Antonio Malacara
Todo aquel que disfruta
y se desdobla con la plasticidad sonora o la musicalidad visual de
Jazzamoart ha tenido y tendrá varias opciones durante este mes. Para la
primera de ellas, el pintor guanajuatense arma una jam session con Toulouse-Lautrec, Kandinsky, Matisse, Dalí, Tamayo –y otros tantos de esas dimensiones– en una impresionante ex
posición colectiva con el título de El arte de la música.
Para reunir todo este material y montarlo en el Museo del Palacio de
Bellas Artes, el INBA trabajó en colaboración con The San Diego Art
Museum, tratando de que la exhibición permitiera
ver la relación entre la música y las artes visuales a lo largo de la historia, desde la antigua Grecia hasta nuestros días.
Más de cien piezas permanecerán a nuestra disposición en tres módulos
de la Sala Nacional. La muestra fue inaugurada la noche del 10 de marzo
y permanecerá abierta hasta el próximo 5 de junio. Habrá que ir tantas
veces como nos dé el tiempo.
Apenas el 13 de marzo cerró sus puertas El antro de las mil ventanas,
exposición individual de Jazzamoart en el Museo de la Ciudad de México,
inaugurada en enero pasado con la intervención musical de El Quinto
Elemento, quinteto en plena madurez conceptual que está por sacar su
cuarto disco.
Para los que viven más al norte, les diremos que los personalísimos
trazos de Jazzamoart (neofigurativos, frenéticos, abstractos,
hipnóticos) están exhibidos hasta hoy en el Museo Casa Grande de la
Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, en la ciudad de Real del
Monte, en una muestra titulada La vida es un saxofón. Mientras el consulado mexicano en San Francisco, California, tiene abierta otra individual del maestro, ésta con el nombre de Diálogos sincopados. Hay Jazzamoart para un buen rato.
Este marzo abundan los festivales por todos lados. Desde los
consagrados por batutas expertas hasta los embrionarios, estos últimos
en manos de chavales que actúan con una fuerza y vehemencia realmente
envidiables; pero, sobre todo, se les admira (los admiro) por no esperar
las bendiciones o los apoyos presupuestales de los gobiernos o las
universidades. Ellos agarran la corchea por los cuernos, talonean por
aquí y por allá y arman su festival.
Tal es el caso, por ejemplo, de Tony Anzures, pianista
veinteañero que junto con otros compañeros del Centro Morelense de las
Artes, cansados del atolondramiento oficial, arman por su cuenta el
segundo Festival de Jazz Morelos, con cinco días de conciertos,
conferencias y cine que trascienden los muros de su escuela y se
esparcen por Cuautla y Cuernavaca, en los foros y el lago del Jardín
Borda, el Teatro Ocampo y el Tres Escénico de Cuautla. Las actividades
concluirán el 20 de marzo. facebook.com/festivaldejazzmorelos .
Otro caso emblemático es el de Cynthia Calderón y Ramiro Jiménez,
vocalista y bajista de Los Increíbles Pájaros Lolos, que esta semana
reportan haber conseguido el escenario del Parque Los Cárcamos para la
segunda edición del Festival de Jazz de León, organizado también de
manera independiente con grupos de toda la comarca. Un esfuerzo
realmente encomiable, de un día de duración.
facebook.com/FestivaldeJazzdeLeon .
Julio Recinos, videasta, vocalista y percusionista de Mazatlán,
retoma las riendas del Festival de Jazz Chilo, en el puerto sinaloense,
cuna de Chilo Morán y Mario Patrón, Leo Corona y Roberto Arballo Betuco.
Cinco días de conciertos, clínicas, conferencias y cine en el teatro
Ángela Peralta, la Casa García y la Plazuela Machado.
facebook.com/julio.recinos.752 .
Y por supuesto, están los festivales consagrados, como el Jazztival de Michoacán,
fundado y dirigido por Juan Alzate, saxofonista virtuoso e incansable
promotor del género contra viento y burocracia. Esta 14 edición se
concluiá el 22 de marzo en escenarios de Zamora, Pátzcuaro, Zitácuaro y
Morelia, con un cartel de primera línea, como siempre.
La 19 edición del Festival Eurojazz,
que concluirá el 20 de marzo, continúa con una imponente convocatoria.
Las áreas verdes del Centro Nacional de las Artes vuelven a lucir
repletas de chavales que no dudan en ir y aplaudir y echar desmadre
durante las 12 tardes gratuitas de jazz europeo; aunque muchas veces la
calidad de los grupos convocados (por las embajadas de cada país) deje
muchísimo que desear. Ojalá que alguien se anime a hacer algo en esto
del rigor selectivo.
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