Gerardo Unzueta
Hablar de la reconstrucción de la izquierda no es un alarde, sino una aspiración. En las condiciones de la lucha política actual, es indispensable volver a las tradiciones de la corriente histórica que ha abierto las puertas del progreso a la humanidad, y ha estado unida a las causas decisivas de esta nación.
Quienes hemos decidido entregar a ella lo mejor de nuestras vidas, de nuestro pensamiento por encima de represiones, amenazas, atentados, hoy tenemos el deber de abrir horizontes, impulsar ideas a profundidad para recuperar la visión de futuro, de la esperanza, de la emancipación, lo cual es distintivo del carácter y naturaleza de la izquierda.
En el contexto actual, cuando el asalto ilegítimo al poder por uno de los contingentes de la derecha ha producido la devastación económica e institucional en nuestro país, y otro prepara el regreso de las prácticas del atraso y la violencia, es indispensable llevar a amplios sectores la convicción de que es posible y necesaria la transformación de la sociedad, y de las vías para hacerla posible.
En el intento de hallar ejemplos destacados en la ejecución de esas tareas, decidimos traer a los lectores de EL UNIVERSAL fragmentos de una conferencia pronunciada la semana anterior por uno de los dirigentes políticos más importantes del México contemporáneo, Arnoldo Martínez Verdugo, quien fuera primer secretario del Partido Comunista Mexicano. “La izquierda es en esencia anticapitalista y es transformadora, se plantea un cambio del sistema económico y social en el cual reine la aspiración a una sociedad en la que el principio fundamental sea la búsqueda de la igualdad en su más amplio sentido.”
Frente a esto la izquierda tiene la gran tarea de consolidar una influencia política que coloque a las fuerzas portadoras de la transformación económica, social y cultural en fuerzas capaces de impulsar las acciones concretas que conduzcan al cambio. “Hoy la izquierda ha logrado ampliar como nunca su campo de acción; demostró en las últimas elecciones presidenciales una influencia que aunque en su parte fundamental no le fue reconocida, conmovió al país y puso en entredicho a las instituciones del Estado.
Pero esa influencia no es todavía suficiente, es sólo la base para nuevas acciones. Acciones que requieren que su potencial se exprese en un programa que responda lo más certeramente posible a las necesidades de quienes padecen la desigualdad económica y social y a las aspiraciones democráticas de amplios sectores de la sociedad mexicana.
Si esto no es así, la izquierda estará en riesgo de estancarse, como ocurrió ya en el pasado. “La acción de la izquierda no puede desligarse de los principios que sustenta. Para nosotros no hay fin que justifique los medios, éstos tienen que ser congruentes con la esencia del objetivo que se persigue. En un contexto en el que la sociedad ha sido sometida a décadas de simulación y engaños por parte del poder, los representantes de la izquierda, con su ejemplo concreto, deben tener la voluntad y la capacidad de facilitar la construcción de una cultura política y emprender acciones donde los valores de la democracia, en su sentido más amplio, y las perspectivas de la igualdad se impongan. Si se les resta importancia a estos lineamientos, se alimentará el desencanto y la desconfianza de quienes luchan por cambios efectivos en la vida social y política del país.”
Hablar de la reconstrucción de la izquierda no es un alarde, sino una aspiración. En las condiciones de la lucha política actual, es indispensable volver a las tradiciones de la corriente histórica que ha abierto las puertas del progreso a la humanidad, y ha estado unida a las causas decisivas de esta nación.
Quienes hemos decidido entregar a ella lo mejor de nuestras vidas, de nuestro pensamiento por encima de represiones, amenazas, atentados, hoy tenemos el deber de abrir horizontes, impulsar ideas a profundidad para recuperar la visión de futuro, de la esperanza, de la emancipación, lo cual es distintivo del carácter y naturaleza de la izquierda.
En el contexto actual, cuando el asalto ilegítimo al poder por uno de los contingentes de la derecha ha producido la devastación económica e institucional en nuestro país, y otro prepara el regreso de las prácticas del atraso y la violencia, es indispensable llevar a amplios sectores la convicción de que es posible y necesaria la transformación de la sociedad, y de las vías para hacerla posible.
En el intento de hallar ejemplos destacados en la ejecución de esas tareas, decidimos traer a los lectores de EL UNIVERSAL fragmentos de una conferencia pronunciada la semana anterior por uno de los dirigentes políticos más importantes del México contemporáneo, Arnoldo Martínez Verdugo, quien fuera primer secretario del Partido Comunista Mexicano. “La izquierda es en esencia anticapitalista y es transformadora, se plantea un cambio del sistema económico y social en el cual reine la aspiración a una sociedad en la que el principio fundamental sea la búsqueda de la igualdad en su más amplio sentido.”
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“El desarrollo de una democracia plena y participativa debe concebirse como el fundamento de la transformación de la sociedad. Si bien la lucha política actual se da en un escenario donde las fuerzas se presentan con mayor grado de competitividad, no se ha roto el predominio de los objetivos de quienes aspiran a la consolidación del régimen económico y social que les garantiza su dominación.Frente a esto la izquierda tiene la gran tarea de consolidar una influencia política que coloque a las fuerzas portadoras de la transformación económica, social y cultural en fuerzas capaces de impulsar las acciones concretas que conduzcan al cambio. “Hoy la izquierda ha logrado ampliar como nunca su campo de acción; demostró en las últimas elecciones presidenciales una influencia que aunque en su parte fundamental no le fue reconocida, conmovió al país y puso en entredicho a las instituciones del Estado.
Pero esa influencia no es todavía suficiente, es sólo la base para nuevas acciones. Acciones que requieren que su potencial se exprese en un programa que responda lo más certeramente posible a las necesidades de quienes padecen la desigualdad económica y social y a las aspiraciones democráticas de amplios sectores de la sociedad mexicana.
Si esto no es así, la izquierda estará en riesgo de estancarse, como ocurrió ya en el pasado. “La acción de la izquierda no puede desligarse de los principios que sustenta. Para nosotros no hay fin que justifique los medios, éstos tienen que ser congruentes con la esencia del objetivo que se persigue. En un contexto en el que la sociedad ha sido sometida a décadas de simulación y engaños por parte del poder, los representantes de la izquierda, con su ejemplo concreto, deben tener la voluntad y la capacidad de facilitar la construcción de una cultura política y emprender acciones donde los valores de la democracia, en su sentido más amplio, y las perspectivas de la igualdad se impongan. Si se les resta importancia a estos lineamientos, se alimentará el desencanto y la desconfianza de quienes luchan por cambios efectivos en la vida social y política del país.”
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“Hoy, más que nunca, la izquierda tiene la responsabilidad histórica de fortalecer su unidad en torno a un programa avanzado y coherente. El esfuerzo por la unidad no puede reducirse a la distribución de candidaturas a los cargos de elección ni a los puestos administrativos... Se tienen que garantizar espacios permanentes y efectivos para dirimir diferencias y alcanzar acuerdos y consensos con el fin de formular una táctica común... El pueblo mexicano, sus trabajadores y trabajadoras, sus intelectuales, sus ciudadanos, su juventud, no esperan otra cosa de la izquierda que no sea la defensa de sus intereses y derechos...” Periodista
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