Leonardo García Tsao
El director alemán Fatih Akin besa a la actriz Diane Kruger
durante la presentación del filme Aus dem NichtsFoto Afp
La competencia agoniza y con
ella, la idea de que esta edición iba a ser memorable. En este torneo
de decepciones tocó ahora el turno a dos directores que no son santos de
mi devoción. El primero fue el alemán de origen turco Fatih Akin, quien
presentó Aus dem Nichts, una convencional demostración de cómo se puede trivializar un tema de candente actualidad.
70 Festival Internacional de Cine de Cannes
De dos no se hace uno
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En el Hamburgo actual, una alemana llamada Katja (Diane Kruger)
sufre, a causa de un bombazo, la pérdida de su marido turco y el pequeño
hijo de ambos. Rápidamente concluye que los responsables fueron
neonazis, cosa que la policía logra corroborar y atrapar a la pareja
responsable. Lo que sigue es un drama de juzgado, filmado como en
teleserie, y una vuelta de tuerca que obliga a Katja a buscar la
venganza personal.
Akin desmiente lo promisorio de sus primeras obras y ahora dirige un
guion suyo y de Hark Bohm en plan de cumplir con la chamba, nada más. La
película evade la controversia, y no habla sobre el racismo y el
terrorismo en Europa, concentrándose en el coraje de su protagonista. En
su primer papel en alemán, su lengua nativa, Kruger sugiere
complejidades en su duelo que el guion no apunta, volviéndose así una
candidata al premio de actuación femenina.
Por su parte, el francés François Ozon sigue demostrando que es un
hábil realizador en busca de un estilo. Desigual como pocos, Ozon no ha
logrado cimentar su posición de autor y la mayor parte de su amplia
filmografía peca de superficial. En L’amant double (El amante doble) ensaya un truculento thriller
sicológico sobre una bella mujer llamada Chloé (Marina Vacth) que, por
sufrir dolores de panza quizá sicosomáticos, acude con el siquiatra Paul
Meyer (Jérémie Renier), quien se enamora de ella y la suspende como
paciente, prefiriendo ser su novio. Chloé descubre que Paul tiene un
hermano gemelo, Louis (Renier, obviamente), que también es siquiatra.
Sin embargo, este es malo, pero bueno para el sexo, y la chica acude a
intensas sesiones de terapia coital.
En el desarrollo del tema del doble, Ozon parece querer imitar
a Brian De Palma –quien, a su vez, siempre ha querido imitar a
Hitchcock– y todo lo resuelve como un juego de espejos, engañoso y
epidérmico. Añádanle a la copia una pizca de David Cronenberg y el
efecto derivativo es completo. (No sería nada raro que en Hollywood ya
estén interesados en un remake, pues así se van rebotando las
ideas). Tanta trampa quiere el cineasta tenderle al espectador, que la
película acaba por ser incoherente.
En una discusión entre colegas, alguien sugirió que L’amant double
podría ser del gusto de Pedro Almodóvar, presidente del jurado,
aduciendo que a últimas fechas él también ha mostrado una reciente
tendencia –como en La piel que habito (concursante de Cannes en 2011)– por el formalismo hueco. Que la boca se le haga chicharrón.
Ya sólo queda la escocesa Lynne Ramsay con You Were Never Really Here, para levantar un poco a esta deslucida competencia. Eso y el último esfuerzo de Roman Polanski, D’après une histoire vraie, fuera de competencia, mantienen la esperanza de que podremos ver algo meritorio antes de irnos.
Twitter: @walyder
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