Luis Hernández Navarro
Día tras día, la
realidad magisterial contradice los propósitos y los dichos del
secretario de Educación, Aurelio Nuño. Los maestros de carne y hueso
caminan en dirección distinta a las palabras del funcionario público.
Cuando él dice ¡sí!, ellos responden ¡no! Ni siquiera los docentes a los
que premia y alaba están de acuerdo con él.
Así sucedió el pasado 3 de marzo. Mientras el secretario anunciaba
que en México había profesores destacados y de excelencia, como lo
demostraban los resultados de la Evaluación al Servicio Profesional
Docente, esos mismos educadores le aclaraban que en México ‘‘no hay
maestros ni de primera ni de segunda ni de tercera, sólo maestros”.
En la misma reunión en que el secretario trató de dividir a los
mentores, y ensalzó la evaluación punitiva –escribió Laura Poy–, Lucero
Navarrete, maestra de primaria de Chihuahua, le respondió: los
resultados del examen al desempeño docente dependen
de muchos factores y de las circunstancias personales que cada uno de nosotros experimentó... a unos nos favorecieron y a otros no, pero hay muchos que no obtuvieron el resultado que merecían, porque el trabajo que realizan en su escuela es muy diferente a lo que viene en un examen, al miedo o a las circunstancias.
Apenas el 22 de febrero, Aurelio Nuño había chocado con el magisterio
oaxaqueño. Ese día, protegido por un fuerte operativo
policiaco-militar, se presentó sin avisar, acompañado del gobernador
Gabino Cué, en la escuela primaria Emiliano Zapata, en Miahuatlán,
Oaxaca.
El objetivo explícito del acto era dar el banderazo de salida al
programa Escuelas al Cien. El propósito no declarado era mostrar que el
magisterio del estado se encontraba
en calmay
bajo control. El resultado fue contraproducente.
A los maestros de la Emiliano Zapata se les obligó a recibir al
secretario bajo amenaza de despido. Moisés Robles, el policía que dirige
el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, les advirtió que
si no cooperaban sufrirían el cese inmediato.
Para realizar el acto oficial, las instalaciones escolares fueron
cercadas por elementos de la Policía Federal, granaderos y Ejército. Un
policía vestido de civil amenazó con un arma al maestro que resguardaba
la puerta de entrada. Las llamadas telefónicas fueron bloquedas.
Ante el despliegue y la intimidación policiaca, padres de familia
montaron en pánico. Muchos se negaron a llevar a sus hijos a clases y
otros regresaron a sacarlos de la escuela. Dentro de la Emiliano Zapata
los niños lloraban, se quejaban de que les dolía cabeza y se enfermaban
del estómago. Para resguardarlos y tranquilizarlos los profesores los
metieron a los salones.
El programa oficial duró apenas unos 20 minutos y estuvo lleno de
contratiempos. Sin alumnos suficientes, la banda de guerra no se pudo
integrar. Ni siquiera los niños de la escolta estaban completos. A pesar
de ello, las autoridades realizaron la ceremonia del toque de bandera y
entonaron el Himno Nacional. Al final, informaron que a la escuela le
iban a dar 2 millones de pesos.
Durante la reunión, oliendo a alcohol, el gobernador Gabino
Cué apenas hilvanó unas cuantas palabras. Bajo amenaza de cese, con las
cámaras de televisión frente a ellos, contra su voluntad, los profesores
fueron obligados a reunirse con el secretario Nuño. Una maestra lo
cuestionó sobre por qué entrar a la escuela con tanta policía. Varios
profesores le preguntaron por qué la evaluación pretendía castigarlos y
no capacitarlos. La directora Paulina Miguel Pérez le señaló la
necesidad de que recibiera a sus dirigentes de la sección 22 para
iniciar un diálogo.
La SEP anunció que en la Emiliano Zapata se había formado el primer
Comité de Padres de Familia y el primer subcomité de Infraestructura
Escolar de Escuelas al Cien. La realidad es otra. El comité ya se había
formado, pero no para este programa. Es el mismo que se forma y funciona
cada año. Ni maestros ni padres de familia tenían información previa
del programa. Apenas una semana antes, unas personas llegaron a la
escuela a realizar un diagnóstico, pero nunca informaron realmente a qué
iban.
De los 2 millones de pesos que, como parte del programa Escuelas al
Cien, las autoridades educativas ofrecieron a la Emiliano Zapata (y al
prescolar que se encuentra junto a ella), ni maestros ni padres de
familia saben nada. Nadie se ha parado por allí para cumplir la promesa.
La incursión policiaca del secretario Nuño a Miahuatlán fue una
afrenta al magisterio oaxqueño. La reacción no se hizo esperar. El 1º de
marzo, el mismo día en el que el titular de la SEP anunció el despido
de más de 3 mil maestros que se negaron a realizar el examen de
evaluación al desempeño, más de 80 por ciento del magisterio de la
entidad suspendió labores y bloqueó las principales carreteras del
estado.
Como remate, dos días después, el 3 de marzo, más de 14 mil
profesores del istmo suspendieron labores, mientras otros 6 mil
bloquearon la Carretera Transístmica y chocaron con la policía para
protestar por la presencia del presidente Enrique Peña Nieto en esa
región de Oaxaca. La movilización fue convocada y organizada de un día a
otro.
En Solving the Mystery of the Schools, una reseña acerca de
dos recientes libros sobre el fracaso de la reforma educativa en Estados
Unidos, Diane Ravitch, ex subsecretaria de Educación de ese país,
concluyó:
Los autores de estos dos libros demuestran que las grandes ideas no pueden ser impuestas a las personas sin su consentimiento. El dinero y el poder no son suficientes para mejorar las escuelas. La mejora real ocurre cuando estudiantes, maestros, directores, padres y la comunidad local colaboran en beneficio de los niños(http://goo.gl/XCIXwu).
Muchas de las conclusiones del análisis de la doctora Ravitch valen
también para México. Allí están algunas de las claves que explican el
porqué del divorcio de los afanes y dichos del secretario Nuño con la
realidad educativa del país.
Twitter: @lhan55
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