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VETO.
Debido al costo ambiental y otros riesgos asociados dos estados en la
Unión Americana prohibieron práctica que posicionó a esa nación como el
segundo productor de crudo, un boom que México pretende emular bajo la
reforma energética
Foto: Especial
Además
de la estrepitosa caída de los precios del crudo, el creciente rechazo
en Estados Unidos y otras naciones de Europa hacia la polémica práctica
de la fractura hidráulica o fracking para extraer gas y petróleo de
lutitas será otro factor en contra de la implementación de la reforma
energética en México.
El gobierno mexicano tiene el interés de emular el ‘boom’ petrolero
observado en Estados Unidos, principalmente en las formaciones de Eagle
Ford Shale, ubicado al sur de Texas; la Cuenca del Pérmico, entre los
estados de Texas y Nuevo México; y Bakken Pizarra de Dakota del Norte.
A través de esta práctica ese país se posicionó como el segundo
productor de crudo y a un paso de la independencia del petróleo árabe.
Incluso, países productores de crudo convencional han culpado a la
producción de petróleo y gas de esquisto mediante fracking de ser la
responsable de inyectar miles de barriles al mercado y provocar un
desplome de los precios de más de 60%.
Sin embargo, de manera paralela al boom petrolero alcanzado a través
del fracking también crecieron las voces en contra de este método por
su impacto ambiental, incluso en Estados Unidos, que cuenta con una
experiencia de más de una década y con la tecnología más avanzada para
llevarla a cabo.
A la fecha, dos estados de la Unión Americana y varias naciones de Europa han prohibido este método.
La prohibición del fracking en Estados Unidos varía según las leyes
federales, estatales y municipales que difieren en todo el país. El 4
mayo de 2012, Vermont fue el primer estado en prohibir esta práctica y
desde el 16 de diciembre pasado el estado de Nueva York fue el segundo
en vetar esta práctica.
Fue el propio Departamento de Conservación Ambiental de Nueva York
el que recomendó prohibir esta técnica en el estado por su posible
impacto económico y ambiental en el estado, una decisión que provocó
críticas por parte de Rick Perry, gobernador de Texas, un estado
ampliamente beneficiado pero que no ha estado exento de movimientos en
contra del fracking.
En esta entidad, Dallas prohibió desde el 11 de diciembre de 2013,
la instalación de pozos a medio kilómetro de zonas residenciales;
mientras que el condado de Denton en Texas, vetó el método el 4 de
noviembre de 2014. En sentido inverso, en Pennsylvania, en diciembre de
2013 se emitió un fallo que declaró el acta 13 que restringe el poder
de los municipios en contra del fracking.
Impacto ambiental
Para diversas instancias contra el fracking tanto en Estados Unidos
como en México la principal preocupación radica en el uso de agua. De
acuerdo con la Alianza Mexicana contra el Fracking y Greenpeace se
requieren entre 9 y 19 millones de litros de agua -con químicos y
arenas finas- bombeadas a presión para ‘fracturar’ un solo pozo.
Otros riesgos asociados son la contaminación de mantos acuíferos por
el uso de químicos. “El 25% de las sustancias usadas para el fracking
son cancerígenas o mutagénicas, el 37% pueden afectar el sistema
endócrino, además de causar daños al sistema nervioso y provocar
alergias”, según datos de la organización Greenpeace.
Además, se ha asociado un aumento en la actividad sísmica con la
fractura de placas de roca subterráneas mediante el bombeo de agua. Un
estudio del Departamento de Recursos Naturales de Ohio, Estados Unidos,
reportó 77 temblores de poca intensidad en marzo de 2014 en el condado
de Mahoining, ubicado en la formación de lutitas de Utica.
De acuerdo con el informe, la actividad sísmica cesó cuando
terminaron los trabajos de extracción. Casos similares se reportaron en
Oklahoma y Texas.
Altos costos
El impacto ambiental no es el único argumento en contra de esta
práctica. El centro de análisis Fundar, sostiene que este tipo de
extracción es poco viable desde el punto de vista económico. El
rendimiento energético de lutitas equivale a una cuarta parte de lo
obtenido por un pozo convencional, y entre 30 y 50% de las reservas
prospectivas en el país no son viables para explotar, según datos de
dicho centro.
Pese a que el costo de un barril de petróleo de esquisto se
encuentra entre 20 y 25 dólares por barril, la mayoría de los pozos
iniciaron operaraciones cuando el costo por tonel se ubicaba arriba de
los 90 dólares, un precio lo suficientemente atractivo para los
inversionistas. Un precio por barril en los 40 dólares mermaría la
capacidad del gobierno mexicano para atraer capital.
En Estados Unidos, empresas como Baker Hughes han reportado el
cierre de al menos 60 pozos en Eagle Ford a principios de año, y se
teme que disminuyan las nuevas inversiones en extracción de lutitas.
En el marco de la reforma energética, Pemex prevé utilizar la
apertura al capital y tecnología privada para explotar un potencial de
60 mil millones de barriles de petróleo en cinco cuencas ubicadas en
Chihuahua, Coahuila –Sabinas, Burro, Picachos–, Tamaulipas –Burgos,
Tampico y Misantla– y Veracruz, para lo que es necesaria una inversión
de más de 30 mil millones de dólares, de acuerdo con el Plan de
Negocios 2014-2018 de la empresa.
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