Alberto Aziz Nassif
El gran teatro de la sucesión presidencial ya se empezó a montar. Todavía falta más de un año para elegir candidatos, pero los suspirantes ya están en la carrera. Aún no se sabe cuáles serán los temas y ejes de las campañas, los motivos y las razones que tendremos los ciudadanos para decidir nuestro voto, pero ya hay un intenso juego de percepciones y expectativas sobre quiénes pueden ser los candidatos. Las encuestas ya están entre nosotros y servirán para medir la dinámica política de esta larga y complicada sucesión, que tendrá su primera prueba de fuego en el Estado de México.
Hay una suerte de imaginario que se empieza a construir en torno a la sucesión presidencial: se considera que será momento de importantes definiciones, de posibles cambios para el futuro del país, una suerte de referéndum entre seguir igual o cambiar hacia el PRI o el PRD.
Las elecciones son, quizá, el único espacio en donde los políticos buscan a los ciudadanos, pero sólo para pedirles su voto y convencerlos de que ellos son la mejor opción y de que esta vez sí será diferente y las promesas de la campaña se cumplirán. Pero hay mucha desconfianza en la clase política y su legitimidad está muy cuestionada; los partidos han extraviado sus programas y proyectos para practicar el más duro pragmatismo. Se ha llegado al extremo de que los partidos se han diluido como factor que define un tipo de política pública y, salvo excepciones, no se ve cuál marca partidista se identifica con cuál proyecto de gobierno. Cada vez menos los colores partidistas son factor de identidad y representación. Los partidos en México, con el modelo de financiamiento y acceso a medios que ellos mismos han creado, están en una situación de privilegio: con mucho dinero público y mucha televisión, ¿para qué necesitan ciudadanos?
Hace unos días se publicó una encuesta sobre los posibles candidatos para el 2012. Los datos son la fotografía que había en el país en los primeros días de febrero. Es un juego de posibilidades y de probabilidades; es una especulación. Sin embargo, llaman la atención algunos datos, como el de que 44% cambia su voto dependiendo de quién sea el candidato y sólo votan de forma consistente (voto duro) un 15% por el PAN, 18% por PRI y 10% por PRD (EL UNIVERSAL, 14/II/2011). En otra encuesta se establecen las preferencias por partido y por candidato. La escala es conocida, el PRI tiene una opinión buena de 41.6% y una mala de 17.5%, lo cual le da un balance positivo de 24.1%; el PAN tiene una positiva de 27.9% y una negativa de 28.1%, que le da un balance negativo de -0.2%; en el PRD hay un desastre, porque la positiva es de 18.6%, pero la negativa es de 40.3%, lo cual le da un resultado negativo de -21.7% (Consulta Mitofsky, enero 2011).
Cuando se analizan preferencias por candidato hay variaciones entre estas encuestas, pero no cambian las tendencias: Santiago Creel del PAN aparece en una con 19% y en otra con 16%, Peña Nieto del PRI tiene en una 40% y en la otra 51.4%, más de 11 puntos, y López Obrador del PRD tiene 21% en una y en la otra sólo 16%. La encuesta de EL UNIVERSAL mide cómo AMLO tiene más voto en el PRD (56%) que Marcelo Ebrard (34%), pero éste le gana por un punto en población abierta. Esta diferencia perfila el dilema que tendrá el PRD para elegir candidato.
¿Qué ha hecho el PRI para tener una imagen tan positiva, además de tener la promoción televisiva detrás? ¿Cuáles son las ideas de país de Peña Nieto? ¿Qué intereses representa? Se sabe qué la postelección del 2006 y la crisis interna han dañado al PRD y ahora, cuando AMLO decidió irse de licencia de su partido, el problema se agudiza. En la encuesta de EL UNIVERSAL López Obrador sale con imagen muy negativa que llega a 36%, con sólo 22% de positivos. En el caso contrario está Peña Nieto, con 45% positivos y sólo 10% negativos. En el PAN Creel también está con más negativos (19%) que positivos (16%). Todas estas imágenes serán afectadas por lo que suceda con la elección del Edomex este año.
El juego de los posibles candidatos es sólo un gran espectáculo, sobre todo ahora cuando se han debilitado los perfiles de los partidos y se ha mediatizado la política. Urge empezar a debatir los temas sustantivos de la agenda pública: monopolios, desigualdad, distribución, consensos, participación, paz, etcétera. Hay que visibilizar la maraña de intereses que controla al país y ha impedido que avancemos a un desarrollo con equidad y hacia una democracia que vaya más allá de las urnas.
Investigador del CIESAS
Hay una suerte de imaginario que se empieza a construir en torno a la sucesión presidencial: se considera que será momento de importantes definiciones, de posibles cambios para el futuro del país, una suerte de referéndum entre seguir igual o cambiar hacia el PRI o el PRD.
Las elecciones son, quizá, el único espacio en donde los políticos buscan a los ciudadanos, pero sólo para pedirles su voto y convencerlos de que ellos son la mejor opción y de que esta vez sí será diferente y las promesas de la campaña se cumplirán. Pero hay mucha desconfianza en la clase política y su legitimidad está muy cuestionada; los partidos han extraviado sus programas y proyectos para practicar el más duro pragmatismo. Se ha llegado al extremo de que los partidos se han diluido como factor que define un tipo de política pública y, salvo excepciones, no se ve cuál marca partidista se identifica con cuál proyecto de gobierno. Cada vez menos los colores partidistas son factor de identidad y representación. Los partidos en México, con el modelo de financiamiento y acceso a medios que ellos mismos han creado, están en una situación de privilegio: con mucho dinero público y mucha televisión, ¿para qué necesitan ciudadanos?
Hace unos días se publicó una encuesta sobre los posibles candidatos para el 2012. Los datos son la fotografía que había en el país en los primeros días de febrero. Es un juego de posibilidades y de probabilidades; es una especulación. Sin embargo, llaman la atención algunos datos, como el de que 44% cambia su voto dependiendo de quién sea el candidato y sólo votan de forma consistente (voto duro) un 15% por el PAN, 18% por PRI y 10% por PRD (EL UNIVERSAL, 14/II/2011). En otra encuesta se establecen las preferencias por partido y por candidato. La escala es conocida, el PRI tiene una opinión buena de 41.6% y una mala de 17.5%, lo cual le da un balance positivo de 24.1%; el PAN tiene una positiva de 27.9% y una negativa de 28.1%, que le da un balance negativo de -0.2%; en el PRD hay un desastre, porque la positiva es de 18.6%, pero la negativa es de 40.3%, lo cual le da un resultado negativo de -21.7% (Consulta Mitofsky, enero 2011).
Cuando se analizan preferencias por candidato hay variaciones entre estas encuestas, pero no cambian las tendencias: Santiago Creel del PAN aparece en una con 19% y en otra con 16%, Peña Nieto del PRI tiene en una 40% y en la otra 51.4%, más de 11 puntos, y López Obrador del PRD tiene 21% en una y en la otra sólo 16%. La encuesta de EL UNIVERSAL mide cómo AMLO tiene más voto en el PRD (56%) que Marcelo Ebrard (34%), pero éste le gana por un punto en población abierta. Esta diferencia perfila el dilema que tendrá el PRD para elegir candidato.
¿Qué ha hecho el PRI para tener una imagen tan positiva, además de tener la promoción televisiva detrás? ¿Cuáles son las ideas de país de Peña Nieto? ¿Qué intereses representa? Se sabe qué la postelección del 2006 y la crisis interna han dañado al PRD y ahora, cuando AMLO decidió irse de licencia de su partido, el problema se agudiza. En la encuesta de EL UNIVERSAL López Obrador sale con imagen muy negativa que llega a 36%, con sólo 22% de positivos. En el caso contrario está Peña Nieto, con 45% positivos y sólo 10% negativos. En el PAN Creel también está con más negativos (19%) que positivos (16%). Todas estas imágenes serán afectadas por lo que suceda con la elección del Edomex este año.
El juego de los posibles candidatos es sólo un gran espectáculo, sobre todo ahora cuando se han debilitado los perfiles de los partidos y se ha mediatizado la política. Urge empezar a debatir los temas sustantivos de la agenda pública: monopolios, desigualdad, distribución, consensos, participación, paz, etcétera. Hay que visibilizar la maraña de intereses que controla al país y ha impedido que avancemos a un desarrollo con equidad y hacia una democracia que vaya más allá de las urnas.
Investigador del CIESAS
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