El presidente López Obrador
defiende su estimación de que la economía mexicana crecerá 2 por ciento
en el presente año y desecha las proyecciones de algunas empresas
privadas en torno a que dicho avance sería, si bien, de uno por ciento.
Tengo otros datos, y estoy seguro de que nos va a ir muy bien, porque nada más quitarle, como dicen los tecnócratas, toda la variable de corrupción al crecimiento, todo esto va a ayudar mucho. Y estoy optimista. Lo único que pido es seriedad en analistas, en quienes hacen esas proyecciones, porque si no a ellos les afecta, se desprestigian.
Tiene razón, porque tratándose de proyecciones y cálculos hay
infinidad de destartaladas bolas de cristal que a lo largo de los
últimos seis sexenios de plano no dieron una, y no solo en materia de
crecimiento económico.
Sirvan de ejemplo dos cálculos sobre un mismo tema, ambos divulgados
ayer: el primero, del Partido Acción Nacional, para el cual
las pérdidas económicas por el desabasto de gasolina superan ya 10 mil millones de pesos, de acuerdo con datos difundidos por gobiernos estatales y organizaciones productivas y empresariales. Y el segundo, de la trasnacional financiera Citibanamex, la cual proyecta
una pérdida bruta en el PIB atribuida a la escasez de combustible de alrededor de 39 mil millones de pesos, suponiendo que las condiciones vuelvan a la normalidad en los próximos días. Son tan exactos los ejercicios que, como se constata, la diferencia es abismal: casi cuatro tantos.
Otro ejemplo útil: el
compromisode crecimiento hecho por los seis gobiernos neoliberales. Si sus promesas se hubieran materializado (de Miguel de la Madrid a Enrique Peña Nieto), en los pasados 36 años la economía mexicana registraría un crecimiento anual promedio cercano a 6 por ciento, pero como el hubiera no existe, a duras penas promedió 2 por ciento. Y como estas muestras, mil más.
En vía de mientras, en su más reciente análisis –del que se toman los
siguientes pasajes– el Instituto para el Desarrollo Industrial y el
Crecimiento Económico subraya que México enfrenta el desafío de un
cambio de época; eso es lo que el presidente López Obrador plantea
cuando señala a la cuarta transformación como el paradigma que da
directriz a su gestión. Para que la misma sea exitosa se requiere de
transformar el sistema productivo.
Sin mayor crecimiento económico no habrá mayor desarrollo social. Un
programa de desarrollo industrial es uno de los elementos, pues es una
de las carencias más evidentes del modelo económico mexicano durante los
últimos años. Sin él, el desempeño económico podría verse atrapado por
la inercia del bajo crecimiento de 2 por ciento (legado de seis sexenios
neoliberales). México no debe mantener el modelo de política económica,
uno que ha convertido a una parte de la industria nacional en una base
maquiladora dependiente de las decisiones de las empresas
transnacionales.
Es indispensable instrumentar una estrategia de desarrollo industrial
basado en el aumento de la capacidad transformadora de las empresas
nacionales, desarrollar una mayor integración productiva e innovación
tecnológica, así como otorgar financiamiento a los sectores y regiones
estratégicas para el crecimiento, la generación de empleo y la reducción
de la pobreza.
De no hacerlo, el desempeño económico de México, bajo la actual
administración, terminará sucumbiendo a la inercia y con ello a la
obtención de resultados similares a los cosechados durante los pasados
seis sexenios, tendencia que además va a la baja.
La administración de López Obrador debe corregir una de las omisiones
más delicadas de la política económica de los pasados 36 años: la
ausencia de política industrial. El comercio internacional sólo funciona
como palanca de desarrollo cuando el país genera valor agregado, no
cuando se convierte en una base maquiladora.
Las rebanadas del pastel
Cuando menos tres ex inquilinos de Los Pinos flotan en el mar de excremento ligado al narcotráfico. Y todos dicen
yo no fui. ¿Quién confía en ellos?
Twitter: @cafevega
No hay comentarios.:
Publicar un comentario