Un gasolinazo que elevará el precio del combustible entre 16 y 20 por ciento a partir de hoy 1° de enero es el regalo de año nuevo que el gobierno de Peña Nieto ofrece a la población de su país. Ante el clima de malestar social creciente y la constante acumulación de problemas que apuntan hacia una crisis política de envergadura en este año y ante todo en 2018, año de las elecciones presidenciales, es lógico que, ante tal provocación a una situación así, la figura del papel del incendiario se le comience adjudicar al presidente. Cómo puede ser posible que exista tanta falta de sensibilidad en las cumbres del poder. La contestación se puede resumir en una frase: el gobierno de Peña actúa con la certeza de que sus acciones prevalecerán sin gran oposición.
Precarísima situación económica
La base que sustenta tal confianza está en el control político
institucional que mantienen el gobierno y en cierta forma también su
partido, pese a los enormes retos (Tlataya, Iguala-Ayotzinapa, derrotas
electorales, desprestigio creciente ante los múltiples casos de
corrupción empezando por el propio presidente, gobernadores, diputados,
etc.) que han enfrentado durante los pasados cuatro años del sexenio de
la restauración priista. No otra puede ser la respuesta a tamaña
provocación que significa la descarada maniobra de un gobierno que ha
llevado a las finanzas públicas a un límite de sustentabilidad haciendo
crecer como nunca antes la deuda pública del 35% del PIB en 2012 a más
del 50% en la actualidad, recursos de crédito que se han dilapidado en
un gasto público ineficiente y escandaloso. Los propios analistas
consultados a fin de año por el Banco de México (Banxico) señalan en sus
estadísticas el estancamiento persistente de la economía a pesar de ese
enorme flujo de créditos públicos e importantes inversiones: en 2016 el
crecimiento será cuando mucho del 1.72% contra el 2.26% que estos
mismos expertos vaticinaban en octubre pasado, para no hablar de la
diferencia abismal respecto a las cifras proyectadas por el gobierno en
2013 de un crecimiento económico, ya con las sobadísimas “reformas
estructurales” en marcha, de 4.0% en 2016 y 5.2% en 2017.
El
“combate a la inflación”, el mantra de los tecnócratas del gobierno, se
ha derrumbado durante los años de Peña Nieto. De 15 pesos por dólar en
2012 el tipo de cambio superó el 31 diciembre los 20 pesos, llegando a
los 21 pesos por dólar un día después para saludar al nuevo año y fue en
2016 cuando la caída del peso fue más drástica: 20%. De nuevo es el
mismo Banxico que señala que los riesgos para cumplir las metas de una
inflación controlada y moderada para 2017 son muchos mencionando que un
súbito aumento de la gasolina será la causa de más aumentos en los
productos agropecuarios y una persistente caída del tipo de cambio, lo
que hará imposible que se mantenga el optimista índice inflacionario del
3.0% que oficialmente se pretendía para el año que inicia. (“México, a
la orilla del precipicio”, en Proceso, 04.12.2016).
¿Por qué
Peña Nieto decidió hacer esta apuesta arriesgada de elevar el precio de
la gasolina y el diesel? El monopolio estatal del petróleo ha sido
tradicionalmente la fuente fundamental de ingresos gubernamentales. La
“reforma estructural” de la industria energética representó una clausula
principal de los convenios con el FMI y la banca internacional que en
la práctica ha significado el desmantelamiento de Pemex. Desde hace dos
décadas ésa ha sido la situación y el resultado lamentable es que hoy la
producción del gigante fue inferior por primera vez a la del año
pasado. Pemex del gigante que era (incluida entre las diez compañías
petroleras más grandes del mundo) se ha convertido en el enano que debe
importar la mitad de la gasolina que se consume en el país. México es
así un país petrolero que carece de las refinerías suficientes para
abastecer su mercado de gasolinas debido a la subordinación de los
círculos gobernantes a las exigencias de los monopolios petroleros, en
especial de Estados Unidos. De esta manera se ha llegado a la aberrante
situación de que Pemex compra a las refinerías texanas la mitad de la
gasolina que vende a los mexicanos, imponiéndoles un impuesto que
encarece su precio y lo hace equivalente al que tiene en países no
petroleros. Los ingresos gubernamentales son cuantiosísimos y el
secretario de Hacienda recién inaugurado, Antonio Meade los justifica
diciendo que ellos evitarán más impuestos. O sea, dicha política
equivale a continuar aceptando las exigencias crecientes de la gran
burguesía de mantener un régimen fiscal privilegiado para sus intereses,
arrojando la carga del presupuesto del gobierno, cada vez más
desprestigiado y supeditado a los grandes capitalistas, a las espaldas
de una población agobiada por el encarecimiento general de la vida.
