1/04/2017

Peña Nieto echa gasolina al fuego


 Un gasolinazo que elevará el precio del combustible entre 16 y 20 por ciento a partir de hoy 1° de enero es el regalo de año nuevo que el gobierno de Peña Nieto ofrece a la población de su país. Ante el clima de malestar social creciente y la constante acumulación de problemas que apuntan hacia una crisis política de envergadura en este año y ante todo en 2018, año de las elecciones presidenciales, es lógico que, ante tal provocación a una situación así, la figura del papel del incendiario se le comience adjudicar al presidente. Cómo puede ser posible que exista tanta falta de sensibilidad en las cumbres del poder. La contestación se puede resumir en una frase: el gobierno de Peña actúa con la certeza de que sus acciones prevalecerán sin gran oposición.

Precarísima situación económica
La base que sustenta tal confianza está en el control político institucional que mantienen el gobierno y en cierta forma también su partido, pese a los enormes retos (Tlataya, Iguala-Ayotzinapa, derrotas electorales, desprestigio creciente ante los múltiples casos de corrupción empezando por el propio presidente, gobernadores, diputados, etc.) que han enfrentado durante los pasados cuatro años del sexenio de la restauración priista. No otra puede ser la respuesta a tamaña provocación que significa la descarada maniobra de un gobierno que ha llevado a las finanzas públicas a un límite de sustentabilidad haciendo crecer como nunca antes la deuda pública del 35% del PIB en 2012 a más del 50% en la actualidad, recursos de crédito que se han dilapidado en un gasto público ineficiente y escandaloso. Los propios analistas consultados a fin de año por el Banco de México (Banxico) señalan en sus estadísticas el estancamiento persistente de la economía a pesar de ese enorme flujo de créditos públicos e importantes inversiones: en 2016 el crecimiento será cuando mucho del 1.72% contra el 2.26% que estos mismos expertos vaticinaban en octubre pasado, para no hablar de la diferencia abismal respecto a las cifras proyectadas por el gobierno en 2013 de un crecimiento económico, ya con las sobadísimas “reformas estructurales” en marcha, de 4.0% en 2016 y 5.2% en 2017.
El “combate a la inflación”, el mantra de los tecnócratas del gobierno, se ha derrumbado durante los años de Peña Nieto. De 15 pesos por dólar en 2012 el tipo de cambio superó el 31 diciembre los 20 pesos, llegando a los 21 pesos por dólar un día después para saludar al nuevo año y fue en 2016 cuando la caída del peso fue más drástica: 20%. De nuevo es el mismo Banxico que señala que los riesgos para cumplir las metas de una inflación controlada y moderada para 2017 son muchos mencionando que un súbito aumento de la gasolina será la causa de más aumentos en los productos agropecuarios y una persistente caída del tipo de cambio, lo que hará imposible que se mantenga el optimista índice inflacionario del 3.0% que oficialmente se pretendía para el año que inicia. (“México, a la orilla del precipicio”, en Proceso, 04.12.2016).
¿Por qué Peña Nieto decidió hacer esta apuesta arriesgada de elevar el precio de la gasolina y el diesel? El monopolio estatal del petróleo ha sido tradicionalmente la fuente fundamental de ingresos gubernamentales. La “reforma estructural” de la industria energética representó una clausula principal de los convenios con el FMI y la banca internacional que en la práctica ha significado el desmantelamiento de Pemex. Desde hace dos décadas ésa ha sido la situación y el resultado lamentable es que hoy la producción del gigante fue inferior por primera vez a la del año pasado. Pemex del gigante que era (incluida entre las diez compañías petroleras más grandes del mundo) se ha convertido en el enano que debe importar la mitad de la gasolina que se consume en el país. México es así un país petrolero que carece de las refinerías suficientes para abastecer su mercado de gasolinas debido a la subordinación de los círculos gobernantes a las exigencias de los monopolios petroleros, en especial de Estados Unidos. De esta manera se ha llegado a la aberrante situación de que Pemex compra a las refinerías texanas la mitad de la gasolina que vende a los mexicanos, imponiéndoles un impuesto que encarece su precio y lo hace equivalente al que tiene en países no petroleros. Los ingresos gubernamentales son cuantiosísimos y el secretario de Hacienda recién inaugurado, Antonio Meade los justifica diciendo que ellos evitarán más impuestos. O sea, dicha política equivale a continuar aceptando las exigencias crecientes de la gran burguesía de mantener un régimen fiscal privilegiado para sus intereses, arrojando la carga del presupuesto del gobierno, cada vez más desprestigiado y supeditado a los grandes capitalistas, a las espaldas de una población agobiada por el encarecimiento general de la vida.
