Madrid,
04 nov. 15. AmecoPress/Llamemos a las cosas por su nombre: piropos,
silbidos, miradas lascivas, gestos obscenos, bocinazos, jadeos,
comentarios sexuales, tocamientos, persecuciones, fotografías y
grabaciones de partes íntimas, masturbación pública, son prácticas de
acoso sexual callejero, que suceden cotidianamente en los espacios
públicos de nuestra región, principalmente contra mujeres adultas,
jóvenes y niñas.
En Perú, 7 de
cada 10 mujeres señala haber sufrido acoso sexual callejero en los
últimos seis meses (Observatorio Paremos el acoso callejero). El 99% de
8000 mujeres encuestadas en Brasil manifiesta haber sufrido acoso sexual
en espacios públicos a lo largo de su vida (iniciativa Chega de Fiu
Fiu). En Argentina la población más vulnerable a esta violencia son las
niñas y adolescentes, 38% de las mujeres fueron acosadas antes de los 13
años y otro 38% entre los 13 y los 15 (estudio de la organización
Acción Respeto).
Perú se ha
convertido este año en el primer país de América Latina con una ley
específica sobre acoso sexual callejero que penaliza estos actos hasta
con 12 años de prisión. "Es un hito importante debido a que, por primera
vez, el Estado peruano reconoce de manera legítima el acoso sexual
callejero como una forma de violencia", explica Johana Fernández,
coordinadora de proyectos de Paremos el acoso callejero, primer
observatorio de la región dedicado exclusivamente a la prevención y
erradicación de estas prácticas.
El caso de Perú
es sin duda paradigmático en la región, dados los intentos de otros
países como Paraguay y Panamá, por ejemplo, donde proyectos de ley
similares desataron una gran polémica, e incluso fueron bautizados como
"leyes antipiropos" y, finalmente, desestimados. Estos proyectos
contenían medidas de prevención y de protección a víctimas de acoso
callejero.
Pero ¿por qué
se trivializan con tanta facilidad estas prácticas violentas?
Sencillamente porque aún no se visibilizan como violencia por el
imaginario colectivo. El acoso sexual callejero no es una cuestión
aislada, forma parte de un sistema estructural de violencia contra las
mujeres y de género. Estas prácticas violentas son parte constitutiva de
las relaciones históricas de poder desigual entre los géneros. En las
sociedades patriarcales la relación jerárquica que sitúa lo masculino en
una posición superior a lo femenino está mediada y sostenida por la
violencia. Y esta es una realidad de partida que ha de visibilizarse
para lograr sociedades libres de violencia.
Poco a poco se
dan pasos hacia la visibilidad de este tipo de violencia de género y la
responsabilidad de todos y todas en su repudia y denuncia, especialmente
de los hombres. El reciente caso de Gerardo Cruz Barquero, joven de 22
años que filmó con su celular a un acosador que a su vez filmaba a una
mujer a la altura de las nalgas caminando por una concurrida calle de
Costa Rica, movilizó al país. Gerardo subió el video del acosador a las
redes sociales logrando una gran repercusión pública y posteriormente
fue apuñalado cerca de su casa, presumiblemente en represalia.
Actualmente se recupera en el hospital después de una delicada
operación. Organizaciones de mujeres y sociedad civil marcharon en su
apoyo y contra el acoso callejero en San José y tuvieron lugar marchas
paralelas en Washington y en Liberia.
Por su parte,
el video de Aixa Rizzo Acoso callejero: Del piropo a la violación, en el
que una chica argentina de 20 años relata su experiencia de acoso por
parte de un grupo de obreros de una construcción frente a su casa, lleva
más de medio millón de visitas y la ha convertido en la cara pública de
la lucha contra esta violencia en su país. Semanas después fue
presentado un proyecto de ley para sancionar con multas las conductas de
acoso sexual, la recaudación sería destinada a políticas públicas de
prevención.
Tenemos el
poder de erradicar el acoso callejero, reza el lema del movimiento
Hollaback, Atrévete, surgido en Estados Unidos con el objetivo de
terminar el acoso sexual contra mujeres y personas LGBTI en las calles,
mediante el apoyo de la tecnología, en especial de celulares e internet.
La plataforma virtual de Hollaback, en la que las personas comparten
sus historias de acoso callejero, se ha expandido alrededor del mundo y
ya 84 ciudades en 31 países son parte del movimiento. Colombia, México,
Argentina o Chile se han sumado y cuentan con redes de apoyo y recursos
para las personas acosadas. Ejemplos como los anteriores confirman cómo
las nuevas tecnologías pueden ser aliadas contra la violencia.
Dado que uno de
los lugares de mayor incidencia de acoso es el transporte público,
algunos de países de la región, como México, Brasil, Guatemala y
Colombia han puesto en marcha medidas de respuesta, como los buses o
vagones de metro exclusivos para mujeres, policías encubiertas y
campañas de sensibilización. Según las expertas, la segregación de las
personas debiera ser una medida temporal acompañada de acciones de
prevención que permitan el cambio cultural necesario para la
construcción de espacios libres de violencia.
El acoso sexual
callejero debe ser socialmente rechazado, no puede ser "el precio que
debemos pagar" por ser mujer o LGBTI. Toda violencia de género es
inaceptable, es un problema público y requiere soluciones específicas.
Foto: Archivo AmecoPress. Ilustración de Ina Emery.
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