Nueva
York, 16 mar. 15. AmecoPress.- Funcionarias y organizaciones civiles
llegaron a Nueva York con el ánimo de evaluar y celebrar los 20 años de
la Plataforma de Acción de Beijing. Me explico: una reunión especial en
la ONU del 9 al 19 de marzo, para ver si hubo adelantos en la igualdad
de mujeres y hombres; si las políticas de los gobiernos propiciaron
esos adelantos o hicieron lo que les correspondía. Si por fin podríamos
hablar de cambios culturales o perspectivas claras para acabar con la
discriminación y los prejuicios; si se invirtió en empoderar económica
y socialmente a las mujeres.
A la gran
manzana se llegó con el ánimo de celebrar. Inocentemente me imaginé que
vendrían algunos jefes o jefas de Estado; pensé en actividades
colectivas y bien organizadas, incluso para la denuncia o la protesta.
Lamentablemente nada de eso ha sucedido. Las delegaciones de alto
nivel, de los ejecutivos o las cancillerías, los ministerios de la
mujer son muy importantes, pero esta vez han estado dispersos.
Pensé que en
el pleno, ahí donde hablan los representantes de los países, se haría
una evaluación, una rendición de cuentas. Pero nadie ha podido hacer
eso, el tiempo para hablar ha sido de 8 o 9 minutos acotados, las
palabras interrumpidas y las sesiones de larga duración como para
dormirse. Tampoco el formato de esos discursos ha permitido el debate.
Creí que sí
habría discusiones para ver si avanzamos en asuntos fundamentales como
la vida de las mujeres, la mitad de la población; sobre la salud ligada
a su condición femenina; si ahora podríamos celebrar que nuestro
trabajo aporta al capital, con claridad, mucho más de lo imaginado,
considerando que en 20 años se han afinado los mecanismos de medición
de esas contribuciones.
Por ejemplo en
México el trabajo de las mujeres aporta el 21 por ciento del Producto
Interno Bruto (PIB). No hablo del trabajo en la fábrica o en el campo,
sino del trabajo que realizan las mujeres para las y los otros hoy
llamado “del cuidado” para la ancianidad, niñez y familia, supliendo
con amplitud las obligaciones de los gobiernos. En fin, creí que el
interés de muchos grupos de mujeres por venir, tenía que ver,
realmente, con una gran jornada de reflexión y evaluación.
Nada de eso.
Es posible que quienes están en mesas redondas, foros, con sus
trabajos, están haciendo evaluaciones, pero particulares o parciales.
Como la mesa que organizó el Gobierno mexicano para contarle al mundo
que somos vanguardia en la cuestión de los presupuestos con perspectiva
de género, es decir, considerando recursos para programas destinados
con toda racionalidad para estimular el progreso, la salud, las
capacidades o el desarrollo político, social o cultural de las mujeres.
Yo creo que
ese es un gran avance. Sin duda. Pero en esta reunión eso es un lujo
que no tiene impacto en un modelo de discusión donde este tipo de
experiencia pudiera valorarse, porque toda la metodología y las
participaciones han generado un proceso atomizado. Hay que decidir a
qué mesa, grupo, presentación o reunión se va, y si es de interés
particular, pero esto no es una asamblea de las Naciones Unidas. Es un
gran foro, donde se oye o ve lo que se quiere, avances y emociones
frescas o quejas y peticiones.
Las mujeres
viven violentadas en todo el mundo y es el gran pendiente. Es una
cuestión que requiere medidas muy serias y aterrizajes en políticas muy
profundas, además de un análisis a la luz de la crisis de un sistema
que todo lo resuelve con el uso del poder. No hay una discusión al
respecto, como debería hacerse.
Tampoco entre
las feministas que llegaron aquí, también, sin un horizonte más allá de
qué decir y sostener para que se las vea, se las considere, se las
financie, o se las tome en cuenta. Como a muchos gobiernos, que se les
reconozca como las manos ejecutoras de los adelantos, en parte con
cierta realidad. Pero tampoco nada trascendente en esta reunión.
En sentido
contrario, tampoco se evalúa que significaron para las mujeres las
guerras sucesivas en las últimas dos décadas, ni el crecimiento de las
tendencias fundamentalistas y religiosas, los atrasos culturales, la
falta de movilización de las mujeres, el efecto concreto de la pobreza
y la desigualdad; la impunidad sobre la violencia contra las mujeres en
países llamados democráticos, etcétera. La tibia declaración política
hecha en el secretariado general.
No hubo forma
hasta hoy de valorar aportes o atrasos. De México, por ejemplo, las
mujeres organizadas, están más apuradas por establecer una relación con
el gobierno, que para ofrecer una evaluación. La Plataforma de Acción
hizo en 1995 recomendaciones para la sociedad civil y para el sector
empresarial. Hubiera sido interesantísimo conocer qué han hecho las
empresas globales con los derechos laborales, sociales y reproductivos
de las mujeres.
Nada de eso.
Sólo escuché, y más bien tímidamente, reclamos al gobierno, o sea, una
visión patriarcal que responsabiliza únicamente a individuos ejecutivos
o individuas sin analizar el contexto, con una mirada estrecha. Por
ejemplo en el tema sustantivo de lo que reproducen y difunden los
medios de comunicación. Me hubiera encantado un análisis del efecto de
los medios en la vida de las mujeres.
En el informe
resumido de México (solo 31 cuartillas), el capítulo más pobre es el de
los medios de comunicación, entre otras cosas porque no hay estudios de
audiencias ni mediciones serias; y por otro lado tampoco se caracterizó
la evolución de la tenencia de los medios, los grupos que los detentan;
el capital que mueven, sus relaciones históricas con los distintos
poderes.
Nada de eso.
Sólo se analizó por encimita si las mujeres los dirigen o no, y sin
análisis, se habla de las y los periodistas que en México son afectados
y hasta asesinados para limitarles su derecho a la libre expresión. En
pocas líneas podría haberse planteado esta connivencia del poder
patriarcal y los medios.
En fin, lo de
la salud desde las ONG también, sus indicadores son los datos
publicados por los medios. Es decir pobreza de discusión y análisis por
todas partes, y tampoco he visto, hasta ahora, coraje, dedicación,
fortaleza para mostrar la condición social de las mujeres, 20 años
después, desde el inicio de un largo camino para cerrar brechas, en lo
económico, social y político entre hombres y mujeres.
No sé porque
fue así. No entiendo. Estuve indagando si en alguna parte de la ONU me
informaban qué se hará con las propuestas, exposiciones, discusiones,
opiniones y mesas redondas. Me parece que no se sistematizará, al menos
lo que aquí ha sucedido durante 5 días.
Veremos si las reuniones técnicas sí tienen algún fin.
Los adelantos
y los pendientes se tendrán que ir indagando. Pienso que el formato que
se implementó para atomizar los contenidos en esta reunión que
terminará el próximo jueves, no ha sido inocente. Es probable que la
evaluación sea esa: no discutir, porque finalmente el asunto de las
mujeres no importa a quienes detentan el poder en todas partes, salvo
que somos nosotras/ellas necesarias para mantener al sistema,
fundamentales para sostener la producción y contener a la sociedad. El
pilar de la familia, como se repite en los discursos. Pero ya no
podemos esperar.
Foto: Archivo AmecoPress.
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