Durante lo que
va de la campaña electoral hemos podido acercarnos a los candidatos,
abundar en la forma de ser de algunos y constatar lo que ya sabíamos de
otros. De Margarita Zavala sólo puedo decir que causó más algarabía con
su claudicación que con su ingreso a la carrera presidencial, sobre todo
en los candidatos del Partido Acción Nacional (PAN) y del Partido
Revolucionario Institucional (PRI), que “saborean” los 2 o 3 puntos
porcentuales que Margarita abandonó.
En el segundo debate, José Antonio Meade
Kuribreña –que a mi juicio era el candidato más serio, que no efectivo,
junto a Andrés Manuel López Obrador–demostró todo el priísmo del que su
partido lo intentó alejar, al mentir, difamar y tildar de secuestradora
a Nestora Salgado. Mandó Meade a las instituciones al diablo, a
las que exoneraron a Salgado y a las electorales que permitieron su
registro en las boletas. Con esta calumnia y con la férrea defensa que
del presidente Enrique Peña Nieto hizo en el debate, Meade ha sellado su
derrota electoral; claro que eso sin contar que existe el riesgo de que
desde el gobierno federal se cometa fraude en la elección, aun
asistiremos a las más grandes marrullerías priístas antes de que acepten
perder el poder político y económico que les ha representado “gobernar”
a los mexicanos.
De López Obrador me parece que ponerse
al nivel de Ricardo Anaya en sus ataques verbales no era lo más adecuado
para su desempeño, pero corría dos riesgos: no hacer nada y fungir de costal de box
para recibir todos los golpes mediáticos –infundados, la mayoría– de
Ricardo, y en televisión nacional con millones de electores observando
el segundo show electoral parecer débil ante el diestro
“hablantín” y dejarlo crecer en aparente aplomo y valor, que es algo que
le sale bien al panista-perredista a la hora de actuar frente a las
cámaras. El otro riesgo que tuvo Obrador era contrarrestar al panista y
parecer más fuerte, y eso fue lo que hizo. Ya las encuestas irán
deshilvanando el enredo del segundo debate y posicionarán a los
contendientes, aunque no creo que haya grandes cambios. Lo de Ricky Rickín Canallín,
al parecer una ocurrencia de López Obrador, puede ser bajo, como poner
sobrenombres en la escuela, pero los apodos te los ponen por tus
características físicas o sicológicas. Pudo ser un recurso para salir
del paso de los ataques de Anaya, pero con los niveles de debate que
tenemos y las mentiras y las denostaciones de los otros contra el
puntero, puede resultar un acierto mediático; al final los debates son
eso: golpes mediáticos. No me explico que haya quien, a partir de un
debate, decida su voto, a menos que no cuente con mucha información ni
de las trayectorias de los candidatos ni de sus propuestas, si es que
las tienen.
Mención aparte merece Ricardo Anaya,
pues en el primero como en el segundo debate ha mentido
sistemáticamente, sobre todo en contra del puntero en las encuestas; ya
las noticias sobre los infundios de Anaya son varias. Periódicos como El Universal, Reforma y Milenio,
así como el portal Verificado 2018 han publicado varios desmentidos al
respecto. Pero son tantas y tan variadas las mentiras que ha proferido
Anaya en los debates y, en general, en la carrera presidencial que le ha
dado material al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) para
publicar un documento digital titulado Las mentiras de Anaya, frente al robo del futuro.
En el texto editado por RA (https://mentirasdeanaya.com/#section-01),
además de las mentiras de Ricardo, se hace una compilación de sus
contradicciones y traiciones desde que en su juventud fuera militante
priísta. Pero la incongruencia mayor no es de Ricardo Anaya el que
miente y se contradice casi cada que abre la boca, lo más incongruente
es que él, que ha dicho ser fan de las nuevas tecnologías y del uso del
internet, en su día a día no se percate de que cada nuevo infundio que
comente queda registrado en internet y es reproducido en las redes
sociales; y entonces se convierten sus mentiras en armas en su contra.
Anaya parece no darse cuenta de que en estos tiempos ser embustero y
salir bien librado ya no es tan fácil; lo está siendo al puro estilo
priísta de las épocas menos informadas. Y cuando hablo del PRI es
inevitable regresar a Meade mintiendo sobre Nestora Salgado, lo que
incluso lo puede llevar a enfrentar una demanda por difamación.
Del segundo debate, más allá de las
denostaciones, las bromas, los insultos y las pocas propuestas de los
tres principales candidatos –y es que hay que entender que los formatos
de los debates no dan para exponer proyectos de nación–, quedarán para
la historia el gesto de la cartera, el señor del costal cuyo relato ya
han desmentido o particularizado en algunos medios; y el momento de las
falsas acusaciones de Meade contra Salgado, cuando también el priísta,
como el panista, fue a invadir el espacio de López Obrador. Actitudes
físicas agresivas que, acompañadas de la mentira en ambos casos,
quedarán como momentos claves en sus carreras presidenciales, ya se verá
si en su beneficio o para su debacle. Esos fueron algunos de los
momentos más críticos del segundo debate y que me parece han favorecido a
Obrador.
Por ser ecuánime sólo quiero decir en defensa de Jaime Rodríguez, el Bronco,
que está ejecutando bien el papel de “bufón electorero” que le
asignaron, y que por momentos me ganó varias risas, pues eso es: un
político irrisorio, tal vez el mejor ejemplo de la podredumbre de
nuestra clase política. Y mientras a Anaya hasta los ángeles lo acusan
de robarles –y es que la agrupación de apoyo a migrantes Ángeles sin
Fronteras lo inculpó de plagiarles en 10 minutos una propuesta para la
atención y ayuda a migrantes, que en seguida presentó como suya (http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2018/05/19/angeles-sin-fronteras-acusan-a-anaya-de-oportunismo-7791.html)–
esperaremos el tercer debate y el desenlace de lo que parece ser la
elección presidencial más peleada y que promete ser la más nutrida por
la participación ciudadana en nuestra historia.
Roberto E Galindo Domínguez*
*Maestro en apreciación y creación
literaria, maestro en ciencias, literato, arqueólogo, diseñador gráfico.
Cursa el doctorado de novela en Casa Lamm. Miembro del taller literario
La Serpiente
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