Leonardo García Tsao
Cannes.
Al fin llegó un poco de vitalidad a la competencia con Good Time, tercer largometraje de los hermanos Benny y Josh Safdie, que representa su apuesta hacia un cine más mainstream con un argumento bastante sencillo: en Queens,
los hermanos Connie (Robert Pattinson) y Nick (el propio Benny Safdie)
cometen un torpe asalto bancario; el segundo –que sufre de discapacidad
mental– es capturado e internado en un hospital. El hermano tiene una
noche para seguir huyendo de la ley y tratar de conseguir el dinero para
pagar la fianza de Nick.
Como en su anterior El cielo sabe qué (2014), los
realizadores enfocan a un par de marginados neoyorquinos con un estilo
apremiante de vida. En este caso, se han ampliado al cobijo genérico del
thriller para desarrollar su enérgico estilo de filmar,
ciñéndose a los rostros de sus personajes bajo un ambiente básicamente
nocturno. Propulsada por la música electrónica de Oneohtrix Point Never,
la película evoca cierto cine ochentero, sin caer en la trampa de la
nostalgia. Los Safdie tienen una mirada que remite a influencias como
Scorsese y Ferrara, pero no tiene nada de derivativa.
Tal vez el único aval comercial de la película sea la presencia de
Pattinson, quien aquí demuestra ser mucho más que un vampiro bonito.
Casi irreconocible en su encarnación de un lowlife, el actor expresa con aplomo su urgencia por sobrevivir en un medio hostil donde parece condenado a perder. Good Time
fue programada originalmente para abrir la Quincena de los Realizadores
–una sección mucho más afín a sus cualidades–, pero fue secuestrada a
última hora por la oficial.
La que podría llamarse también Bad Time es la coproducción entre Francia, Alemania, Lituania y los Países Bajos, titulada Krotkaya (Una mujer dulce),
del ucranio Sergei Loznitsa, un descenso pesadillesco a la Rusia de hoy
en lo que acompañamos a la anónima protagonista (Vasilina Makotseva) en
su kafkiano viaje por la burocracia al modo soviético, en busca de su
marido encarcelado.
Filmada en Latvia –obviamente en Rusia hubiera sido
imposible–, la película es una colección de viñetas que describen la
vida rusa como un infierno en la Tierra, donde todo proceso está
supeditado a la corrupción, la ineptitud y la sordidez. En la parte
final, cuando la narrativa decae, Loznitsa recurre al onirismo como
chiste cruel.
El autor de Mi alegría (2010) y En la niebla
(2012), dos películas notables, parece empeñado voluntariamente a que el
espectador la pase mal. Cada escena (casi siempre resuelta en un solo
plano) de abuso, borrachera y mal comportamiento humano dura más de lo
que aguanta la paciencia. A todo ello, la actriz Makotseva es una
máscara de triste resignación. Sin duda, Loznitsa usa Krotkaya como una descarga emocional, una especie de exorcismo ideológico. ¿Pero nosotros qué culpa tenemos?
Después del bombazo de Manchester, la seguridad se ha extremado aún
más en Cannes. Ayer por la noche, todas las calles aledañas al Palais
estaban custodiadas por policías que, armados de imponentes
ametralladoras, revisaban las pertenencias de los peatones. Seguramente
los asistentes se sentirán más protegidos, aunque el aspecto de estado
policiaco sea totalmente contrario al espíritu festivo.
Twitter: @walyder
No hay comentarios.:
Publicar un comentario