La película que en el año de su estreno, 1976, obtuvo en el
Festival de Berlín el máximo galardón, el Oso de Plata, retrata un hecho
que ha seguido repitiéndose en México hasta la actualidad: el
sacrificio de los jóvenes o los campesinos, “los que han quedado
rezagados en la realidad nacional”, explica el realizador Felipe Cazals,
quien esta semana participará en la conmemoración de su filme en la
Feria Internacional de Cine de Guadalajara.
Felipe Cazals. En la Feria Internacional de Cine de Guadalajara. Foto: J. Raúl Pérez
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- El crudo largometraje de ficción Canoa
–sobre el atroz linchamiento de cinco trabajadores jóvenes de la
Universidad Autónoma de Puebla, ocurrido el 14 de septiembre de 1968–
fue filmado hace 40 años y “sigue vigente”.
Así lo dice su creador, el polémico y experimentado Felipe Cazals,
quien también anuncia en entrevista que dicho filme formará parte de la
prestigiada empresa de vídeo-distribución estadunidense Colección
Criterion.
El suceso fue perpetrado por más de mil personas de San Miguel Canoa,
incitados por el cura y residentes de esa población en las
inmediaciones de La Malinche, cuya cima los chicos querían escalar. Y al
revalidar la actualidad del filme, hace una desgarradora explicación:
“Hay un fenómeno cíclico cercano al genocidio que se presenta
actualmente en México. La falta de justicia social histórica acaba por
empujar a la gente a hacerse justicia con su propia mano. Lo ocurrido en
San Miguel Canoa también lo ocasionaron los textos de los periódicos de
entonces porque señalaban a los estudiantes como enemigos públicos.
“El Sol de Puebla decía: ‘Estos jóvenes glandulares, mechudos, ¿qué
saben de Marx?, ¿qué saben de Herbert Marcuse?, ¡tengan cuidado!…’ Eso,
junto con la mentalidad campesina de lo poco que poseen (sus vacas, sus
burros) y el padre Enrique Meza, que no cesaba cada vez en sus sermones
no sólo de agitar a la población, pues les decía: ‘Van a venir y les
robarán a sus hijas para hacerlas animales del diablo’.”
–Ya había surgido el movimiento del 68 y el entonces gobierno de
Gustavo Díaz Ordaz, cuando Luis Echeverría era secretario de
Gobernación, desacreditó a los estudiantes… ¿verdad?
–¡Claro!, por eso en la película incluimos una secuencia donde estos
muchachos, que deciden, ante el puente del Grito de la Independencia,
practicar montañismo en el volcán La Malinche, discuten en un café de
Puebla la relación que ellos tienen con los estudiantes: de si son o no
iguales que los alumnos. Esa conversación sí tuvo lugar. Es decir, no
hicimos más que reproducir lo que en verdad sucedió, por eso cuando
fueron atacados, manifestaban: “Pero es que yo soy trabajador, yo no soy
estudiante”.
El también director de los filmes El Apando, Las Poquianchis, Los
motivos de Luz, Su Alteza Serenísima, Digna… hasta el último aliento,
Las vueltas del citrillo, Chicogrande y Ciudadano Buelna, recuerda que
cuando ha proyectado Canoa a jóvenes preparatorianos, algunos
preguntan: ¿Quién escribió esa novela?
Cazals (1937), hijo de padre francés, Premio Nacional de Ciencias y Artes 2008, reflexiona hoy frente a su taza de café expreso:
“Porque no pueden admitir que en su país, en México, haya sucedido
eso. No les cabe en la cabeza. Otros quedan profundamente aterrados y
comienzan a interesarse por lo que significan el 68 y los años setenta.”
–Los linchamientos en México continúan. No quedaron sólo en la Guerra
Sucia. Ahora está el caso de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa,
y sus padres han señalado que el gobierno ha extinguido las escuelas
normales rurales poco a poco. ¿Qué opina?
