La crisis en México tiene
varias dimensiones. Comprender la problemática económica, la decadencia
política, la explotación de los trabajadores, la invasión de los
territorios indígenas y campesinos, la violación sistemática de los
derechos humanos, la militarización de la seguridad, etcétera, requiere
de un análisis crítico de la sociedad. También es necesario un
compromiso político y una praxis con la diversidad de grupos con los que
ésta se estructura, en el contexto de la organización ciudadana. México
se encuentra en el momento preciso para restructurar su política
económica interna y reorganizar su lugar en la política económica
externa.
El proyecto no depende sólo de las grandes estructuras económicas, ni
de la política de profesión, sino de la participación política de las y
los ciudadanos mexicanos, como ya lo había señalado Antonio Gramsci en
su momento histórico. En su libro La modernidad de Gramsci. Política y humanismo,
publicado por el Centro de Estudios Sociales Antonio Gramsci AC, el
doctor Francisco Piñón ofrece una lectura del pensamiento gramsciano,
que pueda dar a nuestros tiempos de crisis una perspectiva humanista. En
él expone el pensamiento del filósofo italiano desde su propio contexto
histórico-social; es decir, no sólo busca exponer su pensamiento, sino
sobre todo lo material, lo humano del pensador mismo, pues, como señala
Piñón, la labor de Nino no fue sólo la de recrear la mera
teoría marxista, sino la de responder desde un punto de vista crítico a
la transformación de su presente; aquél atado al pasado europeo, al de
la tradición clásica griega, medieval y renacentista.
El ámbito de trabajo de Gramsci no fue la academia, sino el problema
político concreto; la tensión entre el proyecto revolucionario y el
clima de fascismo. La lucha, nos enseña el pensador italiano, no se
llevó a cabo sólo en el terreno supraestructural, sino en el terreno
cultural, que está íntimamente ligado con la política y la economía; y
por ello el libro del doctor Piñón nos muestra a un Gramsci complejo en
influencias y en análisis sociales, políticos, económicos y culturales. Y
por lo que respecta al marxismo del pensador italiano, éste se
construyó en diálogo constante con Antonio Labriola, Benedetto Croce y
Lenin, aunque en la práctica con su participación activa en el Partido
Comunista Italiano y en la revistas Avanti! o L’Ordine Nuovo, desde donde ofreció importantes análisis a las cuestiones en torno al meridión italiano o los consejos de fábrica.
El marxismo de Gramsci no quedó paralizado ante las estructuras, sino
que buscó dar respuesta desde la dimensión práctica a la cuestión del
determinismo y del economicismo. Según Gramsci, las críticas estructural
e ideológica no son suficientes. Las ideologías, que hacen que los
hombres se identifiquen y se organicen; las utopías; los mitos; las
religiones; los principios; los prejuicios y las opiniones, deben ser
comprendidas en el proyecto de la reorganización del proletariado. El
pensador italiano tuvo claro el objetivo, al proponer configurar una
cultura socialista que pudiera posibilitar y madurar la organización.
Para él la nueva cultura tenía que ser un humanismo real.
La teoría política de Gramsci es histórica, sostiene Francisco
Piñón, porque parte de las condiciones concretas de la cultura moderna,
de la economía política, de la complejidad social. El lugar del hombre
en el pensamiento político gramsciano es la del actor principal, el que
tiene una participación activa en la construcción de la nueva sociedad.
En otras palabras, resalta la importancia del
quehacer del hombre sobre su propia historia. El doctor Piñón explica en el prólogo de su libro:
Para Gramsci es el hombre el actor central. Es el máximo factor de la historia. No los hechos económicos en bruto, sino el hombre, la sociedad de los hombres que se entienden entre sí y desarrollan una voluntad social y colectiva, y comprenden los hechos económicos, los juzgan y los conforman a su voluntad. Este es a su parecer el pensamiento esencial de Gramsci.
Sin embargo, el ejercicio de la libertad humana requiere del
conocimiento de las condiciones sociales, de las estructuras económicas,
y de que su realización es posible en el terreno de lo político. La
tensión social, las crisis económicas y el conflicto político tienen por
elemento central las utopías, los egoísmos humanos, las ideologías
jurídicas, políticas, religiosas, filosóficas y artísticas. Pero son los
hombres, los funcionarios, los intelectuales y los grupos, quienes con
sus ideologías, visiones del mundo, creencias y prejuicios, entre otros,
confluyen en el Estado. Como sostiene el doctor Piñón: “[…] en el
fondo, es el mismo hombre la medida de todos sus valores, y por
consiguiente el criterio inmediato de toda crítica social” (p. 43).
El profesor Francisco Piñón nos ofrece una imagen de Antonio Gramsci
como la de un intelectual comprometido con los complejos problemas de la
Italia de su tiempo histórico: el fascismo, la religión, los
movimientos revolucionarios, la división italiana, entre otros. El
pensamiento de Gramsci nos obliga a recuperar de nuevo el lugar de la
acción humana en la construcción de una sociedad económica y
políticamente justa. Saludamos que el doctor Piñón nos brinde la
radiografíade aquel intelectual italiano en el preciso momento en que México vive una de sus más grandes crisis, pues, como afirma en el prólogo de su libro,
Gramsci es el pensador político que en tiempos de crisis y decadencia de la cultura occidental, en épocas de revolución y fascismo, intentó una magistral reflexión teórica sobre su tiempo histórico.
Hoy también para México es el tiempo de continuar organizándonos, y
de comprender y seguir actuando ante la crisis mexicana. No queda más
que invitar a la lectura de este ilustrativo libro.
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