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La
justicia y su impartición son temas que se insertan en la protección de
los derechos humanos, ejemplo de ello es el Artículo 8 del Pacto de San
José, en donde señala que toda persona tiene derecho a ser oída, con
las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, para ello debe
existir un juez o tribunal competente, independiente e imparcial,
establecido con anterioridad por la ley.
Ante lo anterior, vale la pena reflexionar acerca de la justicia y
las siguientes interrogantes: ¿Quién determina si una acción es justa o
injusta? ¿Qué es la justicia? ¿Cuántas veces a lo largo de nuestra
historia, nos hemos comprometido a actuar con decisión para que
nuestros derechos humanos sean respetados?
Para contestar en parte a estas interrogantes nos remitiremos al
vocablo “justicia”, proviene (Del lat. Iustitîa) y comprende una de
las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le
corresponde o pertenece.
La justicia no es el dar o repartir cosas a las personas, sino el
saber decidir a quién le pertenece esa cosa por derecho. La justicia es
ética, equidad y honradez. Es la voluntad constante de dar a cada uno
lo que es suyo. Desde un punto de vista kelseniano, la aspiración a la
justicia es el eterno anhelo humano de felicidad.
El objetivo de la justicia es hacer que las personas respeten sus
derechos: Que nadie robe; que no lastimemos a los demás; que
inculquemos en nuestros hijos la responsabilidad ante la vida y la
sociedad de actuar con justicia, transparencia, tolerancia, pero sobre
todo convivir en paz.
Si analizamos el símbolo de la justicia, podemos observar a una
mujer con los ojos vendados, en una mano porta una balanza que
simboliza el equilibrio en sus decisiones, mientras los ojos vendados
hacen que no vea hacia dónde se inclina la balanza y en una mano lleva
una espada con la que defenderá sus decisiones.
De ahí que nuestras decisiones buenas o malas, tienen que estar
equilibradas, tienen que estar apegadas a nuestras leyes, de tal forma
que diremos que la justicia es el sentimiento que nos impulsa a no
causar daño a otros; es el respeto del derecho o de los derechos de
otro.
Aterrizando lo anterior a nuestro país y a nuestra actualidad, en
México, el Primer Tribunal Supremo de Justicia se instaló el 7 de marzo
de 1815, en Ario de Rosales, Michoacán, precisamente el sábado pasado,
en el marco de los eventos conmemorativos de este suceso se entregaron
galardones a compañeros impartidores de justicia, reconociendo su
trayectoria y su trabajo en la construcción de un México justo.
Los impartidores de justicia en materia electoral, también estamos
haciendo lo propio, por ello, los días 11, 12 y 13 de marzo, en la
ciudad de Guadalajara, nos reunimos los integrantes de la Asociación de
Tribunales y Salas Electorales de la República Mexicana A.C., en donde
tuvimos la valiosa oportunidad de intercambiar opiniones e ideas
dirigidas al fortalecimiento de nuestra democracia y derechos humanos.
Como parte de este evento suscribimos el denominado “Plan de
Guadalajara”, en el que acordamos, entre otras acciones, resolver
oportunamente los medios de impugnación bajo una interpretación
progresista, que beneficie con mayor amplitud a las personas y al
disfrute pleno de sus derechos político-electorales; así como cooperar
mutuamente en materia de capacitación electoral, para robustecer la
función jurisdiccional.
Acciones como las anteriores nos permitirán mantener vigente la famosa frase de José María Morelos y Pavón: “Que
todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo
ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario”, pensamiento que es necesario enaltecer si queremos un Estado en el que se logre una debida protección de los derechos humanos.
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