–Sí, como la masacre de Aguas Blancas, Guerrero, en 1995; la matanza
de Acteal, Chiapas, en diciembre de 1997; los 35 cadáveres que dejaron
en un puente en Veracruz en septiembre del 2011; Tlatlaya en 2014;
Ayotzinapa, en fin… Y las víctimas siempre son los jóvenes o los
campesinos, los menos beneficiados, o los que han quedado rezagados de
alguna manera en la realidad nacional. Entonces, el desenlace, la
aplicación de la justicia posterior y el esclarecimiento se convierten
en un laberinto de Creta imposible.
Con su típica cachucha oscura, rememora el creador cinematográfico:
“Cuando firmé El Apando acudí a la asesoría de un subdirector de
Lecumberri en tiempos de Díaz Ordaz, y me dijo que los apandos habían
sido creados en enero de 1968 por órdenes de la presidencia. No me
parece casual que en enero del 68 hayan creado celdas de castigo cuando
se aproximaba mayo y septiembre. Hay una relación táctica histórica muy
opaca.”
Según el estudio Linchamientos en México: recuento de un periodo
largo (1988-2014), efectuado el año pasado por la Universidad Autónoma
Metropolita (UAM), en los últimos 26 años se han registrado al menos 366
casos, principalmente en el centro y sur del país.
Por los cuarenta años de Canoa, este martes 8 de marzo, dentro de la
31 edición del Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG), se
efectuará en el Paraninfo Enrique Díaz de León de la universidad una
mesa redonda a las 13:30 horas con Gerardo Estrada, sociólogo y
coordinador ejecutivo del Auditorio Nacional; Leonardo García Tsao y
Fernanda Solórzano, críticos de cine, y el propio Cazals. Al día
siguiente, miércoles 9 a las 18 horas, se proyectará Canoa en el Teatro
Diana, una de las sedes del FICG. La actriz María Rojo presentará la
obra. Y Alfonso Cuarón, ganador del Óscar por Mejor Director con
Gravedad en 2014 sostendrá un diálogo con Cazals. La hija de Pérez
Turrent, Natalia Pérez Turner, chelista, estárá presente.
Fue el ya fallecido crítico Tomás Pérez Turrent quien escribió el
guión de Canoa; con Cazals, formó parte del grupo llamado Cine
Independiente, creado hacia 1969. A su vez, el destacado Alex Phillips
Jr., también ya fallecido, fue el director de fotografía, y el elenco
se conformó con Arturo Allegro, Jorge Fegan, Malena Doria, Ernesto Gómez
Cruz, Enrique Lucero, Rodrigo Puebla, Salvador Sánchez, Roberto Sosa y
Gerardo Vigil
.
Pozo de terror
En Canoa, de Tomás Pérez Turrent (publicado en 2007 como libro por
Molinos de Viento, la UAM y Casa Juan Pablos), Roberto Garza Iturbide
escribe en el prólogo que “el consenso de los expertos es que Canoa (…)
es una película imprescindible, un filme que merece el epíteto de
clásico, y cualquier obra cinematográfica que alcance este nivel o
estatus en el imaginario de los especialistas cuenta, por regla general,
con un guión extraordinario”.
Se lee que, según apuntes de Pérez Turrent, en noviembre de 1973
recibió una invitación para integrarse a un grupo de escritores
afiliados al Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica
(STPC), que con el tiempo se convirtió en el Taller de Escritores
Cinematográficos. Garza Iturbide resalta en el volumen:
“En una de las reuniones de ese taller, Pérez Turrent llevó a la mesa
el infame caso de San Miguel Canoa, donde lincharon a cinco
excursionistas, bajo el argumento de que eran comunistas. La productora
estatal Conacine, que dependía del Banco Cinematográfico, recibió la
línea argumental y resolvió financiar y producir el proyecto, lo que a
la fecha no deja de llamar la atención, ya que el tema se antojaba
incómodo para el gobierno de Luis Echeverría.
“Pero, hagamos memoria, cualquier cosa era posible en la
administración de un hombre que ejercía el poder de manera
esquizofrénica. Por un lado, comandaba la Guerra Sucia en contra de los
movimientos de izquierda nacionales, y por el otro, establecía sanas
relaciones diplomáticas con gobiernos socialistas como el de Fidel
Castro en Cuba. Con una mano ordenaba el asesinato de Lucio Cabañas y su
gente, y con la otra ofrecía asilo político a los socialistas chilenos.
