CIUDAD
DE MÉXICO (apro).- A partir del anuncio del incremento del precio de la
gasolina, las tarifas de luz y, con ello el aumento en transporte,
alimentos, medicinas y la canasta básica, se han manifestado miles de
personas cerrando autopistas, avenidas y calles, y cerrando cientos de
distribuidoras acusando un falso desabasto para aumentar el precio del
combustible que ya se había comprado.
La ira popular que se desató
por esta medida tomada desde hace tiempo por el gobierno de Enrique
Peña Nieto no es catártica, no parece ser momentánea, sino una reacción
alimentada por una serie de abusos de poder, de escándalos de
corrupción, impunidad e injusticia por parte del gobierno y la clase
política en general.
Es por eso que llama la atención la respuesta
iracunda de la gente, pues ninguna reacción de esta magnitud se ha
visto ante otros hechos trascendentes como, por ejemplo, la tragedia de
miles de muertes, desapariciones y desplazamientos de familias por la
violencia generada a partir de la guerra declarada al narcotráfico hace
una década por el panista Felipe Calderón y seguida por el priista
Enrique Peña Nieto.
Esta protesta de la gente es de enojo pues se
sienten engañados frente a la cascada de mentiras del gobierno de
Enrique Peña Nieto y de los legisladores de todos los partidos cuando al
aprobar la reforma energética dijeron que no subirían la gasolina, el
gas, ni la luz; de ira cuando vieron a diputados y senadores darse a sí
mismos bonos millonarios y realizar gastos estratosféricos en productos
de lujo mientras aprobaban medidas que afectan la economía familiar.
Y
también cuando se hicieron notorios los actos de corrupción de
servidores públicos y las relaciones de gobernadores y otros
funcionarios con el narcotráfico.
Sólo ahora que tocaron
nuestros bolsillos es que miles de compatriotas han salido a protestar y
a echarle en cara la irresponsabilidad de todos los partidos,
principalmente PRI, PAN y PRD, que aprobaron la reforma energética hace
ya unos meses sin tomar en cuenta el impacto social que tendría.
La
ira popular ha ido creciendo con el paso de los días y se ha
manifestado en decenas de ciudades donde la gente ha exigido parar el
incremento de la gasolina de hasta 20% que ya impactó en el aumento de
los productos básicos.
Con la bandera nacional en las manos y
pancartas de “NO al gasolinazo” personas de todas las edades han salido a
las calles y a las autopistas más importantes del país exigiendo
detener esta medida económica y financiera.
Habrá personajes de la
política que seguramente se aprovecharán de esta situación y tratarán
de traducirla en ganancias electorales como ya se ve con Andrés Manuel
López Obrador, los perredistas Mario Delgado, Jesús Zambrano y Alejandra
Barrales o el panista Ricardo Anaya.
Pero ninguno de ellos
alcanza a representar ese enojo, esta ira, esta rabia popular ante una
clase gobernante –partidos, funcionarios, legisladores, gobernantes –
que ya no es representativa sino vista como un riesgo y un enemigo a la
seguridad, el bienestar y la economía familiar.
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