Argentina y la pesada herencia de la "dictadura de Videla" y la dictadura Neoliberal.
Fernando Buen Abad Domínguez
Rebelión
Argentina conmemora, en pie de lucha, un año más de la monstruosidad que el imperio preparó para cercenarle, en sus hijas e hijos, una parte grande de la historia y del futuro. Se trata de una conmemoración de batalla, una lucha con las lágrimas bien frescas, las heridas sin cerrar y la urgencia de justicia en las gargantas. Aunque los sirvientes de la amnesia oligarca hagan el papelón de negar a los 30 mil, ese número es bandera mundial que los pueblos abrazan como suya en las horas duras en que el pasado más negro se convierte un presente irracional. "Pesada Herencia" es el neoliberalismo macabro iniciado por la dictadura hace 40 años.
30 mil desaparecidos no son un invento, son expresión cruda y macabra de un "plan" de exterminio, de un proyecto criminal en manos de un gobierno encaramado en el poder por el impulso del imperio. 30 mil desaparecidos no son una cifra de discurso plañidero ni un juguete de las encuestas, es la cifra espejo que refleja el hambre de las bestias oligarcas cuando se trata de saquear a un pueblo y esclavizar su mano de obra. Todo por dinero para unos cuantos asesinos militares y empresarios. 30 mil "desaparecidos" que son nuestros, que son inspiración y bandera planetaria a pesar de las mil canalladas intentadas una y otra vez. Ni el "Punto Final" ni la "Obediencia debida" camufladas como "leyes" borraron una gota de la sangre derramada y ni un milímetro de la dignidad atlántica del pueblo argentino que clama por los 30 mil hoy como en la primera hora.
Nadie podrá silenciar las voces de las Madres de Plaza de Mayo; las Abuelas y los nietos que son ejemplo e inspiración de lucha en todo el planeta. No hay estratagema mediática que logre disfrazar la operación a mansalva, el desprecio criminal y la avidez abyecta de la burguesía argentina que apoyó la monstruosidad y se benefició con ella. Un crimen de lesa humanidad perpetrado por la clase dominante. No hay atenuantes.
Se trata de un episodio imborrable del Terrorismo de Estado. Un ejemplo claro de la perversión extrema a que está dispuesta a llegar la burguesía para asegurar sus planes de saqueo, explotación y humillación de los pueblos. Y no siendo el único caso, tiene en su ser la identidad del dolor histórico más hondo e imborrable. Sólo la lucha da la fuerza para serenar un poco la pena, secar las lágrimas un momento y mantener clara la ruta. Son 30 mil nuestros, mundiales.
Esos 30 mil, habitan un sitial histórico mundial. Están en esa memoria grande que camina hacia la Justicia Social. Que avanza, a pesar de todo, haciéndose conciencia y presencia en las estrellas de las noches argentinas tanto como en los soles de las luchas revolucionarias de todo el mundo. Ese es su lugar de batalla y desde ahí se perfecciona su lucha. Más viva que nunca. No es sólo expresión de un deseo en ocasión de un homenaje. Es una línea programática de las mejores luchas que se incuban en el mundo y donde cada uno de los caídos en combate, cada uno de los victimados o desaparecidos por la bestia neoliberal, emerge como luz y como ruta. Imborrables.
La peor de las injusticias es la amnesia que se fabrica y se inocula mezclada con mentiras y falacias mediáticas. La peor de las injusticias contra mujeres y hombres que lucharon -y que luchan- por un mundo sin miseria y sin humillaciones, es la des-memoria, la indiferencia y la tergiversación. Los 30 mil nuestros de la Argentina, están ahí para mantenernos firmes y claros, para que no perdamos perspectiva, para que entendamos el tamaño de la criminalidad burguesa y para que tomemos las medidas correspondientes en la hora en que salvar la vida depende, también, de salvar la memoria de las luchas.
Ahí donde están nuestros muertos de Tlatelolco (1968), nuestros 43 de Ayotzinapa y los 43 de Venezuela. Ahí donde están todos los caídos de Honduras, Nicaragua, el Salvador…Perú, Chile, Bolivia y Brasil… Los caídos en las luchas del África humillada, de Asia y de Oceanía… del planeta todo… ahí están los 30 mil de Argentina haciéndose programa de vida y camino para una humanidad urgida de dirección revolucionaria. De ese calibre es la vigencia de los 30 mil argentinos y argentinas, de ese tamaño real es su valor político y su valor simbólico. Esa es su estatura moral y ese es el fulgor de sus rostros sur que desfilan cada jueves en la plaza que se convierte en carrusel de dignidad popular en pleno Buenos Aires.
Conmemorar a los 30 mil nuestros implica, entonces, una forma nueva de la memoria. Al menos un forma distinta. La forma que cambia los relojes y los hace medidores del futuro. La forma que hace vivos los anhelos y hace presentes a los desaparecidos. La forma de la lucha revolucionaria que no quiere más un mundo fracturado en poseedores y desposeídos, un mundo dolorido y doloroso, un mundo de excluyentes y de excluidos. Conmemorar a los 30 mil, sea cuando sea, es una tarea planetaria. Es mandato mundial y fuerza de hermandad transformadora que nadie podrá arrebatarnos, que no podrá ser silenciada mientras exista en el planeta una voluntad dispuesta a levantar la voz y a encender una luz de esperanza. Como lo hacen permanentemente, las Madres, las Abuelas y los Hijos de nuestros 30 mil.
Argentina es hoy, también, una madre más con alma de Patria Grande, parida por sus 30 mil hijos que son la voz atronadora de una dignidad irreductible. Argentina es un filón de la historia acosada por jaurías insaciables que dan vueltas y vueltas a contramano de la Historia mientras la dignidad avanza, también, de la mano de sus 30 mil que son nuestros y del mundo entero. Es ese uno de sus mejores rostros, uno de sus bastiones de rebeldía y de insumisión. Algo de lo mejor que tienen y algo de lo inmortal sólo si nos aseguramos de frenar el saqueo, la explotación y el olvido. Sólo si terminamos con el capitalismo. Sólo si homenajeamos los mejores anhelos de los 30 mil nuestros, profundizando sus luchas. Hasta que todos aprendan a decir ¡Nunca Más!
Dr. Fernando Buen Abad Domínguez
Universidad de la Filosofía
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