Con una torturaba a jóvenes, desaparecía a opositores y atentaba contra
la libertad de expresión, mientras con la otra apoyaba la producción de
filmes como Canoa y El Apando.”
En diciembre de 1975, Canoa se proyectó en la 5ª. edición de la
Muestra Internacional de Cine, y resurgió el debate sobre la
responsabilidad de Luis Echeverría en la masacre de Tlatelolco y el
llamado “halconazo” de 1971.
En mayo de 1974, Pérez Turrent inició la investigación para escribir
el guión, por lo que visitó varias veces San Miguel Canoa para hablar
con la gente.
Cazals, habitualmente adusto, conversa sereno –acaso contento– con
Proceso en la mañana lluviosa, para aclarar que Canoa no es una película
de denuncia:
“Es un testimonio”.
–¿Cómo se integra al proyecto de filmarla? –se le pregunta.
–La gran mayoría de mis películas parten de notas periodísticas. Yo
relaciono mucho más mi trabajo con el periodismo que con otra fuente
inicial. Aunque algunas veces he partido de obras literarias, pero en la
mayoría de los casos, los colaboradores con los que he trabajado, han
sido periodistas: Ricardo Garibay fue periodista, Gabriel García Márquez
fue periodista, Pérez Turrent fue periodista. En un momento
determinado, Tomás me contó de esa nota periodística que era
particularmente opaca, porque los periódicos de la época (estoy hablando
ocho años después del suceso) no le daban mucha importancia al hecho
¡por una razón sencilla!: porque la prensa estuvo volcada durante la
administración de Díaz Ordaz a las instrucciones de la Presidencia y
mucho más la cadena de los periódicos Sol de México, de tal manera que
Tomás, quien era historiador de cine aparte de argumentista, y como
contaba con una capacidad de investigación muy, muy desarrollada, muy
estructurada, comenzó a trabajar por su cuenta el tema.
“Cuando tuvo la investigación estructurada, la columna vertebral,
pensó trabajar con Jorge Fons, no conmigo. Por alguna razón que Fons
sabrá, no continuaron laborando. Entonces Tomás y yo, que éramos amigos
de muchos años atrás, continuamos la investigación y fuimos descubriendo
que esto era un pozo de terror. Así que sobornamos al que tenía los
archivos en el Ministerio Publico de Puebla, fuimos a ver al padre
Enrique Meza, nos sentamos con él, Pérez Turrent con su grabadora, la
cual en ese tiempo era gruesa y grande. Le preguntamos muchas cosas,
menos lo que era lo medular, y en un momento de la charla, Meza se paró y
se dirigió al trinchero de la cocina donde estaba, bajó una pistola 45,
cortó cartucho y la puso sobre la mesa porque se dio cuenta de que algo
no andaba bien.”
Recuerda el director, guionista y productor de cine que terminaron la
entrevista y “temblando nos subimos a mi Volkswagen y nos fuimos de
allí”. Cazals sigue al decir que Tomás volvió una vez más a San Miguel
Canoa y entrevistó al campesino, interpretado en la cinta por el actor
Salvador Sánchez, y con todos esos elementos ya reunidos se estructuró
el guión de ficción.
–Cuando presentaron el guión en Conacine, ¿no enfrentaron censura alguna?
–No, aunque propusieron actores, a lo cual me negué. El reparto era
Cesar Costa, en fin, los chamacos de moda de esa época. Yo formé el
elenco a mi antojo, y antes de rodar efectuamos la parte más difícil:
nos reunimos con los sobrevivientes de la masacre para que asistieran
todos los días a la filmación. Deseábamos que su presencia tuviera una
influencia determinante en el ánimo de los actores, y además que fueran
testigos de que lo que yo ponía en escena correspondiera a la realidad.
