71 Festival de Cannes
Leonardo García Tsao
Cannes.
El director japonés Hirokazu Kore-eda
cuenta con el raro privilegio de ser conocido en México, pues varias de
sus películas se han distribuido en nuestro país (previo estreno en la
Muestra de la Cineteca, casi siempre). Así, se ha tenido la oportunidad
de apreciar su gusto por las historias familiares y el tacto y sutileza
con las que las aborda.
Su realización más reciente, Manbiki kazoku (en inglés se le ha puesto el título de Shoplifters, el
término intraducible para designar a los ladrones de tiendas) trata
sobre una familia proletaria que vive toda junta, hacinada en un solo
espacio reducido. El padre Osomu (Lily Franky) y el niño Shota (Jyo
Kairi) recogen a una niña pequeña, Yuri (Sasaki Miyu) abandonada en la
calle, con huellas de maltrato. Sin más, tras una breve consulta con la
madre (Ando Sakura), deciden adoptarla. Donde comen cinco, comen seis.
Aunque Osumo trabaja en una construcción, su verdadero oficio es el
de ladronzuelo que le ha enseñado a Shota el arte de robar en tiendas de
autoservicio. Mientras la abuela (Kiki Kilin) vive de cobrar la pensión
de su marido muerto. La familia vive, pues, de la transa. Pero se las
arreglan para pasarla bien. Sin embargo, el arresto inevitable de Shota
descubre que la familia no es lo que parece.
Desde luego, eso provoca la separación de los niños y las
consecuencias judiciales. Kore-eda es demasiado inteligente para
explotar esa situación con fácil sentimentalismo. Manbiki kazoku
conmueve porque sabemos que, por ejemplo, Yuri era más feliz con su
familia adoptiva que con sus verdaderos padres clasemedieros, sin que se
subraye demasiado el contraste. Aunque no es la mejor película de su
autor, ha sido suficiente para mantener la calidad de la competencia.
Quincena de Realizadores
No obstante, el estreno más importante del día estuvo en la Quincena de Realizadores. Se trata de Cómprame un revólver, coproducción
mexicano-colombiana, dirigida por Julio Hernández Cordón, quien tiene
ya siete largometrajes en su haber. Además, ha tenido el mérito de
reinventarse en cada instancia consiguiendo ahora su mejor realización a
la fecha.
La película podría definirse como una fantasía futurista. En un territorio salvaje, los narcos han
tomado el poder. Las mujeres han desaparecido y los pocos hombres
civiles desempeñan labores serviles. En esa realidad áspera, la pequeña
Huck (la encantadora Matilde Hernández Guinea, hija del realizador)
ayuda a su papá drogadicto (Rogelio Sosa), quien atiende un campo de
beisbol para que jueguen los narcos. Ella y otros niños serán la última forma de justicia.
A pesar de lo terrible del planteamiento, todo está filtrado a través
de la mirada inocente de la niña. La poesía visual que asomaba en Te prometo anarquía (2015)
es ahora predominante y el efecto es totalmente persuasivo. Mucho habrá
que hablar de la película cuando se estrene en México.
Como la competencia acapara el espacio, pocas oportunidades hay para
mencionar a la Quincena, que ha sido llevada a lo largo de siete años
con singular eficacia por el buen amigo Édouard Waintrop, frecuente
invitado al festival de Morelia.
Con su selección coherente y atinada, la Quincena se ha vuelto en ese
tiempo una opción siempre considerable ante los excesos de la sección
oficial. Por desgracia, es el último año de Waintrop en el cargo.
Twitter: @walyder
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