En este sexenio, la
derecha en el poder quiere acabar con lo poco que queda en el país
favorable a las clases mayoritarias. Tal voracidad deja ver una de dos
cosas: sabe que no tendrá otro sexenio para consumar su latrocinio; o
bien, es tal su irresponsabilidad que no le importan las consecuencias
de su ensañamiento contra un pueblo cada vez más envilecido, al fin que
de cualquier manera la élite oligárquica cuenta con el voto comprado de
los miserables, como se demostró en las elecciones del 2012.
Así como la anterior
Legislatura inició su labor con una maniobra antidemocrática y de
abierta traición a la patria, al aprobar el mal llamado Pacto por
México, la que recién se estrenó en septiembre sigue por la misma ruta,
aunque por lo pronto sin que sea necesario contar con el PRD. Con el
voto del PRI, Partido Verde y el Panal, la Comisión de Seguridad Social
de la Cámara de Diputados aprobó la sustitución del Fondo Nacional de
Pensiones de los Trabajadores (Pensionissste), por una Administradora de
Fondos para el Retiro (Afore).
Como si no bastara la nefasta
experiencia de tal sistema en veinte años que llevan las Afores
esquilmando a los trabajadores, hasta dejarlos sin posibilidad de una
vejez digna, el “gobierno” de Enrique Peña Nieto está dispuesto a
terminar la tarea de restarle al pueblo lo poco que le queda para no
terminar bajo un régimen de esclavitud asalariada. Con el fin de
asegurar que no haya desviaciones ni equívocos, los diputados de la
Comisión Social del tricolor y sus aliados del Verde y el Panal,
demandaron que el nuevo esquema esté bajo control del titular de la
Secretaría de Hacienda, quien además podrá nombrar a uno de los tres
vocales dentro del Consejo de Administración.
Para demostrar su sevicia,
dichos “legisladores” incluyeron el “derecho” del trabajador para elegir
la institución que administre su cuenta individual para el retiro. Como
si le dieran al trabajador el permiso de escoger al verdugo que
prefiera para ser llevado a la horca. De tal magnitud es la burla y el
dolo de esta acción fascista, que patentiza el desprecio que la derecha
le tiene al pueblo, como si estuviéramos en los tiempos en que las
monarquías hacían lo que se les antojaba contra una población
absolutamente indefensa.
Para no quedarse atrás, el
Senado aprobó la entrega de la medalla “Belisario Domínguez” 2015 nada
menos que al segundo hombre más rico de México, Alberto Bailleres. Por
primera vez en 61 años no se entrega por unanimidad; en lo sucesivo
perderá el prestigio que llegó a tener, porque es inconcebible tal
reconocimiento a quien ha dedicado su vida a acumular riquezas y
privilegios con el apoyo del Estado mexicano. Sin embargo, para los
senadores del PRI y del PAN, el magnate lo merece al ser “un gran
empresario y filántropo, generador de empleos e impulsor de la
educación”.
Los hechos demuestran que tal
definición del magnate es absolutamente ajena a la realidad. El
legislador chipaneco que da nombre a la presea, se volvería a morir de
la rabia de ver que un neoporfirista es premiado con la medalla que
recuerda su gesta heroica, de oponerse con valor y dignidad a la vesania
del chacal Victoriano Huerta, quien lo asesinó para cobrarse la afrenta
en la tribuna del Senado.
Si la élite empresarial
hiciera algo positivo por el país, no la hipócrita filantropía de la que
tanto se ufanan sus miembros, México no estaría en las condiciones
lamentables en que se encuentra; habrán de empeorar en los próximos años
porque las políticas públicas del actual sexenio son incluso más
reaccionarias que las de sus antecesores. Lo asombroso es que Peña Nieto
siga con su cantaleta de que “vamos por el rumbo correcto”, y más
asombroso aún es que haya quien se lo crea. ¿O será que es tan brutal la
enajenación de las masas que ni siquiera saben lo que dice el inquilino
de Los Pinos?
Sin embargo, el hambre y la miseria
extrema tarde o temprano las obligará a despertar de su letargo. Por lo
pronto, las élites pueden seguir esquilmando al pueblo, pero al hacerlo
de forma tan terrible y deshumanizada, llegará el momento en que la
situación se les habrá de revertir, cuando ya no haya a quien robar.
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