“Debo decir que quieté muchísimas situaciones en el montaje porque si
no el espectador no hubiera resistido la película. Si hubiera dejado
todas las barbaridades que les hicieron, y que luego negaron, el público
no hubiera resistido. Terminamos el largometraje y lo presentamos al
Banco Cinematográfico y a los exhibidores de cine mexicano, quienes
dijeron textualmente: ‘¿Quién va ir a ver esa película?, si desde el
principio ya saben cuál es el final’. Y fue un éxito de taquilla. Y
sigue viva cuarenta años después.”
Canoa se estrenó en los cines del país en marzo de 1976:
“La crítica y el público se volcó de inmediato a favor de la
película. Primero fue a Berlín y otros festivales, y luego se estrenó
aquí. Se quedó setenta semanas en las salas. La opinión de los políticos
fue muy diversa, pero como siempre muy confusa y perfectamente
hipócrita. Lo más notable fue que a Rodolfo Echeverría, hermano del
entonces presidente, quien era director del Banco Cinematográfico, la
prensa extranjera le preguntó en Berlín: ‘Usted es parte del gobierno,
el Banco Cinematográfico es parte del gobierno, ¿cómo producen películas
que en cierta medida ponen en entredicho, o más que eso, a la
administración pública?’. Rodolfo, que era actor y llevaba muchos años
en el cine mexicano, y era un hombre muy hábil, contestó: ‘Las películas
las hacen ellos’.´”
–¿El entonces presidente de México, Luis Echeverría, vio Canoa?
–Sí la vio. Me preguntó que si sabía quién había sido el secretario
de Gobernación en ese momento, y le dije que sí. No me interrogó más y
el filme no tuvo ningún obstáculo. Debo decir que Canoa, El Apando y
Las Poquianchis, cada una pasó por Los Pinos y cada vez me preguntaban
cuándo estrenaba, yo decía la fecha, y nunca tuve obstáculos.
Deduce al respectó, sonriendo:
“No quiero decir que las películas le gustaran, pero no hubo censura,
no hubo recortes, no hubo nada. Pero hay que entender que Rodolfo
Echeverría se dio cuenta de que la industria de cine mexicano estaba
agotada temáticamente, comercialmente, y no porque no hubiera cineastas
ni escritores, sino que se necesitaba inevitablemente una renovación
generacional. Nosotros, los que estábamos ahí queriendo filmar,
deseábamos ser de alguna forma, cuando menos yo, una suerte de testigo
de mi tiempo.”
De la reacción que causó en Berlín, relata muy seguro:
“No gustó totalmente al público alemán, pero sí al jurado. El público
alemán quedó un poco resentido de ver esta barbarie en un país que
ellos veían a través de nuestro folclor. Quedaron sorprendidos. La
película evidentemente es cruel, es una película severa. Pero los
miembros del jurado del festival consideraron que en los años setenta,
cuando todavía existía el muro, el público alemán del lado de Berlín
debía ver lo que sucedía en otras latitudes.”
Resalta:
“Canoa ha sido siempre materia de discusión”.
Empleó cuatro semanas y media en rodar la película, yendo todos los días de la Ciudad de México a Santa Rita, Puebla.
–¿Cómo se siente a cuarenta años con respecto a este largometraje?, ¿pensó que resistiría al tiempo?
–A cuarenta años, lo que lamento realmente es que la gran mayoría de
mis colaboradores ya no están, y no poder compartir con Pérez Turrent y
Álex criterios y diferencias que tuvimos en tres películas. Sí, me hacen
una gran falta. No es solamente que ya no estén como amigos sino que
discutimos tanto, analizamos tanto y trabajamos tanto, en el sentido de
cómo lograr exactamente lo que queríamos. Hoy al paso del tiempo sí me
hace falta ver que opinarían ellos, cómo lo verían.
En cuanto a que la cinta de 115 minutos será adquirida por Criterion Collection, le causa gusto:
“Van a restaurar el negativo pero conservarán todos los valores de la
fotografía de Álex Phillips Jr., tal y cómo él la filmó, pero le darán
una dimensión digital actualizada. No domino el asunto digital, pero yo
estoy muy contento.”
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