El teatro ha dejado de ser patrimonio exclusivo de dramaturgos especializados y de actores o actrices profesionales. Grupos de mujeres organizadas, colectivos mixtos, amigas con intereses en común, han optado por crear obras de teatro colectivas y experimentales con excelentes resultados.
En Guatemala, desde hace varios años, el Colectivo Caja Lúdica tiene como una muy noble misión, ayudar a curar las heridas de la guerra a través de la música, la interpretación, la comparsa y la alegría. Han llegado a comunidades muy lejanas y muy golpeadas, han articulado grupos de jóvenes, sembrado semillas que ya crecieron y están dando frutos inesperados, diversos y frescos.
Me permito reseñar algunas obras que he tenido la oportunidad de ver en los últimos años.
Bajo la dirección de Paula Acevedo, el grupo Ix Saqil Ik (Mujer bajo la claridad de la luna) presentó la obra Rukemonik ri nuch’akul (El tejido de mi cuerpo) inspirada en el libro “Los deseos de nuestro cuerpo”, de Emma Chirix. En un escenario sencillo pero lleno de simbolismos nos adentramos en historias cotidianas que reflejan problemas comunes que vivimos como sociedad y como mujeres.
Durante 45 minutos acompañamos a la luna y a las mujeres en sus distintas fases. Nacer mujer, los juegos de la niñez y su inocencia, la primera menstruación, el enamoramiento, la primera experiencia sexual, el embarazo y el matrimonio, son algunos de los temas tratados.
También la historia reciente de Comalapa y Guatemala donde el cuerpo de la mujer fue botín de guerra. La historia no se queda en tragedia y rompe con los estereotipos aplicados a la cultura kaqchikel y nos muestra realidades comunes para las mujeres en general.
En una línea parecida de teatro comunitario surgió Ralk wa´l Junajpu (Hijos de Hunahpú) integrado por jóvenes de Santa María de Jesús, Sacatepéquez, San Juan del Obispo y Pastores. La segunda obra que crearon fue Agua, dirigida por Patricia Orantes.
Un tema que surgió de una vivencia común del problema de la escasez agua en dichas comunidades. Una obra con humor y dramatismo, que habla de la solidaridad y del derecho fundamental al líquido vital.
Como anillo al dedo les quedó el nombre de “Las Poderosas” a un grupo de teatro formado por mujeres víctimas de violencia de género que no se quisieron quedar en el papel de víctimas.
Acompañadas por Marco Canale en la dirección, y por la socióloga Silvia Trujillo, presentaron ya dos obras y han viajado fuera de Guatemala. Yo vi la segunda temporada de “Las Poderosas” y es fuertísima, toca temas demasiado duros pero de una forma valiente y esperanzadora. Nunca queda atrás el humor ni las ganas de vivir y reír de las protagonistas. Sin duda es transformadora y curadora.
En el tema de las identidades, hay que mencionar “Afuera: Lesbianas en escena”, un colectivo formado por dos activistas y dos artistas: Camila Urrutia, Laia R. Cañénguez, Lu Robles y Tatiana Palomo. La combinación formó un combo escénico potente, sincero y cuestionador. Rebasan el tema del lesbianismo y van hacia preguntas existenciales generales. Sacude nuestros propios prejuicios y tabús y confronta la construcción social de la pareja.
Tengo que mencionar Awas, creación de Rosa Chávez y Camila Camerlengo, llena de la poesía, intimista y honesta que nos conecta con lo que llevamos encima, lo que cargamos, nuestros pesos. Un escenario minimalista con un par de objetos muy simbólicos; un cofre, unas piedras, la piedra de moler y una pantalla es lo único que necesita Rosa para compartirnos su mundo interior y sus contradicciones.
Estos son sólo pocos ejemplos de montajes escénicos que yo pude ver y que muestran la gran capacidad creativa que existe en Guatemala.
¡Qué se multipliquen los grupos de teatro, los colectivos, las instituciones que apoyan a las mujeres artistas! El arte cura, y no cura, da locura.
laluchalibre@gmail.com
*Artículo retomado de la revista guatemalteca La Cuerda. Miradas feministas de la realidad, Año XVI, No 173.
Especial
Por: Lucía Escobar*
Cimacnoticias | Guatemala.-
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