Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
José Mujica deja a Uruguay como el país menos desigual de América Latina y con la tasa de empleo más alta de su historia
Cuando me invitaron a tener un diálogo público con él, este domingo en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, me dieron una gran alegría y el más alto honor de mi vida. Pero cuando me pidieron una biografía inicial de tres minutos supe que era una tarea imposible o necesariamente incompleta. Y es que la de este hombre no es una vida, es una peripecia; tal vez con más preguntas que respuestas: cómo es que nació en Paso de la Arena, un barrio marginado a las orillitas de Montevideo; cómo es que resiste la partida de su padre, un pequeño estanciero (granjero) que muere en quiebra cuando él tenía apenas seis años; cómo y porqué le da por estudiar Derecho; cómo y porqué asume o acepta que la vía no era esa, sino la de las armas, y decide integrarse en la clandestinidad al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros; qué sintió cuando en enfrentamientos armados le metieron seis balazos, cosa que debe recordar con frecuencia porque todavía tiene entre pecho y espalda dos balas que no le pudieron sacar nunca; cómo lo marcó el ser apresado cuatro veces, haberse fugado dos y entre unas y otras haber pasado en prisión 15 años de su existencia; cómo fue que José, Pepe Mujica, logró voltear de cabeza las normas de los partidos de su país para convertirse en candidato y luego presidente de la República Oriental del Uruguay. Cometiendo en su ejercicio de gobierno dos pecados mortales, según la flexible moral de la inmensa mayoría de los mandatarios de este planeta: decir la verdad y no robarse ni un solo peso.
El que no haya aceptado mudarse a la residencia presidencial y en cambio quedarse en su modestísima casita que allá llaman chacra, que donara el 90% de su sueldo a causas nobles y que insistiera en seguir usando su globalmente célebre Vocho, definen su personalidad; pero no lo son todo. Su obra de gobierno ha sido espectacular: promovió el matrimonio gay y el derecho al aborto; impulsó programas notabilísimos en favor de los uruguayos más necesitados, sobre todo niños, mujeres y ancianos; y sorprendió al mundo al arrebatar al crimen organizado el negocio del tráfico de drogas, decretando que sea el Estado quien se ocupe de la regulación, la siembra, la distribución y la venta de mariguana. Y para quienes lo acusan de “populista”, aquí están algunos datos: deja a su país como el menos desigual de América Latina; con la tasa de empleo más alta de su historia; con cifras récords de inversión extranjera en una nación en paz y segura y concluye su gobierno con un 65% de aprobación popular. Nada mal para un presidente de izquierda, que jamás olvidó ni sus ideales ni sus sueños juveniles de cambiar al mundo. Un hombre que afirma que “los políticos debemos vivir como vive la mayoría y no como vive la minoría” y que “aun las repúblicas se han desviado en sus usos y costumbres hacia la monarquía”. Por eso se ha convertido en un referente universal de austeridad, audacia, buen gobierno y sabiduría. Como cuando pregunta: “¿Llama la atención que ande en un autito viejo? ¡El mundo está loco!” Y tiene razón: el abuso, el cinismo y la corrupción de los pocos que cada vez tienen más y la indolencia, la resignación y la desmemoria de los más que cada vez tienen menos, nos han vuelto a todos un poco locos.
Periodista.
ddn_rocha@hotmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario