionados Horacio Aguilar Álvarez de Alba y Juan Pablo Guerrero Amparán, éste último de regreso en el IFAI como secretario general.
Aguilar reveló que él apoyaba a para presidente Guerrero, su amigo, pero Carlos Abascal, secretario de Gobernación, le comunicó que Vicente Fox le pidió apoyar a Lujambio, y luego recibió esa misma “inducción de un cercano colaborador de Felipe Calderón”.
“No sólo me discipliné a uno y a otro, me discipliné a los dos”, me dijo quien se asumía como “solado del PAN” y que por eso acató la instrucción, sabiendo que Guerrero era mejor que Lujambio.
–¿Quién es el “personaje cercano” a Calderón?
–César Nava.
Esa maniobra facciosa tuvo costos para los ciudadanos y dio origen a la involución que está en curso: Naturalmente Lujambio como presidente del IFAI protegió a su protector, Calderón.
Guerrero detalló este comportamiento faccioso en un escrito que entregó a Proceso para incluirlo en la edición especial sobre Lujambio, editado en marzo de 2011, que incluyó una amplia entrevista que tuve con éste en su despacho de secretario de Educación.
Guerrero contó que el 10 de julio de 2006, antes de la votación, planteó a los comisionados –incluido Lujambio– que el contexto político “polarizado y tenso” requería que el presidente del IFAI tuviera un liderazgo independiente y comprometido con la transparencia, el derecho a la información y el fortalecimiento institucional.
Y añadió: “El nuevo comisionado presidente (2006-2008) debe representar la autonomía política frente al nuevo gobierno, y garantizar continuidad y consistencia durante sus dos años de encargo, con capacidad para impulsar la agencia de la transparencia en otros ámbitos.”
No fue así: Lujambio subordinó la institución al gobierno de Calderón, su “amigo manifiesto” y a sus ambiciones políticas.
“Mi reclamo hacia Lujambio nunca fue que tuviera aspiraciones políticas al lado de sus jefes Margarita Zavala y Felipe Calderón, sino que las fomentara desde el IFAI, que era una institución nueva, en construcción, que requería de la mayor credibilidad posible con respecto a su autonomía. Usar al IFAI como una banca de reserva, en espera de ser llamado a jugar en la cancha por su entrenador, dañó a la institución arbitral.
“Dentro del IFAI, Lujambio cuidó a su jefe y su gobierno, así fuera a costa del derecho a la información o de la más elemental decencia: Por ejemplo, fue ponente en casos que lo involucraban directamente a él, como aquél de la lista de invitados a Los Pinos para un cumpleaños de Calderón al que Lujambio había sido convidado. Generalmente, abogaba por las dependencias sin rubor alguno.
“Lo que ocurrió después da vergüenza contarlo afuera: el comisionado presidente de la información en México pasó a formar parte del gabinete del gobierno al que vigilaba. La ley y las reglas fueron pecata minuta si estaba en juego su seguridad o su prestigio: inventó una sesión de órgano de gobierno para justificar un despido y liquidación ilegal de un director general.
“Fue denunciado y exhibido con los dedos en la puerta, pero no pasó nada, el asunto fue archivado. En el IFAI, a Lujambio le faltó humildad para reconocer errores y rectificar; usó a todos los que se dejaron y seguramente olvidó sus nombres.
“Le faltó valentía para enfrentar de frente a sus pares y adversarios; pero solía maltratar a sus subordinados. Le faltó ser tolerante y constructivo ante la crítica, que detestaba. Le faltó tener consideración al solicitante de información y conectarse con la gente común y corriente, con la sociedad civil y sus organizaciones, a las que menospreció y marginó.
“A pesar del nombre legal del IFAI de entonces, solía decir: ‘Instituto Federal de Acceso a la Información’, omitiendo la palabra ‘Pública’. Fue un concepto que nunca se le dio.”
Hasta aquí el relato de Guerrero. Y ya se sabe: Lujambio quiso ser candidato presidencial del PAN, pero su “amigo manifiesto” no quiso, y enfermo de cáncer se le hizo senador, con cuya investidura murió.
Calderón, faccioso, siguió destruyendo al IFAI: Propuso como comisionadas a María Elena Pérez Jaen, una publirrelacionista de Elba Esther; a Sigrid Arzt, una espía de Calderón, y a Gerardo Laveaga, un frívolo burócrata con aires de intelectual.
Ahora Peña va por la suya…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx y Twitter: @alvaro_delgado
El contexto de confrontación interna entre los cinco comisionados facilita el objetivo del gobierno de Enrique Peña de destituir a éstos y sustituirlos por personajes no más capaces en la materia ni independientes ante el poder, sino –como los consejeros del IFE– por embajadores o meros empleados, aunque con disfraz “ciudadano”.
La oposición de PAN y PRD de evitar una reforma regresiva, no garantiza preservar la institución que debería ser clave en la transparencia de la gestión pública y la rendición de cuentas del Ejecutivo a los ciudadanos sino, al contrario, esa conducta perfila que la nueva integración será por cuotas partidarias, como el IFE.
Este proyecto de desmantelamiento del IFAI se consumará como en el IFE si, como en otras coyunturas, la sociedad y sus organismos no se involucran y dejan que los grupos de poder, incluyendo los partidos políticos y gobiernos, tomen decisiones que conciernen a todos.