Una economía fundada en condiciones tan contradictorias no puede sino gestar situaciones potencialmente muy explosivas.
Movimientos telúricos
En las alturas del poder no se aquilata con precisión, a pesar de los sistemas de espionaje y de consultas a su disposición, los movimientos en las profundidades moleculares de la población. Hay un ejemplo que sin duda muestra el nivel de conflicto incluso en el campo de los sectores de la burguesía. La oleada de quiebras de los pequeños negocios se ha incrementado durante los cuatro años del gobierno de Peña en forma impresionante: 120 mil pequeñas y micros empresas han quebrado. Los datos emitidos por la Asociación Latinoamericana de Pequeñas y Medianas Empresas (Alapyme) son elocuentes y añaden que son éstas las empresas que ocupan a la mayoría de los trabajadores “formales”. Una razón más que explica por qué el desempleo y el subempleo estructural no cesa de crecer. Pero no sólo en las capas medias y pequeñas de la burguesía se siente el malestar de “un humor social” (Peña Nieto dixit) desconfiado y a veces profundamente crítico. También en sectores de la burguesía industrial, no se percibe satisfacción ante el rumbo tomado por Peña Nieto. Los industriales de uno de los más pujantes y poblados estados, el estado de México, del que precisamente Peña Nieto fue gobernador (en el sexenio de 2005-2011), han manifestado su oposición al alza desmesurada de los combustibles. (La Jornada, 30.12.2016).
Después de las grandes jornadas del magisterio, en especial del sur del país, no hay posibilidades que el encarecimiento de la vida que significará la espiral del alza de los precios de los combustibles sea aceptada pasivamente por amplios sectores de trabajadores. En la Ciudad de México, las protestas por el alza de los boletos del transporte público popular por excelencia (cinco millones diariamente entran por sus torniquetes) que es el tren subterráneo (metro) en 2016 se lograron encausar sin grandes problemas de modo institucional. Pero el gobierno de Miguel Ángel Mancera ya ha declarado que no habrá alza de las tarifas en 2017, la cual será una promesa muy difícil de sostener, agravando las de por sí no del todo fáciles relaciones entre él y Peña Nieto.
Las protestas se han iniciado ya desde el 31 de diciembre y en varias ciudades las ha habido desde antes, en especial en Sonora y Baja California, los estados en que se impondrán las alzas desde el 1° de enero. Muchos automovilistas comienzan a hacer colas en las gasolinerías de las ciudades entre otras de México y Monterrey. Otros hacen cercos en ellas para impedir la venta. El desabasto ha comenzado a ser evidente ya en algunos estados, Michoacán entre otros.
La primera manifestación en la Ciudad de México se produjo hoy mismo, 1° de enero y llegó hasta el Zócalo: “país petrolero y un pueblo sin dinero” el viejo estribillo de la lucha contra la privatización petrolera se volvió a oír. Se advirtió que no sólo los automovilistas serán afectados (en la zona metropolitana del Valle de México circulan cinco millones de autos de combustión interna) sino que el gasolinazo afectará a toda la economía y disparará la espiral inflacionaria. Para los próximos días de enero se anuncian manifestaciones en otros estados: Guanajuato (en Salamanca sede de una de las refinerías más antiguas), en Veracruz, estado petrolero y en otros lugares más.
La política de la crisis
Los comicios sexenales para la elección del presidente de la república son los años políticos por excelencia en la tradición del régimen imperante desde la revolución mexicana. 2018 será el de la elección del sucesor de Peña Nieto, un año clave para la oligarquía en el poder y para las fuerzas que luchan contra el régimen establecido.
Para la oligarquía gobernante la mancuerna del PRI y el PAN (el llamado PRIAN) ha sido una fórmula que ha sido muy importante para solucionar la larga trayectoria de la dominación priista ya muy desgastada en el año 2000 después de más siete décadas de haber constituido un régimen de partido único de facto. En el 2018 se confronta a un desgaste similar del binomio PRIAN después de tres sexenios en que la corrupción, la inseguridad y la violencia no han menguado sino aumentado a niveles inauditos. Basta señalar que en México en los últimos diez años han muerto o desaparecidos decenas miles de personas, una situación que sólo se compara con la existente en el Medio Oriente en guerra desde 2003.