Una economía fundada en condiciones tan contradictorias no puede sino gestar situaciones potencialmente muy explosivas.
Movimientos telúricos
En las alturas del poder no se aquilata con precisión, a pesar de los
sistemas de espionaje y de consultas a su disposición, los movimientos
en las profundidades moleculares de la población. Hay un ejemplo que sin
duda muestra el nivel de conflicto incluso en el campo de los sectores
de la burguesía. La oleada de quiebras de los pequeños negocios se ha
incrementado durante los cuatro años del gobierno de Peña en forma
impresionante: 120 mil pequeñas y micros empresas han quebrado. Los
datos emitidos por la Asociación Latinoamericana de Pequeñas y Medianas
Empresas (Alapyme) son elocuentes y añaden que son éstas las empresas
que ocupan a la mayoría de los trabajadores “formales”. Una razón más
que explica por qué el desempleo y el subempleo estructural no cesa de
crecer. Pero no sólo en las capas medias y pequeñas de la burguesía se
siente el malestar de “un humor social” (Peña Nieto dixit) desconfiado y
a veces profundamente crítico. También en sectores de la burguesía
industrial, no se percibe satisfacción ante el rumbo tomado por Peña
Nieto. Los industriales de uno de los más pujantes y poblados estados,
el estado de México, del que precisamente Peña Nieto fue gobernador (en
el sexenio de 2005-2011), han manifestado su oposición al alza
desmesurada de los combustibles. (La Jornada, 30.12.2016).
Después de las grandes jornadas del magisterio, en especial del sur del
país, no hay posibilidades que el encarecimiento de la vida que
significará la espiral del alza de los precios de los combustibles sea
aceptada pasivamente por amplios sectores de trabajadores. En la Ciudad
de México, las protestas por el alza de los boletos del transporte
público popular por excelencia (cinco millones diariamente entran por
sus torniquetes) que es el tren subterráneo (metro) en 2016 se lograron
encausar sin grandes problemas de modo institucional. Pero el gobierno
de Miguel Ángel Mancera ya ha declarado que no habrá alza de las tarifas
en 2017, la cual será una promesa muy difícil de sostener, agravando
las de por sí no del todo fáciles relaciones entre él y Peña Nieto.
Las protestas se han iniciado ya desde el 31 de diciembre y en varias
ciudades las ha habido desde antes, en especial en Sonora y Baja
California, los estados en que se impondrán las alzas desde el 1° de
enero. Muchos automovilistas comienzan a hacer colas en las gasolinerías
de las ciudades entre otras de México y Monterrey. Otros hacen cercos
en ellas para impedir la venta. El desabasto ha comenzado a ser evidente
ya en algunos estados, Michoacán entre otros.
La primera
manifestación en la Ciudad de México se produjo hoy mismo, 1° de enero y
llegó hasta el Zócalo: “país petrolero y un pueblo sin dinero” el viejo
estribillo de la lucha contra la privatización petrolera se volvió a
oír. Se advirtió que no sólo los automovilistas serán afectados (en la
zona metropolitana del Valle de México circulan cinco millones de autos
de combustión interna) sino que el gasolinazo afectará a toda la
economía y disparará la espiral inflacionaria. Para los próximos días de
enero se anuncian manifestaciones en otros estados: Guanajuato (en
Salamanca sede de una de las refinerías más antiguas), en Veracruz,
estado petrolero y en otros lugares más.
La política de la crisis
Los comicios sexenales para la elección del presidente de la república
son los años políticos por excelencia en la tradición del régimen
imperante desde la revolución mexicana. 2018 será el de la elección del
sucesor de Peña Nieto, un año clave para la oligarquía en el poder y
para las fuerzas que luchan contra el régimen establecido.
Para
la oligarquía gobernante la mancuerna del PRI y el PAN (el llamado
PRIAN) ha sido una fórmula que ha sido muy importante para solucionar la
larga trayectoria de la dominación priista ya muy desgastada en el año
2000 después de más siete décadas de haber constituido un régimen de
partido único de facto. En el 2018 se confronta a un desgaste similar
del binomio PRIAN después de tres sexenios en que la corrupción, la
inseguridad y la violencia no han menguado sino aumentado a niveles
inauditos. Basta señalar que en México en los últimos diez años han
muerto o desaparecidos decenas miles de personas, una situación que sólo
se compara con la existente en el Medio Oriente en guerra desde 2003.
