Pero por supuesto que la realidad rebasa a la ficción. Ahora vivimos una prueba irrefutable. Si algún escritor hubiera propuesto una novela que relatara exactamente el affaire WikiLeaks, estoy seguro de que el editor se la hubiera rechazado por fantasiosa, inverosímil y, de plano, jalada: a ver, a quién se le ocurre que una docena de geniecillos digitales puedan cimbrar al gobierno más poderoso del planeta; cómo que sustraen 250 mil documentos secretos así como así; quién podría imaginar que el mundo entero estaría pendiente de las nuevas revelaciones de cada día.
Pero ahí tiene usted que ocurre todo eso y más. Que este hombre llamado Julian Assange es ahora sujeto de la más perruna cacería, producto de una conjura internacional para destruirlo a él y a WikiLeaks, y que ahora lo tiene en la cárcel. En paralelo, en los 15 días recientes, se ha venido dando un sistemático y despiadado proceso de estrangulamiento financiero —cancelación de patrocinios, donativos y cuentas bancarias— para aplastar este singularísimo esfuerzo periodístico.
Pero los que aseguran que WikiLeaks está muerto cometen un grave error de cálculo: la batalla apenas comienza; no previeron nunca los activísimos apoyos a nivel global; los ataques cibernéticos de hackers a Mastercard son sólo un primer aviso del hiperdesastre en que puede convertirse la red.
Por lo que hace a las señoritas Anna Ardin (guapa de 40) y Sofía Wilen (bonitilla de 30), aun los más rabiosos feministos como yo, nos resistimos a tragarnos toda una serie de embustes mal contados: en el caso de Anita, invita a Julian a quedarse en su casa durante un seminario en Estocolmo; tras una cena, ambos acaban en la cama, se rompe el preservativo, ella le pide detenerse pero él no lo hace (por lo que luego lo acusaría de acoso sexual); pero eso sí, la noche siguiente le hace una fiesta para presumirlo con sus amigos como “alguien asombroso”. El problema es que en el ínter, Assange descubrió en la primera fila de su conferencia mañanera a Sofita: coquetearon, fueron al cine y toquetearon. Y hasta ahí. Pero sucede que Sofía es persistente y lo invita a su casa en un pueblito sueco, y hasta paga los dos boletos del tren. Y ¿qué creen?, pues que tienen sexo primero con condón, y en el insomnio amoroso sin condón, lo que le originó a Juliancito una acusación de violación por el hecho de que ella estaba —o estuvo— dormida.
Lo increíble es que tres días después, las dos mujeres se encuentran y descubren que habían tenido sexo con el mismo hombre. Así que corren a una estación de policía a acusar a nuestro ídolo. Y en esas estamos. Salvo el pequeño detalle de que ahora se revela que Anna Ardin es cubana, anticastrista y agente de la CIA. Por lo que ya se sospecha que todo fue una trampa-montaje para el fundador de WikiLeaks.
Por lo pronto, en su batalla informática estoy con Julian Assange. Por lo que hace a su faceta de garañón rompecondones, mis respetos. Pero, en lo que se refiere a mujeres, creo que sabe mucho de computadoras.
“Felipe Calderón Hinojosa –le dijo José María Aznar al embajador estadunidense en España– admitió que había cometido un error de cálculo sobre la profundidad y amplitud de la corrupción y también sobre la penetrante influencia del narcotráfico en México, que estaba más allá de toda comprensión.” (Véase La Jornada, 07/12/10) Y así fue: un error de cálculo que el jefe del Ejecutivo mexicano se niega a reconocer a pesar de las evidencias cotidianas en los últimos cuatro años y de los análisis de todos los expertos en el tema que han escrito sobre éste en muy diversas publicaciones.
El otro error de Calderón ha sido, como también se ha dicho, haberse plegado a los intereses de Estados Unidos al romper el hilo delgado de la estabilidad política y social del país, y al usar, sin preparación ni pertrechos suficientes, al Ejército Mexicano en su guerra contra el narcotráfico.
Respecto del Ejército Mexicano surge una conjetura que podría convertirse fácilmente en una hipótesis científica: Estados Unidos ha presionado, desde los tiempos del gobierno de Fox, a que se use a los militares para combatir el narcotráfico y, al mismo tiempo, según las revelaciones de Wikileaks, ha estimado que al cuerpo castrense le faltan atributos incluso para confiar en él por ser torpe, descoordinado, anticuado, burocrático, parroquial y con aversión al riesgo
. Parece contradictorio, pero no lo es. Más bien huele a descalificación de nuestro Ejército para, al mismo tiempo y por esa razón, justificar una nada extraña intención de meter su cuchara por la vía de las condiciones del Plan Mérida, la capacitación de nuestros soldados, la modernización
de las fuerzas armadas y, ¿por qué no?, la instalación de bases militares, como en Colombia, en nuestro territorio (y de paso vendernos aviones, helicópteros y armas de todo tipo que son y seguirán siendo un negocio tan lucrativo como el de las drogas).
No defiendo al Ejército ni a la Marina, pues desde hace muchos años se han metido en asuntos en los que no han tenido justificación legal (ahora mismo en Cuernavaca pululan como si estuviéramos en estado de sitio), pero una cosa es no defender a estas instituciones que se han ganado a pulso varias desacreditaciones y otra sería aceptar que sean rehenes de las fuerzas armadas imperiales estadunidenses. Los latinoamericanos no podemos olvidar la existencia del Western Hemisphere Institute for Security Cooperation, mejor conocido por Escuela de las Américas, primero en Panamá y luego en Fort Benning en Georgia, donde han sido entrenados en tortura, represión, golpes de Estado y asesinatos más de 50 mil militares de América Latina y donde se les ha tratado de lavar el cerebro para que vean con admiración al país del norte y sus planes expansivos.
En relación con la defensa de nuestra soberanía, Calderón no se ha comportado a la altura de las exigencias constitucionales. Cuando le dijo al director de Inteligencia Nacional del país imperial –según la cada vez más admirada Wikileaks– que para disminuir la influencia de Chávez en América Latina se necesita mayor presencia de Estados Unidos
, le estaba ratificando la política de puertas abiertas para que interviniera más en nuestros países y, para buen entendedor, en México y sus asuntos internos.
Cuando Zedillo gobernaba decíamos que era un gerente de Estados Unidos, una especie de procónsul de ese país. No sabíamos entonces que si bien nuestra apreciación era correcta, y el tiempo la demostró, con Calderón las relaciones de subordinación serían mayores, con el agravante de que es también rehén de la ultraderecha mexicana (incluida la Iglesia católica más conservadora) y de que ha convertido al país en uno de los más inseguros del mundo, que, al paso que vamos, dejará de tener futuro como nación.
En el México de estos días reinan, con excepciones notables, pero difícilmente mayoritarias, la confusión, el desánimo, la frustración, la pérdida del sentido de pertenencia, el individualismo a ultranza, la desilusión, la incredulidad, la crisis de los partidos y el ni modo, qué vamos a hacer
. ¿Cómo estarán las cosas que, según una reciente encuesta de Mitofsky, el que tiene más simpatías para suceder a Calderón es Peña Nieto? Es decir, más de lo mismo, pero de otro partido.
Sólo López Obrador y su movimiento popular –y lo digo aunque muchos me critiquen– podrá salvar al país del desPEÑAdero que lo amenaza. Tenemos menos de un año para revertir el proceso dominante y continuista y para juntar fuerzas para salvaguardar nuestra soberanía y recuperar la estabilidad que nos caracterizaba antes de que el mundo de los negocios (lícitos e ilícitos, nacionales y extranjeros) nos gobernara.
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