Colectivo La digna voz
Para
entender la naturaleza de un movimiento o una resistencia primero es
preciso conocer la naturaleza de la dominación o forma de poder a la
que debe su génesis. Y no a la inversa como hacen numerosos analistas
de pacotilla. También es indispensable conocer las contradicciones y
desequilibrios que, por un lado, propician el debilitamiento de un
poder constituido, y por otro, alientan la irrupción de resistencias e
insurrecciones. Acá se quiere subrayar la imposibilidad de estudiar
plausiblemente los hechos sociales haciendo abstracción de cosas tan
fundamentales como las relaciones de poder. Este es un lujo que sólo se
le debe consentir a la prensa chayotera y a ciertos círculos académicos
apoltronados en el confort de la neutralidad palera.
En este
sentido, cabe situar a las corporaciones como sedes de la titularidad
del poder, y al Estado neoliberal, como una suerte de facilitador que
interviene masivamente para proteger los intereses de estas
instituciones dominantes. La configuración histórica de este fatal
binomio introdujo un horizonte de ampliación de la corrupción. E
inauguró una disyuntiva altamente tóxica para la salud política de un
pueblo: a saber, inversionistas privados o población. Este dilema, por
sí sólo, pone al descubierto una radicalización en la operatividad de
los poderes constituidos. Más aún cuando uno corrobora que esta
disyuntiva entre la integridad de los inversionistas privados o el
bienestar de la población siempre se desahoga en provecho de la
inversión privada.
En otra oportunidad se realizó un
diagnóstico de las coordenadas en la que está inscrita esta nueva
modalidad de dominación, a saber:
“… La actual condición
minimalista de la política: los derechos políticos se reducen
básicamente al depósito periódico de boletas en una urna. En las
decisiones cruciales, en los procesos deliberativos cardinales, la
sociedad no interviene ni participa: la política termina allí donde
empiezan los consejos administrativos de las grandes corporaciones, o
bien, de las instituciones financieras multilaterales. La política no
se dirime más en las instituciones o tribunas públicas. La democracia
electoral no hace más que incorporar selectivamente a ciertos segmentos
poblacionales a este hurto sistemático de los derechos políticos
fundamentales. Las elecciones sólo se concentran en refuncionalizar la
circulación de las élites gubernativas, pero el contenido sustantivo de
la política no cambia. Una vez electos, los políticos mandan
obedeciendo… pero al poder del dinero.
“… La conversión del
Estado benefactor en Estado neoliberal. Los zapatistas lo previeron: la
neoliberalización de los procesos productivos y la vida pública
redundaría en una erosión de los contenidos políticos, económicos,
sociales, históricamente conquistados. El Estado no se adelgaza (el
creciente gasto militar desmiente esta hipótesis falsaria); sí en
cambio, se adelgazan los derechos y patrimonios de los pueblos. México
es uno de los países más virulentamente castigados en este contexto de
neoliberalización… Asistimos al réquiem de la libre empresa: los
emprendedores no impulsan la innovación ni tampoco invierten en empeños
empresariales; la fórmula en boga consiste en apropiarse de patrimonios
públicos, lucrar sin consentimientos, y acumular poder con base en la
desposesión” (http://lavoznet.blogspot.mx/2014/02/el-pasado-miercoles-5-de-febrero-se.html).
Pero estas coordenadas u operatividad del poder en turno, no es solo el
resultado de un capricho de ciertas élites: es una agenda estratégica
que da respuesta a una crisis estructural (naturalmente en beneficio de
sus impulsores). Una crisis multimodal que se manifiesta
fundamentalmente en seis niveles: ecológico (degradación ambiental);
económico (estancamiento de la producción e incapacidad para frenar
flujos dinerarios no oficiales); social (desvalorización de la vida,
producción de sujetos desechables); político (desprofesionalización);
cultural (identidades nacionales se desfondan); territorial (crisis de
esquema de organización nacional).
En suma: la
neoliberalización es una respuesta de ciertas élites a la crisis, y las
resistencias son una respuesta de la población a la neoliberalización.
Y es en esta constelación donde se puede situar a las resistencias en
Veracruz que responden especialmente a dos niveles de la crisis: la
destrucción del medioambiente, y el desplazo de un esquema de
planeación territorial con sentido social, por otro donde priva el caos
y el beneficio privativo de los inversionistas.
La semana
anterior se abordo el tema de las represas. Pero ahora cabe reparar en
el avance de otros megaproyectos, que también apuntan en la misma
dirección de daños sin reparación a una población y territorio, y
utilidad exclusiva para ciertos inversionistas: la ampliación del
puerto de Veracruz, la explotación de la mina Caballo Blanco, la
infraestructura para la realización de los Juegos Centroamericanos, la
continuidad de las Granjas Carroll, la construcción del libramiento de
Xalapa. Estos proyectos son tan sólo la retaguardia de una agenda mucho
más extensa a la que se refirió en la colaboración pasada: “Cabe
recordar que el territorio veracruzano tiene en puerta ‘más de 100
proyectos hidroeléctricos en seis cuencas del estado… [explotación] de
93 minas con 206,552 hectáreas concesionadas… [disposición] de 745 km
de la costa veracruzana para la construcción de parques eólicos… [y por
añadidura, no se debe soslayar] que 90% del territorio veracruzano es
susceptible a la fracturación hidráulica’” (http://lavoznet.blogspot.mx/2014/04/presas-hidroelectricas.html).
En el caso de la presa de “propósitos múltiples” en la cuenca del río
Pescados, se ha conseguido deconstruir la argumentación oficial,
evidenciando la peligrosidad e inutilidad social de la obra. Si el
propósito fuere realmente el abastecimiento de agua a la capital,
existen una multiplicidad de alternativas para suplir la construcción
de la presa, como la rehabilitación de la infraestructura hidráulica
(donde se fuga el 50 por ciento del agua, de acuerdo con algunos
ambientalistas), o la reforestación en las cuencas altas (La Jornada Veracruz 3-IV-2014).
Ahora corresponde identificar la agenda programática concerniente a los
otros megaproyectos. Y allí donde reine el criterio típicamente
neoliberal de la integridad de la inversión privada en detrimento del
beneficio de la población, cabría responder con otra resistencia
también dirigida a desmontar la artificialidad de la presunta
preocupación social que envuelve discursivamente a las agendas de los
megaproyectos.
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