También la oligarquía gobernante mexicana está en el umbral de
confrontarse con la política del país vecino en una situación
problemática e inédita para ella desde los años revolucionarios e
inmediatamente siguientes: sus relaciones con Estados Unidos. El cambio
de las políticas de Washington que representa la llegada de Trump a la
Casa Blanca ha cogido absolutamente desprevenidos a los círculos del
poder. Paralizados, prácticamente no han podido forjar la nueva línea
que los oriente ante las muy posibles fricciones que producirá la
política de Trump. Estas fricciones se darán principalmente en las
cuestiones migratorias y de las maquiladoras fronterizas en propiedad de
la corporaciones estadunidenses y afectan directamente con una
reelaboración de los acuerdos que hicieron surgir al TLLC o de plano a
la liquidación formal o ral de éste..
Ante esta situación la
candidatura de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que se presentará por
tercera ocasión como candidato presidencial del Movimiento de
Regeneración Nacional (Morena) en 2018, es considerada de manera muy
amplia tanto en encuestas como en la opinión popular, como la muy
posible candidatura triunfante ante la bancarrota política que
representan los dos partidos dominantes. AMLO fue muy posiblemente el
candidato triunfador en 2006, pero un fraude escandaloso le impidió
asumir la presidencia. En 2012 fue el principal opositor a la
restauración priista que sólo la también escandalosa y descarada compra
de votos en favor de Peña Nieto impidió que lograra la victoria.
En 2018 AMLO será sin duda un competidor fuertísimo. No ha dejado de
realizar giras y mítines en todo el país. Se jacta y es verdad de haber
visitado como candidato todos los rincones más recónditos de México. Es
posible decir que el favor popular de millones de mexicanos y mexicanas
lo tiene asegurado para el 2018. Los medios, en su gran mayoría
controlados por la oligarquía gobernante, a pesar que en general lo han
atacado, a veces de modo furibundo, recientemente lo han comenzado a
tener en cuenta. Las pantallas del duopolio televisivo dominante se han
abierto para él.
Precisamente hace unos días AMLO declaró que
con su decisión de imponer el gasolinazo, Peña Nieto “era el verdugo de
los mexicanos”. Millones de mexicanos y mexicanas sin duda aprobarán y
dirán lo mismo que él. Esta declaración, sin embargo, viene a
continuación de muchas otras en las que desde hace años AMLO insiste una
y otra vez que él como presidente no tocará, ni inculpará para nada a
Peña, a Calderón, a Fox y a sus cercanos colaboradores, o sea, a los
verdaderos criminales políticos que en cualquier gobierno ni siquiera
revolucionario, sino auténticamente reformista serían llamados a
responder ante los tribunales.
O sea, AMLO ha actuado y ha
mantenido posiciones para demostrar a la oligarquía gobernante que es él
el indicado para gobernar en los tiempos turbulentos que se avecinan
ante la bancarrota de los equipos de los priistas y panistas. En un
mitin en plena euforia de la imposición de la “reforma educativa” y de
la lucha de los maestros contra ella de 2016, AMLO ante decenas de miles
de manifestantes convocó a Peña Nieto a forjar conjuntamente una
“coalición para garantizar una transición pacífica” en 2018.
Recientemente hace unas semanas en el congreso de Morena el acto único y
fundamental fue declararlo oficialmente como su candidato presidencial,
sin que hubiera la discusión urgente de la situación del país y de la
necesidad de forjar el programa necesario para superar la crisis, aparte
de una lucha contra la corrupción gubernamental que es considerada como
la llave para emprender la renovación nacional. Nada sobre las amenazas
que la presidencia de Donald Trump significan para el país, la economía
subordinada al imperialismo de EUA, nada sobre los salarios de hambre,
nada sobre la democratización de la vida sindical, nada sobre la lucha
contra la poderosa y enriquecida oligarquía dominante, nada sobre la
huelga general que es urgente realizar para detener el rumbo acelerado
al precipicio del actual sistema económico. AMLO es la expresión más
acabada del caudillismo mexicano imperante en los siglos XIX y XX, que
resulta anacrónico y representa un obstáculo en la situación que
enfrenta el pueblo trabajador y explotado mexicano ante los retos de la
crisis del capitalismo en pleno siglo XXI.
