4/12/2014

El PRI y la basurización de los cuerpos



Daniela Villegas


Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, ha estado en boca de todos en los últimos días, después de que el 2 de abril la periodista Carmen Aristegui diera a conocer una serie de grabaciones en que se evidencia que el ahora ex dirigente del PRI-DF operaba una red de prostitución al reclutar edecanes a quienes pedía favores sexuales a cambio de aumentos salariales.


No sólo es deleznable el engaño laboral y coerción a la que se han visto sujetas las mujeres que acudían a solicitar el puesto, sino que también el hecho de que no se había investigado a profundidad y actuado legalmente contra Gutiérrez después de que desde 2003 el periódico Reforma ya hubiera publicado sobre este tipo de prácticas de abuso de poder.

Si bien es pertinente que se sancione al político priísta ¿por qué hasta este momento y no cuando lo denunció Reforma?. De igual manera ¿por qué si se habla de una red de prostitución el foco de atención se ha centrado en Cuauhtémoc Gutiérrez? ¿dónde se encuentran l@s demás involucrad@s dentro del partido?

“El trabajo es tener sexo con el jefe… y es el presidente del PRI-DF”, se escucha en la grabación obtenida por una reportera de Noticias MVS que se hizo pasar por una solicitante del empleo. “Son varias niñas las que están con él, las que van a entrar ahorita. Él nos dice a nosotras: ‘Pásame a tal’, y yo te paso. Tras besuqueo y cachondeo luego luego ya sabes, se manejan dos tipos de relaciones, que es oral y vaginal; oral es sin protección y vaginal es con protección”, se escucha decir a Priscila Martínez González, una de las reclutadoras.

El extremo cinismo con el que les planteaban a las mujeres de entre 18 y 32 años las actividades a realizar, muestra la seguridad que tenía el priísta de que ellas no lo denunciarían ante tal atropello a sus derechos y de la necesidad económica en que ellas se encuentran. En vez de que ante semejantes proposiciones las agraviadas se enfadaran, se les arrebata el derecho a la indignación, las anulan por completo y apelan a que ellas se sentirán más avergonzadas de evidenciar el abuso del político que aquellos que formulan las proposiciones, esto apoyados en la cultura de la culpabilización de la víctima, donde las mujeres suelen ser vistas como provocadoras de los abusos y/o con el clásico, “ella se lo buscó”.

La naturalización en la cosificación de los cuerpos femeninos en la sociedad contemporánea elimina por completo la subjetividad de las mujeres, convirtiéndolas en meros objetos de intercambio en el sistema capitalista. Las mujeres terminan siendo cosas y no sujetas de su propio accionar. Ellas lo interiorizan de esa manera, al grado que ya sea rechacen las condiciones laborales –propuestas por Gutiérrez- y se marchen sin reclamar, evitando la revictimización al denunciar y ser exhibidas ante las autoridades que muy posiblemente pondrían en duda sus declaraciones o aceptan y permanecen en silencio. La cultura nos ha silenciado y aunque en ocasiones el silencio es un arma de resistencia, en este caso no lo es. Por ello la investigación periodística que evidencia este caso es de suma importancia, pues se ha roto el silencio.

El hecho de que se refieren a ellas como “niñas” pese a que son mujeres adultas es un elaborado juego de manipulación, en el que se les arrebata su poder de decisión al infantilizarlas, pero a la vez al ser legalmente adultas se las hace responsables de haber accedido a la oferta laboral, conociendo las condiciones de la misma, lo que genera que en muchas ocasiones ellas no se sientan con la posibilidad de denunciar puesto que “ellas aceptaron”.

La violencia que viven estas mujeres es sistémica, cómplices y víctimas en una sociedad que usa y desecha los cuerpos femeninos como si de mercancías se tratase. El sometimiento al poder patriarcal no sólo del político sino de toda la red que conforma su equipo de trabajo, que le ha venido solapando y alimentando estos abusos, vulnera los derechos de las mujeres en un mercado laboral inestable que empuja a que ya sea rechacen estos abusos, quedando en el desempleo o los acepten como estrategia de sobrevivencia endeble y riesgosa.

Es paradójico que el conocido como el Príncipe de la Basura, por ser heredero de Rafael Gutiérrez, el Rey de la Basura, líder por más de 20 años de los pepenadores del Distrito Federal, haya sido expeditamente desechado de las filas del PRI antes que el proceso de basurización corroyera aún más al partido, ante las inminentes elecciones de 2015. No sólo ha sido la figura de Cuauhtémoc Gutiérrez -la cual ha sido comparada a Jabbah el Hutt, el alienígena malvado y obeso en forma de gusano de La Guerra de las Galaxias-, desechada, sino también el de las mujeres que han vivido tales abusos al ser tratadas como desechables y de ser ellas las principales protagonistas como víctimas, se ha trasladado el foco de atención al PRI, por su temor a que su imagen sea corrompida.

Habría que centrarse de nuevo y a profundidad en las mujeres que con sus testimonios han aportado mucho a la investigación y sobre todo desenmarañar la red de compra-venta e intercambio de cuerpos femeninos en que no sólo está involucrado Gutiérrez sino un grupo más extenso en que se dispone de las mujeres como si fuesen productos descaradamente. 

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