Saqueo es el pillaje que un grupo, sector o clase social ejerce con violencia bajo una situación militar o política, contra la propiedad de otros de manera que se considera “ilegítima”.
En este sentido el
neoliberalismo es una forma de saqueo sistemático que lleva toda una
vida implantado en México, dicho saqueo vino a sintonizarse con el que
ya desde mucho antes se ejercía en las esferas políticas y económicas
del país. Muy minuciosamente desenmascarado por Gonzalo Martré con su
estilo satírico en su obra “Sabor a PRI” o en “El Regreso de Fantomas”, que además se registra diariamente a diestra y siniestra por los medios de comunicación.
Porque
al reunir las premisas de la noción general del saqueo, se hace
evidente que es un saqueo la privatización del petróleo mexicano; las
inversiones y concesiones que favorecen a los allegados del gobernante,
aplastando y asesinando a los pueblos en resistencia; los cochupos de
las grandes empresas son artimañas para lo mismo; es saqueo el
gasolinazo y el encarecimiento de la electricidad para beneficiar a una
partida de monopolios y políticos ladrones; es saqueo la privatización
de la salud y la educación a costa de la represión de los sectores que
las defienden dignamente. Es más, hoy día, la riqueza en nuestro país se
basa en el saqueo más vil y descarado del que se tenga registro en el
marco del desarrollo del capitalismo interno.
Fue un saqueo el
colonialismo de tres siglos a manos de la Corona española, como lo fue
la pérdida de la mitad del territorio a manos de Estados Unidos; pero a
los herederos de Porfirio Díaz simplemente les desagrada que se hable en
estos términos, pues hasta repiten sus viejos esquemas de explotación,
tributación, opresión y saqueo. A todo ello se le dan denominaciones
disolventes del grado de felonía con que las clases dominantes han
ultrajado al pueblo mexicano.
Saqueo es el arrebato a manos llenas
de los recursos públicos por políticos, partidos y burgueses, la
corrupción es una forma de saqueo institucional de la que hacen juego
esas clases y sus políticos en la tendencia de la reapropiación de los
recursos del país. A esta, aunque se le cuestione desde arriba como un
mal necesario y en tratamiento, se le garantizan todas las posibilidades
de manutención a través de leyes, relaciones de poder, fosas comunes y
otras sendas de violencia que no nos imaginamos, sino que vemos
constantemente.
El capitalismo lleva en sus entrañas las insignias
de la explotación, el saqueo, la corrupción y otras vilezas; mas sus
portavoces se consideran dueños del mundo y el porvenir, dueños de lo
que se dice y el cómo se dice. Por ello en su visión del mundo centran
el tema en torno al saqueo de establecimientos comerciales de la
burguesía, se desgañitan en sostener que el saqueo es un robo a lo suyo,
actos de vandalismo injustificable, y así torcer el proceso de lucha
que parece gestarse en este instante.
Quieren chantajearnos, apaniquearnos, desinformarnos y engañarnos en los supuestos de la política gubernamental, por Dios santo, en el bien de México comprendamos su sed de saqueo;
y en lo que suponen el talón de Aquiles de la resistencia actual
embarrando a toda forma de lucha con sus etiquetas de siempre. Ellos
saben muy bien su cuento, el saqueo en las formas en que se presenta en
las calles es una manifestación de rechazo a su régimen que suele
desbordar en procesos democráticos y revolucionarios, un indicador
especial del hartazgo, del rechazo, del deseo de que de algún modo lo
que reclaman nuestras voces resuene profundamente en la vida del país;
debido a que se agotan las posibilidades y espacios de expresión
asediados, degradados y criminalizados.
El poder instalado en el
país, es ya un factor externo a los intereses sociales más acuciantes
del pueblo mexicano y sus diversas clases oprimidas. El saqueo, aun
cuando también las policías y militares lleven la tarea de provocarlo
para caotizar, no deja de expresar estos problemas de la lucha de clases
y los escapes represivos que tanto añora la burguesía a las puertas de
procesos electorales u otras posibilidades de transformación social
surgidas desde abajo.
Por esto, sobre de esta situación el pueblo
debe coordinar sus acciones cualesquiera que estas sean, o la burguesía
pese a sus divergencias en éste contexto, retomará el control con una
recarga de balas y paz represiva. La direccionalidad está clara:
- Detener y revertir las medidas de un régimen que se hace cómplice y solidario con el saqueo desde arriba.
- Impulsar un ritmo popular a la vida política en una serie de luchas que se deben abrir paso ante tantas tragedias del país.
- Formar y coordinar nuestras luchas y combatientes populares surgidos en las calles en estos días difíciles, corriendo el velo de las tramas políticas de los opresores.
- Acelerar, incrementar y diversificar las formas de la protesta social-popular ajustadas a las situaciones de la actualidad.
- Remontar las condiciones de la lucha para forjar otros criterios y mecanismos de gobernar el país en base a intereses populares.
Estamos
ante un nuevo contexto de iniciación del pueblo mexicano en las luchas,
donde cabemos todos y todas, en que el proceso mismo puede dotarnos de
otros instrumentos y formas de combate político clasista; por esto nos
debemos aferrar con fuerza a la transición democrática y revolucionaria
bajo esta realidad tal cual se nos muestra empujándola al máximo.
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