Mujeres y Política
Carmen Aristegui
Soledad JARQUÍN EDGAR
Porfirio Díaz inauguró de alguna manera, en la modernidad, lo que hoy aún es una realidad en México: la censura de medios y la persecución a periodistas. Ricardo Flores Magón fue perseguido por plasmar sus ideas a través de Regeneración y, claro, el trabajo realizado a través del Partido Liberal, que le valieron el exilio y finalmente morir en una prisión de Estados Unidos.
El régimen de Díaz fue implacable con quienes opinaban de manera diferente y con quienes tenían un peso fundamental entre sus lectores. Muchas mujeres, como pasó con Ricardo y su hermano Enrique, vivieron la misma suerte en aquellos años en que México se asomaba por la puerta de la liberación desde todos los flancos imaginables. Un ejemplo, es el caso de Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, quien como una liberal que se oponía al régimen porfirista, fue una víctima por ejercer ese derecho denominado libertad de expresión en tiempos de una dictadura.
Un escenario que se repite en años y circunstancias distintas en México y que tiende a recrudecerse a tal grado que los poderes fácticos atentan, en el peor y más lamentable de los casos, contra la vida de las y los trabajadores de la información. La diferencia entre los primeros años del siglo XX y lo que ahora sucede es la forma en que se han transformado, en unos cuantos lustros, los medios de comunicación e información, gracias a las nuevas tecnologías. Está clarísimo, no es lo mismo ser periodista en tiempos de la impresión a base de linotipos que en tiempos de la fibra óptica o lo que sigue. Hoy la prisa nos gana.
No solo se trata de la velocidad con que se transmite la información, que puede reducirse a cuestión de segundos, casi en el momento mismo en que ocurre un hecho concreto. Lo que resulta “peligroso” para los gobiernos totalitarios, las “dictaduras blandas” o las que desde las “democracias” intentan controlar a los medios son las investigaciones periodísticas y las opiniones que se puedan verter a una multitudinaria audiencia.
“No es tiempo de sometimientos, no es tiempo de aceptar regresiones, no es tiempo para que la sociedad mexicana a la que le ha costado un tiempo abrir brecha en materia de libertad de expresión, debate publico, presencia social, conciencia, derechos fundamentales, retroceda…"
Carmen Aristegui es una de esas figuras de la información que llega a un auditorio incalculable y que busca un tono diferente y un enfoque distinto en las noticias que se transmiten vía los medios electrónicos, cansados de escuchar y ver aquellos medios que son complacientes con los gobiernos. La audiencia no quiere más espectáculos noticiosos sino noticias. El desprestigio, que una buena parte de la población mexicana, tienen las televisoras comerciales es enorme, por su falta de todo, por su exceso de cinismo y como hemos visto hasta de complicidad.
Poco después de las 06:00 y hasta las 10:00 am se le puede escuchar cada día a través de la radio y la televisión vía internet y a través de la televisión de paga la encuentras en MVS, además de seguir, casi minuto a minuto a través de las redes sociales. Por la noche en la cadena CNN tiene un programa de entrevistas muy interesante.
En las redes sociales la siguen otro tanto de personas que de esa manera se enteran o informan. Por ejemplo, en tuiter la cuenta @AristeguiOnline con 3 millones 250 mil (muy poco menos que @EPN y más de un millón más que la cuenta de la @revistaproceso). Seguidores de los que buena parte retuitean o postean sus publicaciones en Facebook una y otra vez, donde al menos 4 millones 250 mil han dicho (tecnológicamente) “me gusta” en la cuenta Aristegui Noticias y en You Tube tiene otros 258 mil seguidores.
¿Pero por qué seguir a Carmen Aristegui? Sin duda porque es una buena periodista. Nadie puede negar eso.
En todos los casos presenta ambas versiones de los hechos, exceptuando aquellos donde una de las partes se niega, como ha sucedido sistemáticamente algunos personajes de la vida política. Cada asunto de corrupción del sistema político mexicano periodísticamente propuesto por Aristegui toma dimensiones tan grandes que hoy muchos medios la siguen, como ella misma sigue algunos casos puestos por otros medios buscando nuevas betas informativas y da a estos casos un seguimiento exhaustivo, características de buen periodismo.
