6/02/2010

Trivialidad: puntos y comas

Arnoldo Kraus

Lo trivial tiende a desaparecer. No sólo porque lo trivial es común y, supuestamente, sabido por la mayoría, sino porque, otra vez supuestamente, suele considerarse que su contenido carece de importancia y no ofrece información novedosa o interesante. Lo banal, concuerdan la mayoría de las personas alejadas de los quehaceres y sucesos cotidianos, carece de valor porque es intrascendente y porque llevar a cabo ciertos actos como cortar papas, recoger la basura de la calle, marcarle por la mañana a un viejo, o pasear con el perro es sencillo y efímero. Se aduce que lo trivial es trivial porque requiere poca reflexión.

Parecería que en este mundo lo banal ni cuenta ni existe. Casi nadie se ocupa de lo trivial porque casi todos buscan ocuparse de lo que no es sabido por todos, de lo que no es frecuente, y de todo lo que tenga contenido. Los dictados de la modernidad alejan al ser humano de la trivialidad; aconsejan caminar por senderos cuyo pavimento sea lo valioso, lo original y lo inaccesible. A pesar de la hegemonía del poder y de las reglas de los mass media, la mayor parte de nuestros actos son tan banales como el delete o supress que activo incontables veces mientras escribo.

Hace poco tuve la oportunidad de observar la exposición fotográfica del checo Miroslav Tichy (1926). El proyecto del artista, explica el curador de la muestra, radica en hacer notar y representar lo que está sucediendo cuando nada en particular está sucediendo. Tichy es un personaje sui generis e inclasificable; su vestimenta, su distancia con las reglas de la sociedad, su alejamiento de los cánones de la normalidad burguesa, el desprecio que padeció durante el comunismo, los encierros en hospitales siquiátricos cuando algún jerarca político acudía a Kyjov, la ciudad donde nació, y su maltrecho hogar dan cuenta de su vida y de la sencillez de este clochard.

Las cámaras fotográficas elaboradas por Tichy retratan su arte; fábrica sus propios aparatos por medio de elementos rescatados de la basura, como ligas, lentes de aumento, madera y cartón. Con ellas toma un promedio de 100 fotografías diarias, casi exclusivamente mujeres. Desde hace más de cuarenta años camina por las calles de su ciudad con sus equipos artesanales y cumple con su oficio: retratar mujeres. Las retrata en su vida cotidiana. Las toma mientras hacen las faenas normales (triviales) del día a día: en el mercado, en la tienda de la esquina, en las paradas de autobuses, en las bancas de los parques, en la alberca comunal.

Tich no escoge mujeres guapas o distinguidas; las retrata como son, sin posar, sin que se percaten del acto, sin un propósito utilitario ni ulterior. Fotografía el tiempo y la trivialidad de la vida. Sus fotos rescatan la banalidad pero no nos banales.

En uno de sus ensayos, el novelista francés Georges Perec, quien seguramente hubiese adorado a Tich, describe las calles de París (las tiendas, los cafés, etcétera) y sugiere que estos lugares per se tienen valor e importancia. Su preocupación radica en hablar de lo que carece de significado: lo que no notamos, lo que no nos llama la atención, lo que tiene poca importancia; qué sucede, se pregunta, cuando nada sucede, qué pasa cuándo nada pasa, excepto el tiempo, las personas, los automóviles, las nubes. Para Perec, lo que queda, lo que no notamos es fundamental. Al igual que el artista checo, Perec sugiere que en lo cotidiano y en lo trivial es donde está la vida.

Aunque para muchos pueda carecer de trascendencia, diferenciar lo significante de lo insignificante es fundamental. Los medios de comunicación se ocupan de las grandes noticias, de las grandes tragedias y de los dictados de la política. Los intereses y las preocupaciones de las universidades poco tienen que ver con lo banal; en el mundo de los negocios lo trivial no existe y en el mundo contemporáneo el ser humano importa cada vez menos.

Lo significativo es sinónimo de grande o de anormal. Las células sintéticas descritas hace pocos días, el desastre en el golfo de México producido por el petróleo que no deja de contaminar el mar, los decapitados en todas las ciudades de México, la sequía en Yemen y las explosiones en las mezquitas y mercados marcan la tónica de aquello que llamamos significativo. Lo que parece insignificante es sinónimo de trivial. Caminar en las calles, llamar a un amigo, compartir una noticia del periódico, dejar una nota en la casa del vecino, preguntar por la salud de los padres de la secretaria, quedarse en casa sin hacer nada, preocuparse por las bancas del parque, mirar el tiempo y guardar silencio suelen considerarse actos banales e intrascendentes.

A pesar de que la modernidad y la prisa citadina tienden a sepultar los significados de la trivialidad, sigue siendo cierto que los lazos entre las personas, la empatía, la amistad y el cariño, se tejen en eso que llamamos banal y que con frecuencia no lo es. Lo que parece invisible e impalpable con frecuencia es el core de la vida.

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