1/17/2019

Nuestra frontera y la construcción de un enemigo



Donald Trump está decidido a construir un muro en la frontera con México. Así lo prometió durante su campaña y le es altamente rentable para relegirse en 2020. La idea del muro surge como alimento al tema antinmigrante tan presente en cualquier sociedad de llegada de migrantes. En ese entonces, sus asesores de imagen –particularmente Roger Stone, que para algunos es quien descubrió las habilidades de Trump para la política–, se preguntaban cómo alimentar ese sentimiento que sin duda le aportaría muchos votos y así fue. Y entonces se les ocurrió algo con lo que Trump se sentiría cómodo: la construcción de un muro. Incluso en sus primeros discursos de campaña afirmaba que nadie como él sabía construir muros. En una segunda etapa llegaría lo que ellos creen es el remate de esa idea: que el muro lo pagaría México.
Ciertamente, en el balance, Trump ya no tiene la fortaleza política que tuvo cuando inició su mandato; sin embargo, eso se debe a sus problemas legales, los pagos a actrices porno, lo que su abogado personal ha declarado y lo que está por declarar, la eventual obstrucción de la justicia, el uso de las instituciones para sus fines personales, la sospecha de que permitió y alimentó la participación rusa en el proceso electoral y otra veintena de investigaciones abiertas en su contra. Según las encuestas, todo ello ha mermado la preferencia de la sociedad estadunidense y pone en duda su relección. Sin embargo, el tema antinmigrante sigue siendo su fortaleza y seguirá presente por al menos dos razones. La primera, porque como ya dijimos, en ese tema el apoyo que recibe no ha disminuido, y la segunda porque le permite distraer a la sociedad de sus otros problemas legales.
El tema del muro pasa irremediablemente por la frontera con México. No sólo porque ese sería el lugar de su construcción sino porque se trata de vender la idea de que por la frontera entra lo que puede ser negativo para Estados Unidos. Trump no podría ser más evidente. En los pasados días ha declarado que hay que construir ese muro porque ello evitaría la entrada a Estados Unidos de drogas, terroristas, enfermedades, delincuentes e inmigrantes indocumentados. Poco importa que las drogas y los terroristas entren por puertos oficiales y no serían detenidos por el muro o que la abrumadora mayoría de los inmigrantes indocumentados o no autorizados se deriven de personas que al vencer sus visas permanecen en Estados Unidos y que tampoco serían detenidos por un muro. Así, en su lógica, la frontera es la zona de conflicto, la puerta que usan los enemigos para hacer daño. Tanto así que ha puesto en la mesa considerarla como zona de emergencia, ni más ni menos. Como si se tratara de una zona en guerra.
Hay quien piensa, empezando por nuestro presidente, que ese es un asunto interno de Estados Unidos, de la campaña de Trump y que no debemos meternos. Con tal de que el tema no se toque en las reuniones conjuntas, hasta podemos tener una muy buena relación en otros asuntos y tener oídos sordos a los insultos a los mexicanos y hacia una zona fundamental para México.
Si bien es cierto, engancharnos en lo del muro probablemente sería caer en la trampa que tiende Trump y tensar la relación con él, el silencio total en este tema es aun más peligroso. Si permitimos que en Estados Unidos se crea, ya no sólo por Trump y su base, sino por sectores más amplios de la sociedad, que la frontera del lado mexicano es una zona de conflicto, comparable a una zona en guerra, estaríamos afectando no solamente a los 15 millones de personas que ahí viven de ambos lados, en las áreas colindantes, sino a todo México, a su soberanía. Poco importará que no sea cierto. La percepción es la realidad y justamente a eso le apuesta Trump con nuestra complicidad, por lo menos por omisión. El tema continuará creciendo y será omnipresente en la campaña electoral de 2020 en Estados Unidos. Hasta ahora todas las voces que se han levantado en contra de esta construcción artificial del enemigo están en Estados Unidos.
Sigo pensando que el nuevo gobierno tiene la autoridad moral y el deber de no quedarse callado.
*Presidente de Mexa Institute

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