6/07/2012

Por qué Atenco no se olvida

Adolfo Gilly
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Estudiantes increpan al candidato presidencial del PRI, Enrique Peña Nieto, durante su visita a la Universidad Iberoamericana para participar en un foro donde expuso sus propuestas de campaña, el pasado 11 de mayoFoto Guillermo Sologuren
 
Enrique Peña Nieto fue a la Ibero el viernes 11 de mayo a un encuentro bien preparado y sin problemas previsibles. Los estudiantes, ellas y ellos, le plantearon sus preguntas; entre otras, qué había pasado en Atenco seis años antes. El candidato dio una respuesta administrativa. No satisfizo a nadie, pero tal vez la habría librado si, antes de irse, no se le ocurre tomar otra vez el micrófono y, a modo de Santo Papa, declarar a voz en cuello:
 
Asumo plena responsabilidad por lo sucedido en Atenco. Los responsables fueron consignados ante el Poder Judicial, pero, reitero: fue una acción determinada en el legítimo derecho que tiene el Estado mexicano de usar la fuerza pública para restablecer el orden y la paz.

Mala hora, viernes negro: se armó la de Dios es Cristo. Los estudiantes gritaron y clamaron: ¡Atenco no se olvida!, ¡Atenco no se olvida!, el candidato perdió el aplomo y, perseguido por las voces de los jóvenes, se refugió en los baños, para su esquiva suerte, los baños de mujeres. Las cámaras registraron su expresión de desconcierto y la de quienes lo acompañaban; finalmente atinó a salir por las escaleras entre gritos de: ¡fuera! ¡fuera! ¡fuera!.

De ahí nació y se extendió por las universidades y sus alrededores el imprevisto, desparpajado, inencuadrable y desordenante movimiento de los estudiantes: primero de los 131 de la Ibero que dieron la cara, mostraron su credencial y desafiaron a quienes pensaban, tal vez como en Atenco, encontrar culpables para aplicarles el uso legítimo de la fuerza pública; y después de todos los que, atraídos por ese gesto de desafío, se fueron sumando como torrentera para declarar, cada uno y todos juntos, #YoSoy132.

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El 28 de mayo, como es sabido, tuvo lugar el encuentro con los cuatros candidatos presidenciales en el castillo de Chapultepec, organizado por el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Las crónicas se ocuparon sobre todo de cuanto dijeron los abanderados y mucho menos de los testimonios de las víctimas, sobre lo cual pude escribir en estas páginas.

Quiero retomar ahora otro registro de la reunión del castillo: el alegato desafiante y acusador de la señora Trinidad Ramírez, en nombre del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco, dirigido al candidato Enrique Peña Nieto allí presente. Esas palabras, y la actividad tenaz de doña Trini y sus compañeros durante años, hasta lograr la absolución por la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la liberación de los 12 presos de Atenco, en julio de 2010, declarados inocentes de toda culpa más de cuatro años después de haber sido encarcelados, explican bien por qué hoy, en mayo de 2012, Atenco no se olvida.

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Dijo Trinidad Ramírez a Enrique Peña Nieto en el castillo de Chapultepec:

En México, los pueblos han aprendido a defender a la madre tierra frente al despojo de los gobiernos que pierden los principios y la moral y se convierten en meros ejecutantes de intereses mezquinos de empresas trasnacionales. Violan la Constitución, humillan la voluntad de los pueblos y cometen toda clase de agravios contra la población que se defiende y se organiza para evitar que su patrimonio y raíces sean exterminados. Cherán, Ostula, Wirikuta, Temacapulín, La Parota y muchas más resistencias se viven hoy en nuestrro país. Todas han recibido como respuesta represión, desprecio, asesinatos, engaños y la descalificación sistemática. Todos los agravios en su contra han permanecido impunes.
Atenco es un botón de muestra. Y tú, Enrique Peña Nieto, lo sabes perfectamente. Sabes que en 2001 intentaron arrebatar nuestras tierras para la construcción de un aeropuerto. Como resultado de la defensa legal y legítima del pueblo tuvieron que derogar el decreto que nos despojaba.

Siendo gobernador del estado de México, el 3 y 4 de mayo de 2006 tú ordenaste el operativo contra nuestros pueblos. La violencia la provocó tu gobierno. A pesar de haber alcanzado un acuerdo el día 2 de mayo, tú traicionaste y ordenaste golpear a nuestros compañeros en Texcoco. No fue una situación fortuita, fue una venganza planeada de tu parte. Venganza en contra del pueblo que se resistió al despojo de sus tierras. Pretendían desaparecer al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra para apoderarse de lo que es nuestro, y hoy mantienen vigente esa amenaza.