Porque, hay que recordarlo, el proceso de desmantelamiento del IFAI no comenzó con Peña y el PRI, sino con Felipe Calderón quien, en 2006 –cuando ni siquiera había sido declarado ganador de las elecciones–, impuso como presidente a Alonso Lujambio, en complicidad con Vicente Fox.
Fue un caso semejante al del IFE, cuyo derrumbe comenzó en 2003, cuando Calderón, Elba Esther Gordillo y Roberto Madrazo se repartieron los nueve consejeros encabezados por Luis Carlos Ugalde, ese gran impostor.
¿Cómo Calderón corrompió al IFAI, creado en 2003 por el impulso ciudadano que forzó a Fox a su creación? Dos protagonistas lo contaron a Proceso: Los comisionados Horacio Aguilar Álvarez de Alba y Juan Pablo Guerrero Amparán, éste último de regreso en el IFAI como secretario general.
Aguilar reveló que él apoyaba a para presidente Guerrero, su amigo, pero Carlos Abascal, secretario de Gobernación, le comunicó que Vicente Fox le pidió apoyar a Lujambio, y luego recibió esa misma “inducción de un cercano colaborador de Felipe Calderón”.
“No sólo me discipliné a uno y a otro, me discipliné a los dos”, me dijo quien se asumía como “solado del PAN” y que por eso acató la instrucción, sabiendo que Guerrero era mejor que Lujambio.
–¿Quién es el “personaje cercano” a Calderón?
–César Nava.
Esa maniobra facciosa tuvo costos para los ciudadanos y dio origen a la involución que está en curso: Naturalmente Lujambio como presidente del IFAI protegió a su protector, Calderón.
Guerrero detalló este comportamiento faccioso en un escrito que entregó a Proceso para incluirlo en la edición especial sobre Lujambio, editado en marzo de 2011, que incluyó una amplia entrevista que tuve con éste en su despacho de secretario de Educación.
Guerrero contó que el 10 de julio de 2006, antes de la votación, planteó a los comisionados –incluido Lujambio– que el contexto político “polarizado y tenso” requería que el presidente del IFAI tuviera un liderazgo independiente y comprometido con la transparencia, el derecho a la información y el fortalecimiento institucional.
Y añadió: “El nuevo comisionado presidente (2006-2008) debe representar la autonomía política frente al nuevo gobierno, y garantizar continuidad y consistencia durante sus dos años de encargo, con capacidad para impulsar la agencia de la transparencia en otros ámbitos.”
No fue así: Lujambio subordinó la institución al gobierno de Calderón, su “amigo manifiesto” y a sus ambiciones políticas.
“Mi reclamo hacia Lujambio nunca fue que tuviera aspiraciones políticas al lado de sus jefes Margarita Zavala y Felipe Calderón, sino que las fomentara desde el IFAI, que era una institución nueva, en construcción, que requería de la mayor credibilidad posible con respecto a su autonomía. Usar al IFAI como una banca de reserva, en espera de ser llamado a jugar en la cancha por su entrenador, dañó a la institución arbitral.
“Dentro del IFAI, Lujambio cuidó a su jefe y su gobierno, así fuera a costa del derecho a la información o de la más elemental decencia: Por ejemplo, fue ponente en casos que lo involucraban directamente a él, como aquél de la lista de invitados a Los Pinos para un cumpleaños de Calderón al que Lujambio había sido convidado. Generalmente, abogaba por las dependencias sin rubor alguno.
“Lo que ocurrió después da vergüenza contarlo afuera: el comisionado presidente de la información en México pasó a formar parte del gabinete del gobierno al que vigilaba. La ley y las reglas fueron pecata minuta si estaba en juego su seguridad o su prestigio: inventó una sesión de órgano de gobierno para justificar un despido y liquidación ilegal de un director general.
“Fue denunciado y exhibido con los dedos en la puerta, pero no pasó nada, el asunto fue archivado. En el IFAI, a Lujambio le faltó humildad para reconocer errores y rectificar; usó a todos los que se dejaron y seguramente olvidó sus nombres.
“Le faltó valentía para enfrentar de frente a sus pares y adversarios; pero solía maltratar a sus subordinados. Le faltó ser tolerante y constructivo ante la crítica, que detestaba. Le faltó tener consideración al solicitante de información y conectarse con la gente común y corriente, con la sociedad civil y sus organizaciones, a las que menospreció y marginó.
“A pesar del nombre legal del IFAI de entonces, solía decir: ‘Instituto Federal de Acceso a la Información’, omitiendo la palabra ‘Pública’. Fue un concepto que nunca se le dio.”
Hasta aquí el relato de Guerrero. Y ya se sabe: Lujambio quiso ser candidato presidencial del PAN, pero su “amigo manifiesto” no quiso, y enfermo de cáncer se le hizo senador, con cuya investidura murió.
Calderón, faccioso, siguió destruyendo al IFAI: Propuso como comisionadas a María Elena Pérez Jaen, una publirrelacionista de Elba Esther; a Sigrid Arzt, una espía de Calderón, y a Gerardo Laveaga, un frívolo burócrata con aires de intelectual.
Ahora Peña va por la suya…
Comentarios: delgado@proceso.com.mx y Twitter: @alvaro_delgado
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