CRISTAL DE ROCA
Por: Cecilia Lavalle*
Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta.
Olimpia de Gouges
El 3 de noviembre de hace 222 años, una mujer fue asesinada en Francia y la trascendencia de su legado persiste hasta nuestros días. El motivo por el que la condenaron, también.
Se llamaba Olimpia de Gouges y exigía igualdad. Nada más, pero también nada menos. Y si esa exigencia ahora molesta, imagínese en el siglo XVIII.
Ella vivió en la época en la que comenzaron a enarbolarse los principios de igualdad, libertad y fraternidad. Fue la época en la que nació la democracia moderna. Fue la época en la que nacieron los Derechos Humanos. Sólo que se llamaron Derechos del Hombre y el Ciudadano.
Y sin ningún rubor, los mismos que proclamaban igualdad y libertad, dejaron fuera a todas las mujeres de esos postulados y de los derechos.
Muchas mujeres protestaron. Pero Olimpia fue más lejos. Escribió “Los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana”. En ese texto no excluyó a los hombres, sólo vindicó los derechos políticos, económicos y sociales de las mujeres a la par que los de los hombres.
Y eso le costó la cabeza. El 3 de noviembre de 1793 murió en la guillotina.
No sólo a ella le costó la cabeza. También a Nicolás de Condorcet. Porque en todas las épocas han existido hombres democráticos y congruentes.
Él escribió sobre la incongruencia que significaba abogar por derechos y acto seguido dejar fuera de ellos a la mitad de la población.
Han pasado más de dos siglos y las mujeres seguimos por el camino que Olimpia y otras mujeres abrieron en el siglo XVIII.
En ese camino también participan hombres. No todos los que necesitamos, pero hay hombres democráticos convencidos de que sin la garantía plena de nuestros derechos políticos, económicos y sociales, la democracia está coja, tiene un déficit gravísimo.
Apenas el año pasado alcanzamos la paridad constitucional en candidaturas a diputaciones. Apenas este año, a golpe de sentencias, se ha extendido la aplicación de esa paridad a las candidaturas de los ayuntamientos.
Pero de ahí a la paridad “vertical” y “horizontal” en todas las entidades, falta camino. En Quintana Roo, por ejemplo, la iniciativa de reforma constitucional ni siquiera utiliza la palabra “paridad”, y de la paridad “horizontal” ni sus luces.
Y, claro, de ahí a la paridad efectiva en todos los cargos de elección popular, falta un largo trecho.
Todavía tenemos sólo dos ministras en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, una magistrada en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, tres consejeras en el Instituto Nacional Electoral, una mujer gobernadora y nunca ha habido una Presidenta de la República.
Por eso tenemos que recordar a Olimpia de Gouges y reconocer que ella y otras como ella empezaron este camino hace más de dos siglos.
Olimpia dijo en su Declaración que si la mujer podía ser condenada al cadalso debía también tener el derecho de subir a la Tribuna.
Ella fue llevada al cadalso, pero nunca pudo acceder a la Tribuna. Sin embargo, inició el camino que hoy nos tiene en la puerta de la paridad.
Por eso hay que honrar su memoria. Para agradecer y para reconocer que no estamos empezando el camino. Un largo linaje de mujeres libres nos antecede.
Quienes hoy trabajamos por distintos derechos que nos escamotean a las mujeres, sólo recorremos el trecho que nos corresponde.
Gracias Olimpia.
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.
*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
Especial
Cimacnoticias | México, DF.-
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