También la oligarquía gobernante mexicana está en el umbral de confrontarse con la política del país vecino en una situación problemática e inédita para ella desde los años revolucionarios e inmediatamente siguientes: sus relaciones con Estados Unidos. El cambio de las políticas de Washington que representa la llegada de Trump a la Casa Blanca ha cogido absolutamente desprevenidos a los círculos del poder. Paralizados, prácticamente no han podido forjar la nueva línea que los oriente ante las muy posibles fricciones que producirá la política de Trump. Estas fricciones se darán principalmente en las cuestiones migratorias y de las maquiladoras fronterizas en propiedad de la corporaciones estadunidenses y afectan directamente con una reelaboración de los acuerdos que hicieron surgir al TLLC o de plano a la liquidación formal o ral de éste..
Ante esta situación la candidatura de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que se presentará por tercera ocasión como candidato presidencial del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en 2018, es considerada de manera muy amplia tanto en encuestas como en la opinión popular, como la muy posible candidatura triunfante ante la bancarrota política que representan los dos partidos dominantes. AMLO fue muy posiblemente el candidato triunfador en 2006, pero un fraude escandaloso le impidió asumir la presidencia. En 2012 fue el principal opositor a la restauración priista que sólo la también escandalosa y descarada compra de votos en favor de Peña Nieto impidió que lograra la victoria.
En 2018 AMLO será sin duda un competidor fuertísimo. No ha dejado de realizar giras y mítines en todo el país. Se jacta y es verdad de haber visitado como candidato todos los rincones más recónditos de México. Es posible decir que el favor popular de millones de mexicanos y mexicanas lo tiene asegurado para el 2018. Los medios, en su gran mayoría controlados por la oligarquía gobernante, a pesar que en general lo han atacado, a veces de modo furibundo, recientemente lo han comenzado a tener en cuenta. Las pantallas del duopolio televisivo dominante se han abierto para él.
Precisamente hace unos días AMLO declaró que con su decisión de imponer el gasolinazo, Peña Nieto “era el verdugo de los mexicanos”. Millones de mexicanos y mexicanas sin duda aprobarán y dirán lo mismo que él. Esta declaración, sin embargo, viene a continuación de muchas otras en las que desde hace años AMLO insiste una y otra vez que él como presidente no tocará, ni inculpará para nada a Peña, a Calderón, a Fox y a sus cercanos colaboradores, o sea, a los verdaderos criminales políticos que en cualquier gobierno ni siquiera revolucionario, sino auténticamente reformista serían llamados a responder ante los tribunales.
O sea, AMLO ha actuado y ha mantenido posiciones para demostrar a la oligarquía gobernante que es él el indicado para gobernar en los tiempos turbulentos que se avecinan ante la bancarrota de los equipos de los priistas y panistas. En un mitin en plena euforia de la imposición de la “reforma educativa” y de la lucha de los maestros contra ella de 2016, AMLO ante decenas de miles de manifestantes convocó a Peña Nieto a forjar conjuntamente una “coalición para garantizar una transición pacífica” en 2018. Recientemente hace unas semanas en el congreso de Morena el acto único y fundamental fue declararlo oficialmente como su candidato presidencial, sin que hubiera la discusión urgente de la situación del país y de la necesidad de forjar el programa necesario para superar la crisis, aparte de una lucha contra la corrupción gubernamental que es considerada como la llave para emprender la renovación nacional. Nada sobre las amenazas que la presidencia de Donald Trump significan para el país, la economía subordinada al imperialismo de EUA, nada sobre los salarios de hambre, nada sobre la democratización de la vida sindical, nada sobre la lucha contra la poderosa y enriquecida oligarquía dominante, nada sobre la huelga general que es urgente realizar para detener el rumbo acelerado al precipicio del actual sistema económico. AMLO es la expresión más acabada del caudillismo mexicano imperante en los siglos XIX y XX, que resulta anacrónico y representa un obstáculo en la situación que enfrenta el pueblo trabajador y explotado mexicano ante los retos de la crisis del capitalismo en pleno siglo XXI.
