Carstens declaró a finales del mes de diciembre… a partir del 20 de enero va a correr la película…
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“Es quizá la angustia de donde la acción toma prestada la
certeza. Actuar es arrancarle a la angustia su certeza. Actuar es operar
una transferencia de la angustia”.
Jacques Lacan.
Carstens declaró a finales del mes de diciembre: “Fuimos al cine y
vimos los cortos de una película, vimos diferentes escenas, pero no
sabemos si será una película de terror o si va a tener un buen final… a
partir del 20 de enero va a correr la película…” ¿Una película? ¿Con un
guión, escenarios, un director, cámaras, micrófonos, actores? ¿Al
final, antes de los créditos nos aclararán que los hechos fueron
“tomados de la vida real” y las imágenes nos mostrarán (como fondo) un
México devastado, fosas clandestinas, cuerpos que cuelgan de los
puentes, niños arrancando hierbas para alimentarse en parajes
desérticos, un sistema educativo en derrumbe, un hospital con personas
enfermas que duermen al ras del suelo porque no alcanzan las camas,
médicos denunciando que para sanar, no tienen ni merthiolate y curitas?
En las películas hay actores protagónicos y extras. Me imagino que
nosotros, los millones de mexicanos que vivimos en el territorio
nacional y nuestros paisanos en Estados Unidos seríamos los extras de
esa “película”. Seríamos la multitud que se concentra en una plaza, la
señora que pasa a lo lejos empujando a su bebé en un carrito, los
rostros anónimos que hacen fila para comprar el pan, o para llenar sus
tanques de gasolina. ¿Y quiénes son los actores de reparto? ¿Y quién
será el público? Me deja muy inquieta, ¿quién? ¿Acaso nosotros mismos?
¿Nos vamos a desdoblar para “actuar” nuestra debacle (en masa) y luego
comeremos palomitas observándonos? ¿Las funciones serán gratuitas? ¿Tal
vez nos van a pasar la “película” en cadena nacional? ¿A la hora de las
noticias?
¿Qué nos van a mostrar en su película? ¿Un peso a la deriva? ¿Muchas
imágenes de secuestros? Esos “cortos” a los que se refiere el señor
Carstens con su tan desafortunada analogía, ¿son los ataques racistas de
los cuáles nuestros paisanos fueron víctimas en Estados Unidos, apenas
fue un hecho el triunfo de Trump? Pero quizá los “cortos” también
incluyen a las familias que caminan por el país buscando a sus amados
desaparecidos. Difícil calcular en qué momento comenzaron los “cortos” a
los que se refiere. ¿La película es parlante y a colores? ¿O se dará en
escenas en blanco y negro y en cine mudo?
“Metrópoli”, 1927.
Lo único casi seguro: el señor Carstens mirará la película saboreando
chocolates y copas Romanoff a orillas del lago Lemán. Bien por él,
que nos ahorre sus declaraciones de despedida. Esa dolorosa banalización
de un futuro que puede llevarnos al “terror”. ¿Más? ¿Peor? A orillas
del lago Lemán vivía Charles Chaplin.
¿Quizá en eso piensa el señor Carstens cuando habla de “película”?
Piensa tal vez en “Ganándose el pan”, o en las escenas de “Los tiempos
modernos”, donde el personaje que interpreta Chaplin (el obrero de una
fábrica) en algún momento es atrapado por los engranajes de una máquina
que gira y gira. Como si fuera a triturarlo.
Y mientras, el “poderoso” de la peli (la de Chaplin) arma un
rompecabezas en su escritorio y observa a través de una pantalla (como
en una “película”) cómo sus obreros se aplican en el trabajo. Cada vez
más rápido, y más rápido. “Produzcan. Les cortamos las esperanzas, les
oscurecemos los horizontes. Produzcan, produzcan. Y siéntanse
afortunados con su salario mínimo, dado que podrían no encontrar en
dónde producir. O sea que no han visto casi nada, puede todavía estar
bastante peor”. Algo así. Aprovechemos para temblar poquito de aquí al
veinte de enero…
Esas son las “películas de terror” que me vienen a la mente gracias a
la cinefilia tan solidaria, tan empática, tan comprometida… del señor
Carstens, esas que anunciaban un futuro en el que las personas perdían
su singularidad y eran llevadas a la desesperación, alienadas en
circunstancia de injusticia extremas, como en “Metrópoli” de Fritz Lang.
¿recuerdan las escenas? Vale la pena volver a verlas. En la realidad:
el precio del queso para fundir no ha aumentado todavía, no hasta ayer,
pero sí sucedió un fenómeno que ya conocemos muy bien: por el mismo
precio las tiritas se organizan distinto. Son más escasas y se expanden
en su cartoncito. ¿Cómo podrían engañarnos? Aquí hay varias quesadillas
de menos. En cada casa, en cada familia, en cada mesa.
¿Cómo podría no subir el transporte? Y si sube el transporte, ¿cómo
podría no subir el precio de las piezas de pollo que vamos a cocinar con
la papa, las yucas, y la zanahoria? En un mes, ¿cuánto más nos cuesta
un puchero? Anunciarnos el futuro como una máquina trituradora.
Además. Una manifestación llegó al zócalo cantando el Himno Nacional,
protestan contra el gasolinazo. Contra la traición repetida. Tenemos
tanto de qué protestar. “Actuar”, como sugiere Lacan, “para arrancarle a
la angustia su certeza”.
No quedarnos mudos, atónitos, desesperanzados. A pesar de todo,
también podemos recordar esa segunda parte del cartel en el principio de
Los tiempos modernos de Chaplin: “La cruzada de la humanidad en busca
de la felicidad”. Creo que después de todo, el egoísmo y la banalidad
del señor Carstens, nos ayudan a recordar que la generosidad, el anhelo
de justicia, la solidaridad y a veces, la dulzura de vivir también
existen.
Les deseo (nos deseo) un año lleno de fuerza y de esperanzas. Les
comparto la escena final de los tiempos modernos: “¿Cuál es el sentido
de intentarlo”, se lee en el cartelito que corresponde a la voz de ella…
pero lo intentan.
Van caminando juntos tomados del brazo.
El horizonte se abre inmenso y quizá promisorio.
Lo intentan.
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