CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La tortura en el Ejército Mexicano contra
civiles es una inmunda práctica cotidiana, casi recreativa o deportiva:
Los soldados pueden someter a castigos físicos y sicológicos a quien
deseen, en todo momento y en todo lugar, a muchas de cuyas víctimas
desaparecen si les da la gana.
Cada 15 días se registra en México, en promedio, un caso de tortura a
manos de militares, dos al mes y 25 al año. Así fue en todo el sexenio
del panista Felipe Calderón y así ha sido en los tres primeros años del
priista Enrique Peña Nieto, unidos en esta infamia como en tantas otras.
La
fuente de estas cifras que ofuscan no es una contestataria organización
no gubernamental ni un radical organismo mundial que defiende los
derechos humanos, sino la propia justicia militar de México: Entre 2007 y
2015 se registraron 229 casos de tortura cometidos por militares y 102
desapariciones forzadas.
Estos datos proporcionados por el procurador de Justicia Militar,
general Jesús Gabriel López Benítez, en entrevista con el diario Milenio y la agencia EFE, revelan la gravedad del problema de la tortura en México por parte del Ejército.
Se trata sólo de casos documentados, que han sido parte de un proceso
judicial, por lo que se puede presumir que la “cifra negra” es mucho
mayor, sobre todo desde que Calderón puso a las Fuerzas Armadas en
funciones de policía y cuyas violaciones de derechos humanos se
dispararon.
Por eso la única razón por la que el secretario de la Defensa
Nacional (Sedena), general Salvador Cienfuegos, depuso su habitual
arrogancia para ofrecer una “sentida disculpa” pública por los “sucesos
repugnantes” de tortura en Guerrero es que la deshonra de las Fuerzas
Armadas –y el gobierno todo– ha llegado a niveles intolerables.
Pero este giro histórico en el discurso del máximo jerarca del
Ejército, que se materializó este sábado 16 de abril tras difundirse
tres días antes el video en el que dos militares y tres elementos de la
Policía Federal torturan a una mujer, no implica necesariamente un
cambio de fondo en el combate a la impunidad castrense, que sería lo
deseable, porque él mismo advirtió que se trata de “hechos aislados”.
No es cierto y el general secretario lo sabe (en realidad lo sabe
todo el mundo): Además de las cifras hechas públicas por el procurador
militar, la Procuraduría General de la República (PGR) recibió 4 mil 55
denuncias por tortura en sólo ocho años –del 1 de diciembre de 2006 al
31 de diciembre de 2014–, de las cuales mil 273 involucran a militares.
No pasa desapercibido el insólito mensaje que Cienfuegos dirigió a
decenas de miles de soldados en el Campo Militar Número Uno, donde han
sido torturados mexicanos que nada tienen que ver con conductas
delincuenciales –y transmitida en televisión a los cuarteles en el
país–, pero parece inscribirse en la misma línea discursiva que ha dado a
su gestión, avalado sin duda por Peña, comandante supremo de las
Fuerzas Armadas.
Nunca antes un titular de la Sedena como Cienfuegos (quien además
vivió desde dentro la actuación del Ejército en el movimiento
estudiantil de 1968, la guerra sucia de los sesenta y setenta, así como
la “guerra” que inició Calderón contra un sector de la delincuencia
organizada) había sido tan activo mediáticamente.
En todo caso, ojalá que la cerrazón que el general secretario ha
mostrado ante el escrutinio internacional por los casos de Ayotzinapa y
Tlatlaya –“no permitiré que nos traten como criminales”– se transforme
en medidas que honren su promesa de que toda conducta delictiva de los
militares, como la tortura y las desapariciones forzadas, no queden
impunes a ningún nivel:
“Desde el cabo hasta el general con mando de tropas somos
responsables de los soldados puestos a nuestras órdenes, y también somos
responsables de lo que hagan o dejen de hacer. No se deben emitir ni
cumplir órdenes contrarias a la disciplina militar, esto está en
nuestras funciones, en nuestra cultura profesional militar, en nuestra
doctrina, y en nuestras leyes y reglamentos.”
Que se cumpla…
Apuntes
El combativo presidente del PAN, Ricardo Anaya, denunció que
sólo seis de cada 10 miembros del Constituyente de la Ciudad de México
serán electos el 5 de junio. “No perdamos de vista que sólo el PRI, ya
de entrada, tiene garantizado, sin el voto de los ciudadanos, más de 20%
de la integración del Constituyente”. Tiene razón: Sólo que él como
presidente del PAN aprobó, de la mano de PRI y PRD, esta integración.
Oportunismo e hipocresía en estado natural.
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
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