6/02/2010

Dos mujeres, dos opciones

José Steinsleger

La activista estadunidense Lori Berenson (Nueva York, 1969), acusada de colaborar con el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), purgó 15 años de prisión en diferentes penales de Perú, y la ex senadora y candidata presidencial de Colombia Ingrid Betancourt (Bogotá, 1961) padeció seis años de cautiverio en las selvas de su país, en manos de las FARC.

¿Quiénes son ellas? Cuando en el decenio de 1980 Ingrid estudiaba en el Instituto de Estudios Políticos de París (donde su padre se desempeñaba como embajador de Colombia ante la UNESCO), Lori abandonaba en Boston las aulas del famoso Massachusetts Institute of Technology, para volcarse a las tareas de solidaridad con el pueblo de El Salvador.

En 1989 Ingrid regresó a Colombia, se afilió al Partido Liberal (PL), y durante el gobierno de César Gaviria fue asesora del Ministro de Hacienda y de Comercio Exterior. Por su lado, Lori viajó a San Salvador durante las conversaciones de paz (1992), y allí ofició como traductora de Leonel González, alias de Salvador Sánchez Cerén, ex comandante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y actual vicepresidente de El Salvador.

En 1994, Ingrid emprendió una campaña contra la corrupción en las filas de su partido, y Lori mudó a Perú, donde se acercó al MRTA, organización guerrillera fundada por el ex líder aprista Víctor Polay Campos. En noviembre de 1995, fue detenida en Lima por la División Nacional contra el Terrorismo.

Sin evidencias, Lori fue acusada de planificar el asalto al Congreso Nacional, y sentenciada a cadena perpetua por un grupo de jueces militares encapuchados (1996). Internada en Yanamayo (Puno), penal cordillerano de condiciones infrahumanas situado a 4 mil metros de altura, los medios se olvidaron totalmente de Lori. Dos años después, por motivos de salud, fue recluida en la no menos insalubre y tenebrosa prisión de Socabaya (Arequipa).

Plagado de irregularidades, el proceso tuvo varias revisiones, 32 sesiones, y dejó una imagen imborrable entre los peruanos. Fue cuando en una de las fases públicas del juicio, encerrada en una jaula, Lori gritó altivamente a los medios que el MRTA no era una organización terrorista, sino un movimiento revolucionario.

En tanto, en Colombia, Ingrid había abandonado el PL, fundado el Partido Verde-Oxígeno (PVO, filial de los partidos verdes europeos), y elegida senadora de la república (1998). En las elecciones regionales de 1999, el PVO consiguió su mayor logro en San Vicente del Caguán (municipio de Caquetá), donde el gobierno de Andrés Pastrana celebraba diálogos con las FARC.

En 2001, Betancourt renunció al Senado, al que calificó de nido de ratas, y se postuló para la campaña presidencial de 2002. Eran los tiempos en que decía que el candidato Álvaro Uribe Vélez toleraba los asesinatos en Colombia como un método de enfrentar la guerrilla.

En febrero de 2002, Pastrana suspendió los diálogos con las FARC, y ordenó al ejército la toma de la llamada zona de distensión. Entonces, mientras en Perú la Corte Suprema dictaba 20 años de prisión a Lori por sus creencias políticas, las FARC secuestraban a Ingrid y a un grupo de acompañantes que se habían internado por su cuenta en la zona controlada por la guerrilla.

Durante años, los medios proyectaron emocionalmente el caso de Ingrid a niveles que oscilaron entre el paroxismo y la desmesura. Y ni una palabra de la gringa terrorista que en los gélidos calabozos de Perú, escribía artículos contra el neoliberalismo, el american way of life, y la guerra de Bush en Irak.

En julio de 2008, en el marco de una oscura operación militar dirigida por la CIA y el Mossad israelí, el ejército de Colombia liberó a Ingrid. Y en días pasados, Lori obtuvo la libertad condicional, en el marco de una transparente campaña de solidaridad internacional. ¿Qué hicieron la una y la otra tras ser liberadas?

Ingrid se dejó disfrazar con el uniforme de combate de los genocidas de su pueblo, abrazó al presidente narcoparamilitar Álvaro Uribe, y recibió condecoraciones en Francia y España. Y en octubre de 2008, dichosa, organizó en París una conferencia de prensa para, anticipadamente, agradecer que se le haya conferido el Premio Nobel de la Paz.

Frustración que, quizá, pueda ella compensar con la publicación del esperado libro donde narra su cautiverio en la selva colombiana, y la cesión de derechos del filme a la estadunidense Kathleen Kennedy, productora de películas como ET, el extraterrestre.

Lori, en cambio, optó por no hacer declaraciones a los medios pues, seguramente, seguirá fiel a sus convicciones y escritos en prisión. En agosto de 2003, Lori apuntó: Por absurdo que pueda sonar, hoy día la verdad es pisoteada por aquellos que viven de la mentira y la monótona repetición de falsedades.

Dos mujeres, dos opciones. Ingrid, diluyéndose en la patética manipulación y automanipulación de su trágico pasado. Y Lori, convirtiéndose en recia promesa de futuro.

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