MONTERREY, NL (apro).- Con “Un hombre irracional” (Irrational Man),
Woody Allen regresa con sus viejos amigos temáticos: la infidelidad y
la muerte.
El maestro neoyorquino no puede sustraerse de las obsesiones que lo
acosan, con una recurrente proyección de lo que parecen ser sus
fantasías eróticas. Una vez más presenta a un hombre maduro que sostiene
un romance indebido con una jovencita. La sociedad los acepta, aunque
en silencio los reprocha.
Abe Lucas (Joaquin Phoenix) es un gran personaje, como un reflejo de
lo que el mismo Allen parece suponer sobre el atractivo que genera una
personalidad genial, por encima del fenotipo. El recién llegado profesor
de filosofía trae una larga historia de promiscuidad, depresiones y
tragedias, que lo convierte en una celebridad estudiantil.
El tipo enseña lo que es realmente el aspecto sexy de la
inteligencia. Físicamente desagradable, con el vientre desbordado y con
un carácter huraño, resulta irresistible. Su encanto enigmático desata
pasiones entre las mujeres que lo rodean. Fracasó en su impulso de
cambiar al mundo, y se convirtió en un cínico, pero las chicas lo
adoran.
Allen, mago del guión, consigue hacer milagros con base en los
diálogos. La acción es prácticamente nula. Pero los personajes se
expresan con una delirante exactitud sobre temas tan cotidianos como el
hastío, la búsqueda del ser y el amor en sus manifestaciones extremas,
tan sublimes como instintivas. Hay una sensación de ligereza en el
ambiente. Las preocupaciones son las de cualquier persona que tiene un
poco de intensidad emocional.
Sin embargo, en algún punto del camino, el profesor atrapado en un
inusual estado de tranquilidad, decide, por un absurdo azar, bordar la
temática de la muerte como un experimento real, que le proporcionará
escapismo existencial. La sique torcida, el consumo desmesurado de
filosofía clásica, y la necesidad de una emoción revitalizadora, llevan
al maestro a adentrarse en aguas profundas y peligrosas.
El mercurio sube siempre en los dramas de Allen. Paulatina e
imperceptiblemente, el termómetro va en ascenso y, de pronto, la
situación arde. Lo que parece ser el viaje de un hombre buscando
respuestas, se transforma en un thriller. El misterio es materia
maravillosa en manos del director.
Las circunstancias envuelven al transgresor. El hombre circunspecto,
encapsulado en sus propias circunstancias, se mueve hacia la conducta
grotesca. La desesperación cobra su cuota.
Emma Stone, convertida en la princesa del pop fílmico, hace un buen
trabajo como la ingenua estudiante que pretende rescatar al profesor de
su destino de sombras. En esta segunda entrega con el director, parece
que ocupará el sitio que deja vacante Scarlett Johanson, como su musa.
Por momentos, “Un hombre irracional” se aproxima peligrosamente a “La
provocación” (Match Point). Existen elementos paralelos de impulsos
frenéticos de aniquilación, en medio de la infidelidad, que desquicia la
prudencia de los amantes. Sin embargo, en esta ocasión la anécdota toma
un giro inesperado hasta acceder a un final precipitado y, por absurdo,
poco satisfactorio.
Es una producción típica de Woody Allen, con temática adulta:
diálogos excelsos, tensión sexual y la tentación del crimen, como
solución extrema.
Es interesante, pero no está entre sus mejores trabajos.
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