Ven más fácil cooptar a varones; ellas carecen de decisión
Es
común observar que en los movimientos opositores a la rapiña de las
empresas mineras haya pocas opiniones femeninas, mujeres comuneras,
ejidatarias, propietarias de la tierra o comisariadas, y menos
frecuente es que ellas tomen decisiones para combatir la degradación de
la tierra y el territorio de las comunidades afectadas.
Esa falta de voces de las mujeres favorece a las mineras, concluyen Hilda Salazar Ramírez y Maritza Rodríguez Flores, integrantes de la organización civil Mujer y Medio Ambiente, que realizó una investigación sobre los impactos de esta actividad económica en localidades de los estados de Oaxaca, Guerrero e Hidalgo.
Así surgió el libro “Miradas en el territorio. Cómo mujeres y hombres enfrentan la minería”, editado por la Fundación Heinrich Böll Stiftung, y en el que se deja en claro que el hecho de que estas luchas sociales no consideren las opiniones de las mujeres, hace más fácil que las empresas convenzan a los varones de vender o rentar sus tierras, o simplemente que los despojen de los bienes comunales.
Al estudiar la escasez o contaminación del agua en comunidades del territorio mexicano, Mujer y Medio Ambiente –agrupación que se especializa en temas ecológicos desde una visión de género– detectó que en tales problemas muchas veces había mineras involucradas. De ahí nació la idea de analizar a la industria extractiva y sus impactos en las mujeres.
Al presentar el libro en esta localidad oaxaqueña, las autoras dijeron que los lugares donde permea una comunidad patriarcal hay pocas propietarias de la tierra.
Las escasas mujeres con títulos de propiedad son adultas mayores, quienes obtuvieron sus derechos por viudez, por lo que no tienen capacidad de decisión cuando las empresas entran a los pueblos a negociar la instalación de sus proyectos mineros.
Esa fue la realidad que las investigadoras encontraron en las tres localidades revisadas: la primera fue Carrizalillo, en Guerrero, comunidad donde opera la empresa canadiense “Gold Corp”, que desde 2005 explota la tierra para la extracción de oro con químicos venenosos como el cianuro.
En Hidalgo se estudió la región de Molango, considerada el principal yacimiento de manganeso a nivel nacional (químico utilizado para fabricar pilas, fertilizantes, fármacos y cerámica), y el segundo en América Latina. Desde 1960 ahí opera la compañía mexicana “Minera Autlán”.
En Oaxaca la organización se centró en Capulálpam de Méndez, lugar donde desde los años 30 la compañía “Minera de la Natividad y Anexas” extrajo oro y plata.
También es un pueblo emblemático porque en 2007 paró actividades gracias a la movilización de la población que se inconformó porque la empresa pretendía un proyecto de minería a cielo abierto.
Para Hilda Salazar y Maritza Rodríguez, el caso de Carrizalillo es un ejemplo de los estragos ambientales, en salud y en la vida comunitaria, además de problemas asociados con el crimen organizado.
Mientras que Molango es una región donde los impactos de la minería son menos visibles, y Capulálpam se considera un caso exitoso de resistencia civil, pues la población logró en 2007 que la mina de oro y plata se cerrara.
Pero en las tres regiones no hay presencia importante de mujeres en las luchas de resistencia, a pesar de que ellas viven las consecuencias directas de la minería: enfermedades, irritación en la piel y ojos, escasez de alimento agrícola, pobreza, y falta de educación y servicios básicos.
Aunque las mineras argumentan que llevan “riqueza” al generar empleo, en realidad el estudio indica que las comunidades pasan de ser agriculturas a obreras, y las empresas invierten poco en la infraestructura del lugar, además de que devastan el medio ambiente y trastocan las relaciones sociales.
En este contexto, dejar de lado a las mujeres hace más fácil el triunfo
de las estrategias empresariales para dividir a las comunidades al
hacer distintas ofertas a cada poblador, ofrecer empleos, fomentar “la
fiebre de oro popular”, es decir contagiar a la gente con la idea de que
podrá ser rica, o prometer “buenas” sumas de dinero por la compra o
renta de la tierra.
“Y las mujeres totalmente ausentes. Nos dábamos cuenta que un sistema así, dominado sólo por los hombres le conviene a la minería. Primero, porque deja fuera a la mitad de la población; segundo, porque las mujeres tienen una mirada diferente en términos de la importancia que tienen los recursos económicos y naturales para la vida cotidiana”, explicó Salazar Ramírez.
Agregó: “Entrevistábamos a las mujeres y nos decían: ‘preferíamos seguir con nuestros trabajos, pobres pero contentos, nunca hubiera entrado la minería’. También lo escuchas de los hombres, pero es menos contundente porque como proveedores ellos tienen la necesidad del ingreso, y las mujeres tienen una perspectiva más amplia, de la vida, de las y los hijos, del futuro y de los recursos naturales”.
Para analizar toda esa situación, los pasados días 27 y 28 de octubre en Capulálpam de Méndez se realizó el encuentro “Género y minería: defendiendo nuestros territorios con igualdad”.
CIMACFoto: César Martínez López, enviado
Por: Anayeli García Martínez, enviada
Cimacnoticias | Capulálpam, Oax.-
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