Editorial La Jornada
El
presidente Enrique Peña Nieto dijo ayer que más de 99 millones de
personas disponen de servicios de salud en el país, de las cuales 55.6
millones se ofrecen por medio del Sistema de Protección Social en Salud
(SPST), conocido como Seguro Popular. La cifra es consistente con las
estimaciones de organismos internacionales, según las cuales México se
encuentra cerca de lograr la cobertura sanitaria universal, pero no
cuadra con los totales de derechohabientes del Instituto Mexicano de
Seguridad Social (IMSS, 69 millones) y del Instituto de Seguridad y
Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Issste, 12 millones
449 mil), según cifras a junio de 2013 del Centro de Estudios de las
Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados.
Si se considera que para afiliarse al Seguro Popular es requisito no
ser derechohabiente de ninguna de las dos instituciones mencionadas, el
número de asegurados en el país sería, según el dato presidencial, de
137 millones de personas, cantidad muy superior a los 99 millones que
según el jefe del Ejecutivo se encuentran en el padrón general de
salud, e incluso a la población total del país, estimada para 2014 en
114.5 millones.
Más allá de la inconsistencia estadística (acaso explicable por un
fenómeno masivo de doble o triple afiliación), cabe recordar que el
rápido crecimiento experimentado por el Seguro Popular desde su
implantación durante el gobierno foxista no sólo habla del éxito en las
campañas de afiliación, sino también del hecho lamentable de que buena
parte de la población se encuentra en el sector informal de la economía.
Debe
tenerse en cuenta, asimismo, que esa institución no cumple en su
integridad con el derecho a la salud, pues en buena parte de los casos
opera como un seguro de gastos médicos, y no necesariamente barato: una
familia con un ingreso situado en el decil 9 (37 mil pesos trimestrales
o más, lo que hace un ingreso por persona de 3 mil pesos, considerando
una familia de cuatro integrantes) debe pagar al seguro popular una
prima anual de más de siete mil pesos.
A lo anterior debe agregarse que hay una serie de padecimientos
excluidos del cuadro de tratamientos que ofrece el Seguro Popular, que
los traslados en ambulancia no están cubiertos y que el desabasto de
medicamentos oscila entre 10 y 35 por ciento, dependiendo de la entidad.
Por lo demás, en una circunstancia en la que han llegado a la
opinión pública varios casos de mujeres que se ven obligadas a parir en
la calle, la difusión de cifras oficiales debiera ser más cuidadosa y,
ciertamente, menos triunfalista. De otra manera, se corre el riesgo de
alimentar el déficit histórico de credibilidad que afecta a las
instituciones gubernamentales, un déficit al que tanto contribuyó la
administración foxista, inventora del Seguro Popular, y cuya visión del
país fue bautizada por el implacable ingenio popular como Foxilandia.
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