La alternativa independiente
Mientras en Oventic, Chiapas el 31 de diciembre y el 1° de enero el
EZLN y sus aliados de Congreso Nacional Indígena (CNI) en una reunión en
la que celebraron el 23 aniversario del levantamiento de los
neozapatistas, decidieron postergar hasta mayo la presentación de la
candidata indígena que lanzarán para participar en los comicios
electorales del 2018. Con ello se ratifica su decisión del pasado
octubre de participar en dichas elecciones, decisión que sacudió como un
verdadero temblor las filas de los sectores democráticos y progresistas
que consideraban que AMLO representaba la única alternativa electoral
de oposición al régimen. Los dirigentes del EZLN no han dicho todavía
nada sobre el programa que enarbolaran, ni las condiciones de su campaña
en lo que se refiere a cuestiones importantes como la de las alianzas,
del papel de organizaciones que simpaticen y estén dispuestas a apoyar
la candidatura de la mujer indígena designada. Quedan varios meses para
que las respuestas a estas cuestiones se procesen y se tomen, aunque los
tiempos políticos hoy en México se están acelerando. El mejor escenario
sería que la decisión final de los zapatistas y de todo el conjunto del
CNI fuera una que permitiera que surgiera alrededor de su candidatura
una coalición de fuerzas que nuclearan una alternativa masiva claramente
independiente, democrática y anticapitalista. Decisión que adelantaría
en gran medida la toma de consciencia de amplios sectores de los
trabajadores y avanzaría en la organización independiente de los mismos.
Los días que vienen serán muy movidos y cosas interesantes seguramente
surgirán de este curso que ha empezado ya.
Para los grupos
revolucionarios urbanos que ya existen o están surgiendo de modo
silvestre en todo el mapa de la república, grupos claramente clasistas,
democráticos, independientes y socialistas, su papel en este panorama es
el de ser protagonistas ciertamente todavía minoritarios pero
fundamentales para contribuir en la construcción de la(s) alternativa(s)
de los trabajadores y explotados y oprimidos, sin la(s) cual(es) sería
imposible y dolorosamente muy difícil conseguir la victoria popular. Por
supuesto están los escépticos, entre los cuales se encuentran no pocos
cínicos, que consideran que al final las cosas seguirán como siempre,
que no se avanzará en nada y que el pueblo mexicano no tiene las
potencialidades para que de su seno surjan los factores que conduzcan a
la superación de la actual situación con una dirección nacional
unificada que asuma la tarea de organizar y conducir esta lucha
emancipatoria y libertaria en México. Como si la tradición
revolucionaria de este país no fuera un hecho bien documentado en su
historia y como si las experiencias internacionales no contradijeran
tajantemente tal escepticismo. Pero, como lo dijo el clásico, los
escépticos no sirven para la lucha revolucionaria ni para muchas otras
cosas.
La condición para la estrategia victoriosa de los
trabajadores es el de lograr su independencia política de la que han
carecido a lo largo del siglo XX con los trágicos resultados que
conocemos. La tarea de estos años es conquistar dicha independencia
frente a todos los partidos burgueses que se nutren del estado, vía los
presupuestos millonarios de las canonjías del Instituto Nacional
Electoral. Ciertamente en la lucha se deberá contar con aliados, incluso
en el combate actual contra las consecuencias de la crisis son
necesarias las coaliciones y los bloques, pero la(s) corriente(s)
revolucionaria(s) y socialista(s) debe(n) mantener a toda costa su
independencia política, no confundirse con las diferentes organizaciones
y programas burgueses.
Pero México no es un islote intocado. De
los acontecimientos mundiales hay muchas lecciones que rescatar. Una
muy reciente es la primavera de las revoluciones árabes. Positivas y
también negativas, estas lecciones nos enseñan mucho: cómo los pueblos
sometidos a feroces condiciones de represión por las clases gobernantes,
se yerguen desafiantes ante ellas y logran victorias populares. Como,
careciendo de direcciones organizadas capaces de orientar, centralizar y
dotar a las masas con la organización y los programas de cambio
revolucionarios, las victorias no se consolidan y surgen las
contraofensivas y sus consecuentes contrarrevoluciones como lo estamos
viendo en estos mismos días en la trágica situación de Siria. Igualmente
en América Latina los acontecimientos de Brasil, Argentina, Uruguay,
Bolivia, Ecuador y especialmente Venezuela, nos indican que las grandes
movilizaciones populares sólo son victoriosas a condición de que adopten
una dinámica independiente, democrática y claramente anticapitalista,
sólo así pueden sostenerse de manera permanente y superar los obstáculos
conciliadores, capituladores o de plano contrarrevolucionarios.
En el inicio de 2017 todas las señales apuntan a días claves que
definirán el rumbo de México. La tarea de los socialistas es hacer todo
lo posible para garantizar que esas próximas luchas que se avecinan sean
logren conquistas de los trabajadores y sus aliados que permitan que
México como nación entre a un estadio superior de bienestar, justicia,
independencia y libertad para su pueblo.
Manuel Aguilar Mora. Militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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