Miguel Concha
Recientemente se ha
venido conociendo a cuentagotas y por medio de filtraciones la
culminación de ajustes y redacciones del Acuerdo Transpacífico de
Asociación Económica (ATP), después de poco más de siete años de
negociaciones en secreto. No está de más volver a señalar la total falta
de equidad entre países en estas negociaciones comerciales, pues se
fijan esquemas de competencia desigual entre países que poseen una gran
riqueza mundial de origen frente a países que en realidad son
dependientes de lo que mejor plazca de grandes corporaciones
trasnacionales.
Se trata, pues, de un tratado internacional que involucra por lo menos a 12 países del mundo, y que al instaurarse como
tratado de libre comercioabarcaría muchos más aspectos que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Con el ATP, tal como han señalado otros analistas en estas páginas, se amplía y endurece el tratado que entró en vigor en 1994, y a su vez, en el marco del reacomodo de la economía mundial, se incrementa el número de países participantes en la guerra comercial. Cabe subrayar en ello el papel crucial que tiene México en términos geopolíticos, pues será punto de conexión con el mercado de Asia, lo cual implicará acelerar la construcción de infraestructura a gran escala para responder a la necesidades de estas nuevas rutas comerciales, y con ello muy probablemente se incrementará también de igual forma la conflictividad en relación con la tierra y el territorio, los bienes y recursos naturales y energéticos dentro del país. Preocupa igualmente que, de acuerdo con informaciones conocidas, la implementación del tratado afectará las regulaciones existentes en materia ambiental, agricultura, telecomunicaciones, seguridad, economía y salud, así como los derechos de propiedad intelectual, y que incluso sería posible implantar una
vigilancia policiaca supranacional en Internet.
Hoy sabemos que este tratado es continuidad del TLCAN, cuyos efectos
han padecido sobre todo lo sectores más desfavorecidos del país. Basta
hacer un recorrido por el deteriorado campo mexicano, para darse cuenta
de que estos tratados son recetas emanadas de instituciones comerciales
internacionales de países capitalistas, afianzadas por grandes empresas
trasnacionales, que empobrecen más a los países que ellos llaman
emergentes. Algunos de los grupos, rubros e industrias que se verán amenazados debido a las afectaciones que les acarrearía este tratado son en primer lugar los pacientes, usuarios de medicamentos, de los cuales depende su vida, pues los fármacos ahora podrían quedar más reservados y monopolizados por las grandes farmacéuticas; la industria automotriz y de autopartes, que verían reducidos sus mercados, y las afectaciones a los empleos de personas de este ramo. Nuevamente se verían golpeados los campesinos, debido a los apartados relacionados con los negocios agroalimentarios, y toda persona usuaria de Internet, pues este tratado pretende instituir responsabilidades directas contra personas que supuestamente compartan contenidos
ilegalesen la red, entre otros grupos que, cuando conozcamos el texto del tratado en su conjunto, seguramente se integrarán a la larga lista de agraviados.
Por si fuera poco, el ATP permitiría que los inversionistas
extranjeros demanden al gobierno cuando consideren que una
reglamentación emitida en el sistema jurídico del país perjudicará sus
ganancias. El mismo Joseph Stiglitz advierte que “el ATP limitaría que
los gobiernos de los países miembros –incluido México– aprueben
reglamentaciones para proteger la salud pública, la seguridad y el medio
ambiente, o cualquier otro aspecto del bien público” ( La Jornada, 3/10/15).
Otro de los temas que ahora nos presenta este asunto es el de la
información y transparencia en negociaciones internacionales de este
tipo. Los gobiernos han mantenido en total secreto toda información y
contenidos relacionados con el tratado. ¿Qué aspectos involucra tal
documento que a la fecha no se ha hecho caso alguno a la petición de la
ciudadanía global de conocer el texto? Es indispensable que para el caso
de México las instituciones involucradas en los ámbitos Ejecutivo y
Legislativo informen a los mexicanos sobre las afectaciones que este
tratado acarrearía, y no sólo sobre los supuestos beneficios, lo cual sí
se ha publicitado ampliamente. Es propio de un Estado democrático
someter al escrutinio de especialistas, organizaciones y en general de
la ciudadanía tratados de tal envergadura, pues por experiencias
anteriores en la historia del país, sabemos bien que tienen
implicaciones serias en los derechos de las personas y pueblos. Por lo
menos en México se ha pretendido hacer creer que el ATP ya se firmó y no
hay nada por hacer.
Sin embargo, este asunto y el debate público apenas empieza, ya que
el titular del Ejecutivo tendrá que formalizar su firma y enviar el
documento al Senado, el cual deberá en su caso discutirlo con toda
responsabilidad, considerando a fondo el futuro sustentable de la
humanidad, consultar ampliamente a especialistas en los distintos
rubros de nuestra economía, y a la ciudadanía que se verá más
directamente afectada por su implementación, aprobarlo, modificarlo o
rechazarlo, pensando antes que nada en el desarrollo sostenible y
soberano del país. Si se actúa de esa manera, es más que probable que
tendrían que pronunciarse por rechazar el ATP y por plantear otro tipo
de acuerdos comer
ciales.
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