CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El caso de tortura en Ajuchitlán,
Guerrero, por parte de militares y policías federales a una mujer, es
uno de tantos que desde hace años se vienen denunciando en todo el país y
que forman parte de esta guerra no convencional en la que están
atrapadas las fuerzas armadas y policiales.
El titular de la Sedena, Salvador Cienfuegos. Foto: Benjamin Flores
Pero si se trata de un caso más entonces por qué el general Salvador
Cienfuegos salió a disculparse ante más de 25 mil soldados reunidos en
la plaza Damián Carmona de la zona militar en un evento que parecía más
una convocatoria de unidad ante futuras tempestades que una acción de
disculpa ante la sociedad.
El
general Cienfuegos ha sido protagonista en varios actos públicos en los
que ha participado más con un mensaje político que como
tradicionalmente lo hacía el jefe de las fuerzas armadas, con discursos
institucionales.
En noviembre del 2014, por ejemplo, al participar en el inicio de
construcción de un nuevo cuartel para la Policía Militar, en Monterrey,
el secretario de la Defensa dijo que los militares aportaban sus mejores
esfuerzos al servicio de los ciudadanos sin amedrentarse “por juicios
injustos, algunos sin duda erróneos, carentes de fundamento,
malintencionados y que la institución armada nacional no merece”.
El discurso del general se dio bajo el contexto de dos casos en los
que las fuerzas militares estuvieron y están bajo el escrutinio nacional
e internacional: las ejecuciones en Tlatlaya y los estudiantes
desaparecidos de Ayotzinapa.
Dijo mucho más en esa ocasión. Pidió acabar con “la indolencia, la
insensibilidad, el silencio, la violencia desmedida y la complicidad”
que obstruyen y limitan la verdadera esencia de la justicia. Y terminar
con el rumor, la intriga y la deslealtad que, dijo, “corroen cimientos,
mancillan convicciones, frenan el potencial que tiene el país y
debilitan las instituciones”.
Hoy que una vez más se pone en entredicho a las fuerzas militares,
que desde Estados Unidos la candidata Hilary Clinton pidió que respeten
más los derechos humanos y que se difundió ese video donde se muestran a
dos mujeres, una militar y otra policía, torturando a otra mujer, el
general Cienfuegos vuelve a aparecer con un discurso político pero con
armadura castrense.
Nada es gratuito y menos cuando Cienfuegos habló en un acto que
parece desproporcionado para ofrecer disculpas como el realizado el
sábado 16 en el corazón de la Secretaría de la Defensa Nacional ante
miles de soldados, un día después de que se “filtró” el video de la
tortura.
Contra la costumbre de guardar silencio, casi de inmediato la
Secretaría de la Defensa reconoció el hecho y dijo que ya se había
denunciado ante la PGR.
El mensaje del general Cienfuegos un día después pareciera tener un trasfondo más importante que una disculpa social.
En un contexto de exacerbación ciudadana, de brotes de inconformidad
social por acciones desastrosas, actos de corrupción y de saqueo por
integrantes del gobierno, del surgimiento de grupos de autodefensas que
buscan frenar la violencia en sus lugares de origen y, sobre todo, ante
los visos de grandes movimientos sociales en víspera de las elecciones
del 2018, el protagonismo de las fuerzas armadas es y será importante.
Más que Cien Fuegos, el jefe del Ejército pareciera ofrecer disculpas
anticipadas ante los miles de fuegos que podrían suscitarse en el país y
que desde fuera se ven con preocupación porque podrían propalarse en
tiempos de crisis. Ante este riesgo, ojala no sean disculpas adelantadas
por lo que habrá de hacer.
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