A la gente del poder, incluso los empresarios de MVS, no les gusta lo que dice porque representa conflictos con sus “patrocinadores” a través de publicidad o propaganda, que pagan y que no quieren que les peguen, parafraseando lo dicho por José López Portillo.
Hay, ni duda, un conflicto real y profundo con la empresa donde ella transmite su noticiario cada mañana, que a su vez, reitero, pareciera tienen conflicto con el poder. La investigaciones especiales dentro del periodismo es lo que más odia la clase política mexicana (La Casa Blanca y el nombramiento del ministro de la SCJN, Eduardo Medina Mora), los empresarios coludidos con el sistema corrupto en que se desenvuelven algunas instituciones (caso San Fernando, Tlataya o Ayotzinapa) y por supuesto el crimen organizado (todos los que usted quiera), Carmen Aristegui ha puesto esos temas sobre la mesa cada día.
El despido del dos periodistas, el primero coordinador de investigaciones especiales de MVS, Daniel Lizárraga e Irving Huerta, luego del anuncio del lanzamiento de la plataforma de “Méxicoleaks”, volvieron a hacer que la periodista fijara una postura inesperada para la empresa y no para la audiencia que la conoce bien: se solidariza con sus compañeros, sigue haciendo su trabajo, sigue haciendo periodismo para la audiencia, en tanto se esclarece el problema, en una campaña desmedida por parte de MVS y “a crear un clima de ruptura”, como dijo la periodista.
Y nuevamente a la periodista “contundente”, como la califican en Los Angeles Times, “le cortaron las alas”, y el tema de la libertad de expresión en México (aunque pareciera un conflicto “desmedido” por parte de la empresa de MVS violando los acuerdo entre la propia Aristegui y MVS) tomó un rumbo internacional que muestra, una vez más, la cara oculta del México nuestro.
El anuncio que hizo Aristegui, el 10 de marzo pasado, diciendo que el espacio de noticias de MVS se sumaba al proyecto de MéxicoLeaks lo que literalmente indignó a MVS por haber usado su nombre y “sin haber publicado una sola investigación, el sitio MéxicoLeaks ya desató su primera tormenta”, como se escribió en BBC Mundo, según datos obtenidos de la misma página de Aristegui Noticias.
La periodista pidió la reinstalación de sus dos colaboradores. Los cuales se han distinguido por sus investigaciones, una de ellas, la Casa Blanca y luego las otras casas “adquiridas” a empresas constructoras que habían sido favorecidas con obras públicas multimillonarias por parte del gobierno de Peña Nieto como gobernador del Estado de México y ahora como gobernante del país.
México es un país en vilo. Una crisis económica que arrastra una crisis social y otra política. Un país inseguro, permeado de norte a sur y de este a oeste por el crimen bien organizado. Un país de pobres y de gente sin oportunidades reales. Hoy lo que defiende la sociedad mexicana es ese derecho consagrado en el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La única ventana que nos queda y que ha costado la vida a cientos de mujeres y hombres; que ha desterrado y encarcelado a otros tantos periodistas, igual que sucedió a principios del siglo XX cuando este país vivía bajo la dictadura de Porfirio Díaz.
Aquí no cabe la cita de “cualquier semejanza es pura coincidencia”.
“No es tiempo de sometimientos, no es tiempo de aceptar regresiones, no es tiempo para que la sociedad mexicana a la que le ha costado un tiempo abrir brecha en materia de libertad de expresión, debate publico, presencia social, conciencia, derechos fundamentales, retroceda…No tenemos derecho a la claudicación, a aceptar no un aroma sino un vendaval autoritario de regresiones…”, dijo en su programa del pasado viernes la periodista.
Y bien, para el resto de quienes estamos en esta tarea informativa, añado, es tiempo de no permitir esas condiciones, sería inaceptable. Revisemos lo que tenemos y no volvamos ni un paso atrás.
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