El huachicol está en
el centro de la agenda política nacional. Y en el de las conversaciones y
preocupaciones de millones de ciudadanos. Casi cada día, desde el
pasado 27 de diciembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador habla
de este asunto, la prensa le dedica más y más espacio, las redes
sociales lo abordan hasta el hastío y los automovilistas de las
entidades que deben hacer largas filas para llenar los tanques de
gasolina de sus vehículos lo padecen.
Los huachicoleros se han convertido en los enemigos públicos
más importantes del país. Son, en el discurso del nuevo gobierno, los
responsables de buena parte de nuestros males. Han pasado a ocupar el
lugar de villanos favoritos que, durante muchos años, tuvo la mafia del
poder. Por su culpa –se les acusa con las cifras en la mano– la nación
pierde cada año 65 mil millones de pesos.
Pero, por lo pronto, son malvados sin nombre y sin rostro. Si al frente de los cárteles de la droga hay líderes emblemáticos que se mandan hacer corridos, los huachicoleros son un grupo criminal sin figuras. El Chapo Guzmán, Ignacio Coronel o El Mencho han aparecido en las listas de los delincuentes más buscados por la autoridad y hasta en la de los millonarios de Forbes. En cambio, los grandes capos del robo de combustible son anónimos.
Este vacío de figuras representativas permite sugerir, sin necesidad
de aportar pruebas, que detrás del negocio se encuentran las figuras más
disímbolas. Casi cualquiera puede ser acusado de beneficiarse con el huachicol. Por ejemplo, la dirigente nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky, deslizó como no queriendo la cosa:
Hay estados donde hay una mayor concentración (de robo de hidrocarburos), no sé por qué, casualmente son estados panistas.
La lista de los imputados en medios de información y redes sociales
sin casi presentar evidencias es kilométrica. En ella están el dirigente
del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, funcionarios de
Pemex, dueños de gasolinerías, empresarios, bandas del crimen
organizado, peces gordos de las pasadas administraciones. Y, aunque hay
investigaciones periodísticas que muestran vínculos estrechos entre cárteles y huachicol, esta información no ha sido incorporada al discurso oficial.
Las autoridades anunciaron en días pasados que, como parte del combate a la ordeña de
ductos de Pemex, detectaron y congelaron cuentas bancarias ligadas a
ese delito. Y que iniciaron carpetas de investigación y elementos
federales han detenido y puesto a disposición del Ministerio Público a
personas sorprendidas en actos de sabotaje contra la red de suministro
de combustible. Pero, hasta ahora, no ha caído ningún
pez gordo.
En distintos momentos, Andrés Manuel López Obrador ha denunciado que (cinco) ex presidentes no hicieron nada para combatir el huachicoleo,
no obstante que estaban al tanto del problema. En una de sus
conferencias matutinas, explicó: “Había una especie de ceguera, no se
veía y cómo que no se ve que se están robando mil pipas diarias; era una
especie de tolerancia, algo pactado o que se daba por hecho, pero de
tiempo atrás; estamos hablando de tres sexenios, así y los sistemas
[...] había la información, pero no se actuaba; es muy difícil decir ‘yo
no sabía’, las autoridades sabían”.
La construcción mediática de un enemigo de la patria (sin lugar a
dudas real) sin rostro y sin nombre, pone sobre la cabeza de muchos
viejos políticos y ex funcionarios públicos una eficaz espada de
Damocles, que puede caer sobre ellos en cualquier momento. De paso,
coloca a críticos del nuevo gobierno que señalan errores en la
estrategia de guerra contra el huachicol y la carencia de una estrategia oficial de comunicación eficaz como
aliadosde los villanos.
La justa guerra contra el hurto de hidrocarburos ha sido acompañada
desde el lado oficial de diagnósticos y convocatorias fuera de lugar.
Como si fuera una especie de vocería alterna de la Presidencia o un
ministerio de propaganda anexo, la Secretaría de Relaciones Exteriores
promociona el necesario combate contra el huachicol como una cruzada por la
soberanía nacionalque requiere de
unidad nacional(https://bit.ly/2ClbqaT). Obviamente, es muy importante y plausible combatir el robo de combustibles, pero ni es asunto de soberanía nacional ni requiere de la unidad nacional en torno a la figura presidencial.
Desde el otro lado de las trincheras, la oposición partidista a AMLO y
sus voceros han utilizado las molestias causadas por la escasez de
gasolina entre automovilistas y transportistas para cargar con todo
contra el nuevo gobierno. Según ellos, el desabasto es una muestra de la
incapacidad y la improvisación de la 4T. Algunos han ido más lejos y
han difundido falsas noticias sobre una supuesta carencia de alimentos.
Conforme pasan los días y las gasolinerías siguen sin tener
combustibles suficientes para resolver la demanda, crece la exigencia de
que los huachicoleros, esos enemigos sin rostro que tantos inconvenientes han ocasionado, tengan nombre y cara, y sean sancionados penalmente.
Twitter: @lhan55
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