En el Perú, vivimos una etapa de gran demérito de los políticos tradicionales y en el imaginario popular, no son mujeres, sino hombres los responsables de desatinadas políticas que perjudican la vida de las grandes mayorías de peruanos.
Durante
largos años se dio por sentado que el electorado femenino escogería a
un candidato varón y que el masculino rechazaría a una mujer. Y, antes,
las pocas mujeres que accedían a un cargo político acogían estereotipos
masculinos, hoy la mujer reconoce que existe una manera "femenina" de
mandar. Se ha dejado de lado aquella insinuación peyorativa a todo “lo
femenino", y la mujer sabe que tiene una forma de liderar y actuar en
estructuras de poder de manera diferente a la del hombre. En nuestros
días los partidos y organizaciones políticas se muestran de acuerdo que
una mujer puede tener mayor poder de seducción de votos y menor
resistencia que el político tradicional.
Mujer y poder
Hasta
hace relativamente poco, los políticos dominantes cedían a mujeres
cuidadosamente seleccionadas algunos puestos acordes con sus “virtudes
femeninas”, pero sin poder real. Así, en las elecciones generales de
1956, que participaron por primera vez las mujeres, lo hicieron
siguiendo el único modelo de poder que conocieron, el patriarcal. La
visión de un sector de varones sobre la participación femenina fue
cuestionada señalando que todo el mundo estaba acostumbrado a ver
hombres en el Congreso, cómo van a aparecer las mujeres.
Los
años han pasado y las cosas han cambiado poco. Sectores de mujeres con
cargos de responsabilidad política ofrecen en forma deliberada una
imagen de energía intransigente y hasta falta de escrúpulos para
"compensar” las virtudes típicamente femeninas de solidaridad y
humanidad, que un sector considerable de la elite política considera
que son muestras de debilidad. Este
grupo de mujeres asumen las características culturales de los hombres.
Algunas teóricas como Estella de Diego, sostienen que existe un proceso
de masculinización de las mujeres. En el caso peruano, si por un
momento observamos a las políticas del Congreso, observaremos el uso de
trajes y chaquetas, y pantalón o falda, estilo sastre, siendo lo más
parecido a los trajes masculinos.
En
cambio, las políticas audaces que participan lo hacen con propuestas
transformadoras, con otras formas de liderazgo y nuevas reglas del
juego, tratando de cambiar el imaginario del poder. Casi siempre,
estas mujeres provienen de corrientes ideológicas progresistas e
izquierda, se resisten al ejercicio del poder masculino, hacen uso de
variadas formas de vestir (típico, urbano, sport) muchas veces
criticados. Pero esto no mella su actuación por cambiar el ejercicio
y las formas de hacer política.
Género y política
Desde la perspectiva de géneroexisten diferentes comportamientos en el actuar político de hombres y mujeres.
La
filósofa catalana, Victoria Camps, señala que existen tres rasgos
arquetípicos del comportamiento masculino en los partidos políticos: el
organizacionismo (perderse en la organización del partido, que es una
forma de perderse en el mundo), el formalismo (el discurso hueco en las
reuniones interminables) y las medias verdades.
En cambio, MartineAubry,ex-ministra de la República de Francia y dirigente del socialismo francés,
expone lo siguiente: “En política como en el resto de esferas las
mujeres molestan porque dicen lo que piensan más fácilmente y más
directamente. En un medio en que la gente pasa mucho tiempo divagando,
eludiendo las cosas, mejorando las relaciones entre unos y otros, es
verdad que las mujeres molestan porque no dudan en plantear los debates
mientras que los hombres dudan en hacerlo para no crear oposición”.
Cambio real
Los
hombres reconocen que la presencia de las mujeres no es necesariamente
una competencia indeseable, sino una pieza de la maquinaria política. A
fin de cuentas, la mitad del electorado es femenino.
En el cálculo electoral llega un momento en que una mujer ofrece más ventajas que desventajas. Una
candidata puede ser más persuasiva que un varón al prometer que
prestará atención a la educación, la salud y los servicios sociales,
rubros que en una campaña electoral tienen cada vez más peso. Esta impresión se está convirtiendo en certidumbre.
Se
abre paso en el electorado la noción de que la candidatura de una mujer
puede sumar más de lo que resta; que el riesgo de corrupción, por
ejemplo, es menor y que las camarillas de cuello y corbata no
encontrarán tanto espacio para hacer de las suyas.
La revista Voz de Mujer,
publica el artículo “Mujer y poder ¿misión imposible?” (2002), el cual
sostiene que la relación que las mujeres mantiene con el poder sigue
siendo una relación difícil y que las mujeres líderes suelen actuar en las estructuras de poder según las siguientes pautas: “Voluntad,
muestran gran capacidad de voluntad a la hora de desempeñar un cargo de
poder. La perspectiva histórica ha mostrado cuán difícil ha sido
alcanzarlo y por eso lo valoran. Planificación del tiempo. Saben distribuir su tiempo porque conocen el valor que tienen las horas que dedican al entorno personal y familiar. Motivación del equipo de trabajo.Está
comprobado que la mujer está más cualificada que el hombre para
situarse en lugar de los demás, es decir, dispone de mayor capacidad de
empatía. Esto permite conocer mejor a un equipo y, por tanto, saben
motivarlo y dirigirlo. Participación del equipo. A la hora de
tomar decisiones, las mujeres suelen consultar la opinión de personas
de su entorno, luego deciden. Una vez más, la aptitud para escuchar
favorece. Ahorro de costes. La mayoría de mujeres en puestos de
toma de decisiones saben ahorrar. En muchos casos el ahorro de costes
favorece la consecución de objetivos. (http://www.vozdemujer.org/mujerypoder.htm)
Las
mujeres representan, en fin, la posibilidad de un cambio real, en vez
de una nueva dosis de lo mismo. El cambio, como objetivo, anima a casi
todos los procesos electorales; y una mujer como Jefa de Gobierno o
Alcaldesa de Lima, es un cambio concreto.
Lima, 27 de agosto de 2014
20:03 p.m.
http://alainet.org/active/76811
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