La alternativa independiente
Mientras en Oventic, Chiapas el 31 de diciembre y el 1° de enero el EZLN y sus aliados de Congreso Nacional Indígena (CNI) en una reunión en la que celebraron el 23 aniversario del levantamiento de los neozapatistas, decidieron postergar hasta mayo la presentación de la candidata indígena que lanzarán para participar en los comicios electorales del 2018. Con ello se ratifica su decisión del pasado octubre de participar en dichas elecciones, decisión que sacudió como un verdadero temblor las filas de los sectores democráticos y progresistas que consideraban que AMLO representaba la única alternativa electoral de oposición al régimen. Los dirigentes del EZLN no han dicho todavía nada sobre el programa que enarbolaran, ni las condiciones de su campaña en lo que se refiere a cuestiones importantes como la de las alianzas, del papel de organizaciones que simpaticen y estén dispuestas a apoyar la candidatura de la mujer indígena designada. Quedan varios meses para que las respuestas a estas cuestiones se procesen y se tomen, aunque los tiempos políticos hoy en México se están acelerando. El mejor escenario sería que la decisión final de los zapatistas y de todo el conjunto del CNI fuera una que permitiera que surgiera alrededor de su candidatura una coalición de fuerzas que nuclearan una alternativa masiva claramente independiente, democrática y anticapitalista. Decisión que adelantaría en gran medida la toma de consciencia de amplios sectores de los trabajadores y avanzaría en la organización independiente de los mismos. Los días que vienen serán muy movidos y cosas interesantes seguramente surgirán de este curso que ha empezado ya.
Para los grupos revolucionarios urbanos que ya existen o están surgiendo de modo silvestre en todo el mapa de la república, grupos claramente clasistas, democráticos, independientes y socialistas, su papel en este panorama es el de ser protagonistas ciertamente todavía minoritarios pero fundamentales para contribuir en la construcción de la(s) alternativa(s) de los trabajadores y explotados y oprimidos, sin la(s) cual(es) sería imposible y dolorosamente muy difícil conseguir la victoria popular. Por supuesto están los escépticos, entre los cuales se encuentran no pocos cínicos, que consideran que al final las cosas seguirán como siempre, que no se avanzará en nada y que el pueblo mexicano no tiene las potencialidades para que de su seno surjan los factores que conduzcan a la superación de la actual situación con una dirección nacional unificada que asuma la tarea de organizar y conducir esta lucha emancipatoria y libertaria en México. Como si la tradición revolucionaria de este país no fuera un hecho bien documentado en su historia y como si las experiencias internacionales no contradijeran tajantemente tal escepticismo. Pero, como lo dijo el clásico, los escépticos no sirven para la lucha revolucionaria ni para muchas otras cosas.
La condición para la estrategia victoriosa de los trabajadores es el de lograr su independencia política de la que han carecido a lo largo del siglo XX con los trágicos resultados que conocemos. La tarea de estos años es conquistar dicha independencia frente a todos los partidos burgueses que se nutren del estado, vía los presupuestos millonarios de las canonjías del Instituto Nacional Electoral. Ciertamente en la lucha se deberá contar con aliados, incluso en el combate actual contra las consecuencias de la crisis son necesarias las coaliciones y los bloques, pero la(s) corriente(s) revolucionaria(s) y socialista(s) debe(n) mantener a toda costa su independencia política, no confundirse con las diferentes organizaciones y programas burgueses.
Pero México no es un islote intocado. De los acontecimientos mundiales hay muchas lecciones que rescatar. Una muy reciente es la primavera de las revoluciones árabes. Positivas y también negativas, estas lecciones nos enseñan mucho: cómo los pueblos sometidos a feroces condiciones de represión por las clases gobernantes, se yerguen desafiantes ante ellas y logran victorias populares. Como, careciendo de direcciones organizadas capaces de orientar, centralizar y dotar a las masas con la organización y los programas de cambio revolucionarios, las victorias no se consolidan y surgen las contraofensivas y sus consecuentes contrarrevoluciones como lo estamos viendo en estos mismos días en la trágica situación de Siria. Igualmente en América Latina los acontecimientos de Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador y especialmente Venezuela, nos indican que las grandes movilizaciones populares sólo son victoriosas a condición de que adopten una dinámica independiente, democrática y claramente anticapitalista, sólo así pueden sostenerse de manera permanente y superar los obstáculos conciliadores, capituladores o de plano contrarrevolucionarios.
En el inicio de 2017 todas las señales apuntan a días claves que definirán el rumbo de México. La tarea de los socialistas es hacer todo lo posible para garantizar que esas próximas luchas que se avecinan sean logren conquistas de los trabajadores y sus aliados que permitan que México como nación entre a un estadio superior de bienestar, justicia, independencia y libertad para su pueblo.
Manuel Aguilar Mora. Militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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