CRISTAL DE ROCA
Para María Elena Chapa, por su congruencia.
Ante las leyes que atentan contra los derechos de las mujeres, invoco mi objeción de conciencia.
Tradicionalmente, algunas personas han invocado la “objeción de conciencia” para no interrumpir un embarazo, aun cuando las leyes lo permitan, obligando así a muchas mujeres a ser madres sin desearlo.
Pues bien, yo también invoco mi objeción de conciencia a leyes autoritarias que van contra los derechos de las mujeres. La idea no es mía. Es del filósofo Michelangelo Bovero (“Cómo ser laico”, Nexos, número 282, junio 2001).
Al releer sus letras entendí que, en esencia, lo que han vulnerado las y los diputados de medio país, y lo que está a punto de vulnerar el Congreso de Nuevo León, al pretender modificar la Constitución local para que el Estado tome control sobre el cuerpo de las mujeres, es la democracia y es, también, mi derecho a ser laica en esta democracia.
Una decisión democrática, afirma Bovero, no puede tener como contenido una lesión a las precondiciones de la democracia, es decir, “al conjunto de principios en cuya ausencia las propias reglas del juego son vaciadas de sentido, y que coinciden sustancialmente con los derechos fundamentales de libertad y con algunos derechos sociales”.
Uno de esos principios es el máximo respeto por la autonomía individual. A tal punto importante, Bovero lo califica de “fundamento mismo de la convivencia democrática”.
Este principio cobija “la esfera de lo íntimo”, que entre otras incluye las convicciones de los confines de la vida y la muerte, los modos de la reproducción y las costumbres sexuales.
Cuando se considere necesario regular políticamente sobre estas materias, afirma Bovero, “la esfera de las obligaciones y las prohibiciones jurídicas debiera ser al menos contrabalanceada por una amplia esfera de licitud y discrecionalidad individual”.
Y por eso el laicismo es piedra angular. Dice Bovero que un demócrata es necesariamente laico; si no lo es, es un falso demócrata.
Aclara que el laicismo no tiene nada que ver con profesar o no una religión. Que “laicidad es libertad frente a los dogmas”. Y que dogma es “aquello que es creído o aceptado comúnmente como irrefutable”.
El principio teórico del pensamiento laico, afirma Bovero, es el antidogmatismo. Y el principio práctico es la tolerancia. Así, la única manera de ejercer laicidad es en la democracia. “La democracia es laica o no es democracia”, dice Bovero.
El filósofo italiano va más allá: “Ningún dogma, aunque fuera creído por la totalidad de los ciudadanos puede imponerse, en una democracia, como decisión política... (En ese sentido) el término laico se contrapone no a ‘religioso’, sino a ‘teocrático’ o a ‘autoritario’”.
Laico, por tanto, puede incluso designar a un partido político, con la condición, subraya Bovero, de que no tienda a imponer su verdad a quienes no la comparten apelando a su fuerza numérica.
Tenemos, entonces, un problema. Dos de los principales partidos políticos de nuestro país, el PRI, partido en el gobierno, y el PAN, no están siendo laicos con respecto al derecho que tenemos las mujeres de decidir sobre nuestros cuerpos, y, por tanto, no están siendo democráticos, sino autoritarios.
¿Qué hacer, entonces, para defender la autonomía individual? Bovero sugiere reconsiderar la objeción de conciencia y reivindicarla “como un derecho laico, frente a ciertas obligaciones y prohibiciones derivadas de una legislación inspirada, en todo o en parte, en doctrinas religiosas”.
Así pues, dejo constancia de mi objeción de conciencia. No obedeceré ninguna ley que vulnere los derechos de las mujeres.
¿Y usted?
Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com.
CIMACFoto: César Martínez López
Por: Cecilia Lavalle*
Cimacnoticias | México, DF.*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, integrante de la Red Internacional de periodistas con visión de género.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario