Desde hoy y durante cinco días, asistentes al Coloquio Internacional que cada año convoca el Programa de Estudios de la Mujer debatirán en la Casa de las Américas sobre Mujer y Emancipación de América Latina y el Caribe en los siglos XIX y XX
Esta mañana quedó inaugurada la decimoctava edición del Coloquio Internacional que cada año convoca el Programa de Estudios de la Mujer, de la Casa de las Américas. En esta ocasión, los participantes dialogarán en torno a Mujer y Emancipación de América Latina y el Caribe en los siglos XIX y XX hasta el viernes 25, momento en que cerrarán los debates.
La Dra. Luisa Campuzano, directora del Programa, y Marcia Leiseca, vicepresidenta de la Casa de las Américas, brindaron, oficialmente, la bienvenida a los asistentes. La ensayista y académica señaló ―en un intento por entroncar ese momento con el tema del coloquio― a Marcia como una auténtica representante de las gestas emancipatorias protagonizadas por las mujeres contra la dictadura de Fulgencio Batista. Marcia, por su parte, agradeció la presencia de todos en un coloquio cuyos temas nunca son agotados. Recordó, además, las palabras de la Dra. Graziella Pogolotti cuando comentaba que las mujeres se habían expresado siempre desde la cocina, pero hoy la situación ha cambiado, y es, justamente, el ámbito social, el contexto de su expresión y demandas.
A continuación, Luisa le ofreció la palabra a la Dra. Catherina Vallejo, una de las más asiduas participantes y colaboradoras del Coloquio quien solamente se ha ausentado una vez debido a razones de salud. Vallejo centró su discurso en la apropiación de la legendaria figura de la emancipación americana: Anacaona, la cacica taína, a través de dos obras de la literatura, y el papel simbólico que ello ha significado en la construcción, desde el discurso ficcional, del personaje.
La también académica de la Universidad de Concordia, en Canadá, se apoyó en los textos Leyenda histórica en cuatro cantos, de Juan Vila y Blanco, y Anacaona, de José Güell y Renté. En ambos, la autora observa dos perspectivas divergentes. En el primero, como señala Vallejo, domina la voz del poeta y se conecta mucho más con un espíritu romanticista, en el cual la protagonista se debate más como mujer y madre y donde aflora, en un primer plano, la personalidad de la cacica. Sin embargo, en el segundo, Renté coloca al personaje histórico en primera persona y también desde su propio contexto recurriendo a numerosos términos indígenas. La visibiliza desde su posición de autoridad y resalta el conflicto entre poder y madre, con un tono más épico y heroico. En esas dicotomías, observa también Vallejo las ambigüedades de la visión de España con respecto a una América colonial, republicana e indígena.
Yolanda Wood, directora del Centro de Estudios del Caribe, en la misma línea de mujeres emancipatorias, trajo a colación la obra de la haitiana Rose-Marie Desruisseau, ella misma como expresión de la emancipación creadora, en este caso desde las artes plásticas, y también como vehículo para ofrecer un lugar primordial, a otra mujer, igualmente, libertaria, que jugó un papel importante en el imaginario y también en la historia de la independencia de esa nación.
La trayectoria artística de Desruisseau ilustra su vocación de conquista a favor de un sitial legítimo para la mujer en la historia del arte haitiano. En su caso, se trata de la primera mujer que sistematizó los temas de la historia de Haití vistos a través del vudú, no solamente como artista, sino también como practicante. Fue ella, según confirman especialistas, la primera que se enfrentó a prejuicios y participó activamente por lograr un merecido espacio en la creación.
Luego de un vistazo por importantes momentos y artistas del panorama haitiano de la segunda mitad del siglo XX, Yolanda Wood nos conduce a Bois Caiman, la emblemática pieza de Desruisseau. La profesora de la Universidad de La Habana hizo un desmontaje, no solamente técnico, del trazado y configuración de la pintura, sino que fue desbrozando los múltiples sentidos que encierra esta especie de ceremonia de iniciación de la sublevación de agosto de 1791 que marcó el comienzo de las luchas independentistas haitianas hasta desembocar en enero de 1804.
A pesar de que muchos pintores han evocado este momento, es Rose-Marie la que subraya, desde el conocimiento profundo del vodú y, por supuesto, con su genialidad de artista, el real significado de ese acto fundacional. Si Desruisseau logra plasmar la densidad, no solo histórica, sino raigal, ancestral y mítica, de ese instante para la historia haitiana, también coloca a la mujer como uno de los principales sujetos en ese proyecto emancipatorio.
Por esa razón, explicó la Dra. Wood, la artista ubica, en un perfecto triángulo compositivo, a una mujer como única figura frente al espectador. Ella, vestida de rojo y portando un cuchillo, domina el campo visual y dota de un profundo sentido ―sin soslayar las connotaciones religiosas― esa presencia actuante de ese momento.
Luisa Campuzano concluyó esta primera parte de exposiciones. A través de un intenso y pormenorizado camino, la doctora comentó el testimonio de varias autoras, desde soportes diferentes ―ficcionales y verídicos― de la triangulación que, luego de la revolución haitiana, se produce en varias islas caribeñas y los Estados Unidos.
En ese itinerario, la autora tomó como referencia las cartas de Ana Manuel Mozo de la Torre, esposa del gobernador de Santiago de Cuba, a la metrópoli, en las cuales, además de denunciar la excesiva oposición y celo del arzobispo Joaquín de Osés y Alzúa contra su marido, las epístolas ponen sobre relieve la mirada crítica de esta mujer criolla y la apertura y compromiso de su pensamiento. Otro ejemplo del cual se vale la investigadora, es la novela Historia secreta, de Leonora Sansay, en la cual, siguiendo el recurso epistolar, la narradora recurre al relato de lo que dos hermanas presencian en su estancia en Santiago de Cuba ―uno de ellos está asociado al conflicto entre el Arzobispo y el Gobernador.
Igualmente, Campuzano acude a la novela El seductor, de Marie de Régnier, hija del poeta cubano parnasiano José María Heredia. En ella, la autora, aunque nunca visitó la Isla, reproduce la infancia de su padre en un cafetal de Santiago de Cuba. La plantación de café y su sistema de vida alrededor de él, fue, sin duda, una de las consecuencias de la revolución haitiana, luego de una notable migración de franceses que se posicionaron, principalmente, en esa región del país.
Por último, Luisa toma como referente la más reciente novela de la chilena Isabel Allende, La isla bajo el mar, la cual, para ella, carece de los excesos de un realismo mágico mecanicista como muchas de sus anteriores obras. El volumen narra la vida de Zarité, esclava mulata de Santo Domingo que es vendida a un francés, y que huye luego de la sublevación de esclavos.
La sesión de este lunes, continuó con las ponencias anunciadas, y a las cinco de la tarde en la Biblioteca de la Casa, quedó abierta la exposición Mujeres y emancipación en la escena de la América Latina y el Caribe. La muestra, como explicó Vivian Martínez Tabares, una de sus curadoras, refleja no solo una galería paradigmática de personajes femeninos que expresan el carácter emancipatorio en sus propuestas, sino que, además, contiene documentos, papelerías, publicaciones que arrojan otros sentidos de rebeldía y resistencia desde el teatro mismo
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