3/13/2013

Los cardenales indeseables del cónclave



Bernardo Barranco V.

Una de las novedades de este cónclave atípico es la participación de asociaciones laicales, fieles y no creyentes, que cuestionan la presencia de ciertos cardenales que llegan con las manos sucias a la reunión. Aquellos cardenales implicados en los casos de pederastia. Su presencia, su voto, en cierto sentido empaña el valor teológico que significa elegir un nuevo pontífice. Por primera vez en los tiempos recientes los laicos se organizan para expresar, presionar y exigir cuentas a aquellos prelados cuyo comportamiento es dudoso, en el mejor de los casos, y en otros, francamente reprochable en tanto altos representantes de la jerarquía católica han desacralizado su función. Carentes de misericordia hacia las víctimas, se convierten en cómplices de los abusadores. Los católicos estadunidenses iniciaron una intensa una campaña bajo el lema Stay at home (quédate en casa), para que el cardenal Roger Mahony no participe en el cónclave. Sus archivos, expuestos por mandato a la luz pública, revelan encubrimientos y complicidades sistémicas que la Iglesia mantiene como manera de afrontar acusaciones por diferentes formas de transgresiones, especialmente los abusos sexuales. Esta activa campaña se combinó con la iniciativa de la famosa revista italiana Familia Cristiana, moderada, con más de un millón de suscripciones. En Roma la revista tuvo la iniciativa de preguntar a sus lectores si creían conveniente la participación de Mahony en la reunión de cardenales votantes en la Capilla Sixtina. La respuesta ha sido masiva y de indignación de los lectores, quienes juzgan de manera tajante la inconveniencia de que el cardenal participe en el cónclave. De Los Ángeles a Roma los laicos repudian la presencia de Mahony, quien antes de salir hacia Roma, el 23 de febrero, declaró ante la justicia por otro caso de abusos y encubrimiento. No es la primera vez que Mahony declara en procesos por este motivo. La arquidiócesis de Los Ángeles ha expuesto los documentos confidenciales relativos a unos 120 curas acusados de abusos sexuales.

En México se generó un ejercicio interesante en esa línea. El ahora ex sacerdote católico Alberto Athié intentó por más de seis años ser atendido por el cardenal Rivera para exponerle, con pruebas, lo que el clérigo Manuel Fernández Amenábar le había confiado sobre la conducta patológica de Marcial Maciel cuando se desempeñaba como rector de la Universidad Anáhuac. La respuesta fue cuestionarlo. Athié quedó marginado y reprendido por la máxima autoridad eclesiástica de la arquidiócesis. La lealtad a Maciel pudo más que la verdad. Rivera cae en un doble juego de discursos, soberbia y doble moral. Desde entonces Alberto Athié ha tomado como propia la denuncia, la reivindicación de las víctimas de abusos y violencia sexual. 
Recientemente presentó una carta contundente: Miembros de la Iglesia y la sociedad mexicana exigimos que el cardenal Norberto Rivera no participe en el cónclave que tendrá lugar en el Vaticano y exigimos que responda públicamente por sus actos. La carta, firmanda por muchas víctimas de abuso sexual, plantea que Norberto Rivera Carrera no tiene derecho a votar ni a ser votado en el cónclave, ya que protegió a Marcial Maciel y Nicolás Aguilar aquí en México y es señalado al autorizar el traslado de éste a Los Ángeles, donde Aguilar abusó, además de los de aquí de México, al menos de otros 26 niños en la ciudad californiana. En unos cuantos días, en las redes sociales se sumaron miles de firmas. Integrantes de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual de Sacerdotes México (SNAP, por sus siglas en inglés), los ex legionarios José Barba y Saúl Barrales, junto con Athié, entregaron a la nunciatura la carta con 15 mil firmas. Esta ahora cuenta con cerca de 25 mil personas que reiteran que el cardenal Rivera no tiene derecho, desde el punto de vista ético, a participar en el cónclave para elegir nuevo Papa, porque encubrió y protegió a sacerdotes que abusaron física y sicológicamente de niños.

Algo parecido ha ocurrido en Bélgica. Los representantes de las víctimas de pédocurés (curas pedófilos) presionan para que el cardenal Godfried Danneels quede fuera del cónclave. El padre Rik Devillé, jefe del Grupo Derechos Humanos en la Iglesia, cuestinó la presencia de Danneels en Roma: Sería moralmente inaceptable. Con todo lo que sabemos acerca de cómo el cardenal mantuvo una política de ocultación sistemática durante años sobre el abuso sexual de sus sacerdotes.

De manera recurrente, el Vaticano cierra filas frente a los reproches de feligreses. En un comunicado, el 23 de febrero, la Secretaría de Estado denuncia los intentos de condicionar a los cardenales, con vistas al cónclave, con la difusión de noticias a menudo no verificadas o ve rificables y, por tanto, falsas, con gran daño a personas e instituciones. Aparentemente se refería a las filtraciones de la Repubblica, pero ya veía venir el movimiento de fieles que se gestaba en Los Ángeles y se extendía en otros países.
El 5 de marzo, en rueda de prensa en Roma, la SNAP difundió una lista de cardenales que llegan al cónclave marcados por el tumor canceroso de la pedofilia clerical. Advirtieron que 12 cardenales no deben ser considerados papables, ya que no afrontaron con suficiente rigor los casos de clérigos pederastas, quitaron importancia y rechazaron reunirse con las víctimas. Entre ellos además de Rivera, Danneels y Mahohy, se encuentra Angelo Scola, uno de los punteros, así como los estadunidenses Timothy Dolan (Nueva York), Donald Wuerl (Washington) y Sean O’Malley (Boston) y el argentino Leonardo Sandri, quien junto con Angelo Sodano, despreciaron la pederastia y fueron fieros y astutos defensores de Marcial Maciel. Federico Lombardi, vocero de la oficina de prensa, no entró al fondo; se limitó a descalificar a la SNAP y reiterar que no está autorizada a decidir quién entra al cónclave. Una cómoda posición para cardenales incómodos. La campaña internacional ha sentado un precedente importante, pues los feligreses en tanto sociedad civil presionan para validar la calidad moral de la hasta ahora intocable jerarquía católica.

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