MÉXICO,
D.F. (apro).- Enrique Peña Nieto, como Felipe Calderón en el sexenio
pasado, está feliz: Se consolidó en el Partido de la Revolución
Democrática (PRD), la “izquierda moderna”, sinónimo de servilismo con
el poder y convivio pleno con la corrupción.
Es, literalmente, el resurgimiento del Partido Socialista de los
Trabajadores (PST), aquel que nació en los setenta bajo el auspicio de
Luis Echeverría y que formó a Jesús Ortega, Carlos Navarrete, Graco
Ramírez y Miguel Alonso Raya, exactamente los mismos que –junto con
Jesús Zambrano– jefaturan la corriente “Nueva Izquierda” y que son
hegemónicos en el PRD.
Con la misma concepción y prácticas políticas que “los chuchos”,
Foro Nuevo Sol, que lidera Amalia García, quien resultó un fiasco como
gobernadora de Zacatecas, y Alternativa Democrática Nacional (ADN), que
encabeza Héctor Bautista, diputado local del Estado de México y amigo
de Peña, colaboraron para reunir, las tres corrientes, más de 65% de
los votos emitidos el domingo 7.
De manera que, si en el PRD se dispone que la fórmula que supere el
60 por ciento de los votos de los consejeros nacionales asumirá
directamente la dirigencia del partido, es un hecho que Navarrete será
el próximo presidente de este partido y Bautista el secretario general.
No es descabellado afirmar que estas tres corrientes, que en los
hechos son una sola, detentarán el poder más allá del 2017,
alternándose en los principales cargos, aun cuando el PRD se convierta
en una fuerza marginal, como lo es ya prácticamente en todos los
estados del país.
Y es que, en la concepción de esta fuerza tripartita en el PRD, la
conquista del poder es lo de menos: Lo que importan son las
prerrogativas y los cargos plurinominales de diputados, senadores,
regidores, síndicos y toda morralla. Salvo excepciones, se trata de
políticos que no han ganado jamás nada por mayoría.
La ecuación es precisa y preciosa: El financiamiento público vía
prerrogativas y los cargos legislativos dan influencia en los ámbitos
de poder para, con recursos, mantener el control de la burocracia
partidista y consolidar una base clientelar que, como este domingo,
vaya a votar por quienes dispongan los líderes.
De manera que la utilidad del PRD será, como el PST con Echeverría y
López Portillo, ser oposición sólo para obtener réditos para sus
cúpulas, pero alcahuete de los poderosos: Ya lo vimos en el sexenio de
Calderón y en lo que va del de Peña.
Hay que recordarlo: Pese a que los órganos de dirección del PRD
dictaminaron que Calderón era espurio, Carlos Navarrete, entonces
coordinador del grupo parlamentario del PRD en el Senado, se
entrevistó, en secreto, con Francisco Ramírez Acuña, secretario de
Gobernación.
La reunión entre Navarrete y Ramírez Acuña se celebró el 19 de
febrero de 2007, dos meses y medio después de la toma de posesión de
Calderón, en el Champs Elysées, un restaurante de postín, y jamás
informó nada al respecto.
Jesús Ortega, otro prominente miembro de Nueva Izquierda, jamás
informó nada de la reunión que tendría con Juan Camilo Mouriño,
secretario de Gobernación de Calderón, el martes 4 de noviembre –justo
el día en que murió éste en un avionazo–, cuando ni siquiera tenía
representación partidaria.
Eso sí: Una semana después, y pese a todas las evidencias del fraude
en la elección interna, Ortega Martínez fue declarado presidente del
PRD por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
(TEPJF).
Y con Peña, aun antes de que fuera declarado presidente electo, ahí
estaban ya “los chuchos”, con el borrador del Pacto por México, ese que
ya les dio réditos: El control completo del PRD, la nueva izquierda
paraestatal…
Apuntes
Al conmemorarse los 25 años del PRD, en mayo, Cuauhtémoc Cárdenas
alertó que, en el ambiente preelectoral, “soplan vientos de fractura”.
Salvo que haya cambiado de opinión sobre lo que existe –“al país de
nada le sirve una izquierda dócil y dizque a la moda”–, ya nada tiene
que hacer en ese partido. Así lo dijo: “Solamente al régimen
entreguista y neoliberal le sirve ese discurso que dice que hay que ser
una izquierda moderna o alejada de radicalismos. Los principios no son
una moda. Si la defensa de la soberanía nacional y la defensa de
nuestros recursos naturales le resultan anticuados a los neoliberales,
es mejor pasar por anticuados que ceder ante los vendepatrias”…
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
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