Has repetido que fue tu decisión la que se llevó a cabo en ese operativo, en el que fueron asesinados dos jóvenes: Javier Cortés Santiago y Alexis Benhumea Hernández, (este último) estudiante de la UNAM, a manos de las fuerzas que tú llamas del orden. Tú has reiterado que eres responsable de lo sucedido en Atenco, donde fueron torturadas sexualmente 46 mujeres, entre ellas cuatro extranjeras. Entonces, Peña, eres responsable de dos asesinatos impunes, eres responsable de que una banda de violadores siga actuando al amparo de la policía que tú creaste. Esas son tus credenciales para intentar llegar a la Presidencia.

Además de ser ilegalmente detenidos y bestialmente torturados, nuestros compañeros fueron encarcelados. Moviste todos los instrumentos de tu gobierno para condenar a 112 años de prisión a quienes defendieron la tierra. Se tuvo que llegar hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que cabe aclarar que no avaló el operativo, sino que reconoció que hubo tortura sexual y violaciones graves a los derechos humanos. La misma Suprema Corte dictaminó la liberación de nuestros compañeros después de cuatro años de procesos.

No fue para ti importante cuántos hijos y esposos sufrieron la impotencia frente al agravio a sus mujeres. Cuántas familias quedaron sin hijos, sin sus esposos y sin ingresos por los años de persecución y cárcel que sufrieron siendo inocentes. No te importó porque el dolor y el sufrimiento de nuestros pueblos es para ti un trofeo. Por eso también nadie ha sido castigado por todos estos delitos, nadie de los tuyos pisó nunca una cárcel. Los muertos, las agraviadas y los presos los puso el pueblo.

Intentas tapar el sol con un dedo. Ahora quieres volver a justificar tu imperdonable represión recurriendo a la imagen del policía que fue golpeado. Te recordamos que esa reacción del pueblo fue a consecuencia del cruel asesinato de Javier Cortés Santiago, de 14 años de edad. Las televisoras pasaron una y otra vez la escena de un hecho que no debió ocurrir, indudablemente no debió ocurrir. Pero nunca salió en la televisión cómo golpearon y detuvieron a nuestros compañeros, ni los allanamientos ilegales, ni a nuestros niños rociados con gas lacrimógeno, etcétera. Desde entonces era evidente la nefasta alianza con la manipulación de las televisoras.

La brutalidad de tu policía no se debió a excesos individuales. Lo ratifican decenas de organismos e instituciones de derechos humanos nacionales e internacionales. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos, el Centro Miguel Agustín Pro, Amnistía Internacional, la ONU, la Comisión Internacional, once premios Nobel de la Paz y la Comisión Civil Internacional de Observación de Derechos Humanos, por mencionar algunos, coinciden en señalar el operativo Atenco, en su conjunto, como violaciones graves a los derechos humanos.

Esto es lo que el PRI representa. Ustedes tratan al pueblo y sus líderes como delincuentes. Lo hicieron en 1968 y en 1971, en las masacres de Aguas Blancas y Acteal. No importa cuánto quieras deslindar, ese es tu partido.

Lo que tú representas es un gobierno prepotente y violento, incapaz de aceptar la crítica y acostumbrado a imponerse por la fuerza y la manipulación. Tu campaña es un peligro para esta nación, sobre todo para los pueblos y para cualquier espíritu crítico y honesto.

No venimos a pactar, sino a señalarte y decirte que sabemos que la justicia no vendrá de ustedes, los represores, sino del pueblo.

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Así concluyó el alegato de San Salvador Atenco en la voz de la señora Trinidad Ramírez, del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, en el castillo de Chapultepec. Poco o nada musitó al respecto Enrique Peña Nieto. ¿Qué podía decir? No hay que olvidar que en la represión de Atenco participó también la Policía Federal por órdenes del entonces presidente Vicente Fox, hoy aliado de Enrique Peña Nieto. El abogado Leonel Rivera, defensor de Atenco, declaró entonces a Emir Olivares y Blanche Petrich (La Jornada, 5 de mayo de 2006):

Desde que la movilización popular frustró el proyecto del aeropuerto internacional para defender sus tierras, hace tres años, estaba pendiente un ajuste de cuentas por parte de quienes, dentro de los círculos del presidente Vicente Fox y el ex gobernador Arturo Montiel, perdieron negocios por muchos miles de millones de dólares. Estos intereses no iban a perdonar a los campesinos. Y el miércoles se la cobraron.

Está claro, entonces, por qué hoy Atenco no se olvida. #

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