Desde la Luna de Valencia
Por: Teresa Mollá Castells*
Esta
semana y, de nuevo, las mujeres hemos tenido que salir de nuevo a las
calles para reclamar el cumplimiento de los compromisos adquiridos con
nosotras. Se trata de la reducción de la partida de doscientos millones
que se contempla en el pírrico Pacto de Estado contra la Violencia
Machista para los Presupuestos Generales del 2018 que, como sabemos,
están por aprobar.
Solo se han presupuestado ciento treinta de esos millones. Los
setenta restantes desaparecieron por arte de magia. Y yo me sigo
preguntando lo mismo ¿tan poco les importa la protección integral de
nuestras vidas de mujeres y criaturas para actuar de esta manera tan
inhumana? ¿Acaso los impuestos que pagamos las mujeres no tienen el
mismo valor que los que pagan los agresores sean del tipo que sean?
No perdamos de vista que quienes aprueben esos presupuestos están
atentando contra nuestra integridad al permitir que la partida pactada
no salga como inicialmente estaba prevista. No olvidemos que esa falta
de acción también es violencia. Se llama violencia de género
institucional y tiene muchas caras y entre ellas está esta, la de
recortar recursos sin importar las consecuencias, aunque ello comporte
la pérdida de vidas de mujeres y niñas.
Quien vote a favor de unos presupuestos sin la partida inicial que
preveía el Pacto de Estado estará dando por válidas las políticas que
ejercen violencia contra nosotras y nuestra infancia y que, por tanto,
permiten que nos asesinen.
Me da igual el color político, puesto que a estas alturas estoy más
que harta de la palabrería que se utiliza de manera demagógica por casi
todos los líderes políticos. Estoy harta de lacitos morados. O negros
según sea la ocasión. No me valen los símbolos si estos no van
acompañados de realidades. No me valen las palabras si no van
acompañadas de hechos. Y hechos por parte de quien puede hacerlos, de
momento, no veo ninguno. Y en política, tan importantes son las palabras
como los hechos. Que no se nos olvide.
Estoy harta de tanta vacuidad cuando de la vida de las mujeres se
trata. Estoy harta de la apropiación del discurso feminista mal hilado y
peor llevado con fines electoralistas. Hasta las narices de que en esa
apropiación se utilicen intencionadamente términos confusos para que
pasen como preocupaciones importantes cuando en realidad son puro
maquillaje. Basta ya de que se nos utilice dependiendo de la situación
política a un año de las elecciones autonómicas, municipales y europeas
con discursos que banalizan esos asesinatos al dejar sin recursos su
prevención.
Habrá quien pueda opinar que ya se están destinando suficientes
recursos y que las políticas que se están llevando a cabo son más que
suficientes para prevenir el rosario continuado de asesinatos de mujeres
y niñas a manos de tipejos malnacidos y desalmados. Yo solo les
contestaría que esas palabras se las digan a las mujeres supervivientes o
los familiares y amistades de las mujeres asesinadas.
Al parecer se ha institucionalizado la normalización de que las vidas
de las mujeres tienen menos valor que las de los hombres y, que por
eso, la protección de sus vidas no es prioritaria. Porque no valorar de
igual manera la vida de una mujer o una niña que la de un hombre e
incluso buscar todo tipo de artimañas para poder justificar la violencia
ejercida sobre ella, también es violencia.
Se llama violencia estructural de género y es la más silenciosa pero
también la más dura de todas. Es la que implica a las estructuras de
poder de las diferentes instituciones. Y se ejerce cuando no se destinan
fondos para la prevención. O cuando no se cree en las palabras de las
víctimas. O cuando se las revictimiza. O cuando no se forma a los
agentes de la judicatura y la fiscalía para despatriarcalizar la
justicia y que esta sea realmente justa y equitativa. O cuando no se
respeta cada NO de una mujer. Y así un largo etcétera.
Podrán pensar seguir en sus sillones sin tener en cuenta nuestras
opiniones, las del movimiento feminista, las voces de las mujeres, pero
lo único que conseguirán es hundirse más en su indignidad. Porque con
cada mujer asesinada, que por supuesto caerá sobre sus conciencias, el
grado de degradación moral al que van descendiendo también aumentará.
Hemos de sacar a toda esta gente de las instituciones para poder
poner en ellas gente honesta y justa. Pero no me refiero solo a la gente
del PP que es quien nos (des)gobierna, no. Me refiero también a la
gente que les da apoyo y a quienes también les dan igual nuestras vidas.
Me refiero también a Ciudadanos, a quienes no les importa decir hoy
blanco y mañana negro con tal de seguir subiendo en las encuestas de
intención de voto. Tampoco les importa nada pactar con quien sea para
“pillar cacho” de protagonismo. O de cuestionar abiertamente las
denuncias de las mujeres víctimas, como hizo Toni Cantó, con tal de
tener sus minutos de gloria. Así nos luce a las mujeres.
Así las cosas, no podemos permitirnos el lujo de no salir a las
calles a gritar nuestra indignación y nuestra rabia al comprobar, por
enésima vez, que nos siguen intentando tomar el pelo. Pero que, como
mínimo nos van a tener que escuchar llamarles indignos e incoherentes,
al tiempo que se convierten, por su inacción, en cómplices de cada uno
de los asesinos y maltratadores que golpean nuestras vidas y nuestros
cuerpos.
Yo no pienso callarme y permitirles que sigan con sus iniquidades. Y tu ¿lo vas a permitir?
* Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent
CIMACFoto: Lizbeth Ortiz
Cimacnoticias | Ontinyent, Esp.-
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