Los libros de texto oficiales que se estudian en la educación
básica, nos han hecho pensar en diversos momentos de la historia mundial
y nacional como una sucesión de acontecimientos, producto de la
voluntad individual de personajes mitificados, los cuales más que
encarnar las aspiraciones populares, suprimen la acción colectiva de
los pueblos por construir su propio futuro.
Aun cuando, acontecimientos de gran envergadura que han trascendido y
permanecido en la identidad de los mexicanos hasta nuestros días, como
la expropiación del petróleo, fueron resultado de la lucha social,
activa y protagónica de una gran masa de trabajadores, estos apenas
aparecen mencionados en las páginas de la historia que muestra el
currículo promovido por la Reforma Educativa, en sólo cuatro líneas del
libro de historia de 5º grado de primaria para ser más precisos.
Para escritores críticos y más serios, experimentados en la
elaboración de libros de texto de historia, como Enrique Ávila, la
nacionalización de las empresas petroleras no se podría explicar sin la
participación de los obreros de este sector, quienes fundan en 1935 el
Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM)
para unificar las luchas regionales y sectoriales que ya se gestaban
con anterioridad en diversos puntos del país contra los abusos, sobre
todo, de las compañías extranjeras.
Fueron las enérgicas protestas organizadas y encabezadas en 1936 por
el STPRM, demandando mejoras salariales y el establecimiento de un
contrato colectivo, las que detonaron una lucha de clases abierta entre
los intereses nacionales y los de las potencias económicas del
capitalismo mundial, entre los derechos vitales de los obreros y las
cuantiosas ganancias obtenidas por los empresarios petroleros a costa de
nuestros recursos energéticos, pero también de la fuerza viva de los
trabajadores mexicanos.
La rotunda negación de las compañías para solventar las justas
demandas de los obreros hizo estallar la huelga de la industria
petrolera en mayo de 1937, la cual provocó un desabasto de gasolina
generalizado por cerca de 12 días; no obstante, contó con un gran apoyo y
aceptación del pueblo mexicano, así como de los trabajadores de otros
sectores.
Vino la intervención del gobierno cardenista para mediar en el
conflicto, realizando un peritaje sobre la solvencia de las empresas
petroleras para pagar 40 millones de pesos a los obreros y les fue
favorable a los trabajadores, pero la insistente negación de los
empresarios provocó un nuevo paro de labores en diciembre de ese mismo
año. Pronto el caso fue resuelto ante la Suprema Corte de Justicia de la
Nación quien determinó que se debía pagar 26 millones de pesos a los
obreros petroleros, aumentar su salario y mejorar sus condiciones
laborales, teniendo como fecha límite para acatar las resoluciones el 7
de marzo de 1938, y esto obviamente no lo respetaron.
El 18 de marzo y la nacionalización de la industria del petróleo, es
un proceso que debe ser comprendido y recordado como una decisión de
estado que resultó a consecuencia de la movilización y participación
heroica de un pueblo organizado en lucha por sus derechos y la
soberanía nacional; no fue la actitud loable de alguien en particular,
por lo tanto no debe ser celebrado en actos protocolarios que hacen
culto a la personalidad.
No se trata de demeritar la figura de Cárdenas, sino de colocar en su
justa dimensión a los olvidados de la historia oficial, cuyo relato
hegemónico invadió los libros texto en educación básica y media
superior, apostando por el desarme cultural de los oprimidos, la
desmemorización de una clase trabajadora que ha sido protagonista en las
más importantes transformaciones sociales.
En pasajes como estos, los libros de historia emanados de la Reforma
Educativa pretenden inmovilizar la conciencia colectiva del pueblo
mexicano, que hoy es fundamental para detener el proceso regresivo que
implica la reforma energética, con la cual se sientan las bases para el
despojo de nuestros recursos naturales, de la industria energética
nacional, pero también de la propiedad comunal y ejidal.
Las maestras y maestros de México, están obligados a elevar la
conciencia social, extendiendo la protesta contra el capitalismo en los
terrenos tanto del aula como de la memoria histórica. Reproducir los
libros y el mismo currículo de la Reforma Educativa en cada salón de
clases, no reconstruirá el potencial organizativo de las clases
subalternas para desencadenar procesos de liberación nacional; por el
contrario, fragmentará la comprensión de un sujeto histórico colectivo
que no tomará su lugar en la Historia como agente de trasformación
social.
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