¿Es traición la plusvalía? ¿Espiar es traición? ¿La usura es traición?
Rebelión/Universidad de la Filosofía
No
todo engaño es, necesariamente, una “traición” ni todo cambio de
opinión es, por sí mismo, un acto de “traición”. No hay moral
monolítica que resuelva ese galimatías. Dice el diccionario en sus
ambigüedades: Traición. 1: f. Violación de la fidelidad o lealtad
que se debe. 2: Delito que se comete contra la patria o contra el
Estado, en servicio del enemigo. 3: a traición loc. adv. Alevosamente,
faltando a la lealtad. 3: alta traición. La cometida contra la
soberanía, la seguridad o la independencia del Estado. ¿Y si el estado es burgués, represor, espía y belicista? ¿Lealtad a quién, a qué, por qué?
Todo
en el capitalismo está infestado con las traiciones que conlleva un
modo de producción corrupto, por definición, que prohíja engaños a
mansalva para mantener a los pueblos ciegos y sordos frente al
espectáculo criminal de los despilfarros seriales burgueses, animados
de belicismo mercantil. “Lealtad y filantropía tienen una misma raíz feudal” dice Iván Padilla.
El
capitalismo tiene su propia “teoría y práctica” de la traición
camuflada como “doctrina del desarrollo” para imponérnosla como la
zanahoria al burro. Su aparato ideológico produce traiciones a granel
para que el pensamiento del proletariado se empantane en las cloacas
del ilusionismo y la cultura chatarra. No obstante la clase trabajadora
sabe cómo opera el cuchillo que atacará, por la espalda, porque ataca
diariamente y, a pesar de saberlo, el miedo pavimenta la autopista de
la traición y solemos quedamos indefensos en el baile de mascaradas
burguesas que quieren imponernos como “ bonita tradición”. Desfalcar
los principios acordados y mandatados socialmente es traición.
Una
“traición” que duele es aquella que proviene de alguien en quien
confiamos o creemos. No es el caso del capitalismo en el que ni creemos
ni confiamos. “Sobre aviso no hay engaño”. No obstante ha operado como
una maquinaria de “traiciones”, que ha humillado la confianza que
algunas veces los trabajadores han tenido en la palabra dada o escrita.
No obstante nunca está de más cuidarse las espaldas, mientras se viva
en un sistema especialista en traicionarlo todo, incluso a sí mismo con
sus baluartes, como en las luchas inter-burguesas y en el desarrollo
de los monopolios. Característica suprema de la fase superior del
capitalismo. La puñalada no siempre vendrá por la espalda, no hay honor
en la burguesía donde cada cual atiende su juego de intereses, donde el
otro es un estorbo, una amenaza o un enemigo. La lucha de clases está
plagada con traiciones que la burguesía planea día y noche en lo
objetivo y en lo subjetivo. Circo ideológico burgués, perverso y
paranoico, en el que todo es mentira… incluso lo que hace para que parezca que no todo es traidor ni falso. Para muestra están los botones reformistas.
Las
organizaciones de la burguesía se construyen para sabotear la fuerza
social revolucionaria. Hay que desconfiar del capitalismo, de sus
“mitologías” y de sus deseos consagrados sistemáticamente a la
alienación de los trabajadores. La ideología de la clase dominante es
precisamente una bestia nómada que transita y muta permanentemente
entre anti-valores. Hay que combatirla en todo terreno (y de
todas las maneras) porque siempre quiere sedentarizarse en las
conductas y los pensamiento de la clase trabajadora. No aceptemos a los
traidores que siguen prometiéndonos más “felicidad” burguesa. El
verdadero cambio político consiste siempre en suprimir la propiedad
privada, devolver a los pueblos su derecho a la propiedad que otorga su
trabajo y derrotar en toda la línea a la ideología de la clase
dominante. Que mande la voluntad mayoritaria del proletariado. No hay
engaños.
La traición no es un terreno reservado a los
moralistas, la traición es consustancial al capitalismo, para el cual
no traicionar es perecer porque la traición es la expresión superior de
su pragmatismo y ese se aloja en el centro mismo de sus intereses
mercantiles. El modelo de traiciones burguesas exige tener adaptación
constante de los espejismos en la conciencia de los pueblos y de las
fuerzas subterráneas de los intereses bancarios. Requiere la traición
como sistema de gobierno. El Alma Mater de los Reformistas. Hasta Judas
se asusta.
En la mercancía habita una trama de traiciones al
trabajo y esto significa, en primer lugar, que cada vez tenemos más
falacias de mercado infiltradas por el sistema como su maquinaria de
espejismos. Si queremos desnudar al capitalismo hay que aferrarse a
evidenciar su sistema de traiciones. Una clave interesante sería la
noción de “verdad” que tanto manipula el buen burgués y en lo que, para
ocultarla, gasta fortunas permanentemente. Dicho de otra manera, la
traición es exactamente la estrella narcisista fabricante de miedo
entre “traiciones internas” “Altas traiciones” planeadas detrás de la
máscara del “buen burgués”, de sus moralistas, de sus abogados de un
modo de producción degradante ideado para no cumplir con otra cosa que
con sus intereses y exudar demagogia que no es otra cosa más que la
hija perversa de la democracia burguesa, del poder de las armas y de
sus mass media. El colmo de las traiciones.
No hay novedad. Para la burguesía la traición a los trabajadores es un logro
moral cuya naturaleza es la expresión de su cobardía criminal. La
traición es una necesidad imperiosa del Capitalismo y debe hacer gala
de elasticidad para intervenir en los sus intereses donde la traición
es elemento cotidiano del ejercicio de su poder. La traición es, pues,
una conducta permanente de la irracionalidad. Infidelidad y mentira del
el traidor es proceso disfrazado de legitimidad para destruir a la
clase trabajadora y suprimir su fuerza revolucionaria. Estamos
obligados a luchar contra la burguesía especialista en traicionar todo
a punta de engaños y balazos. Luchar contra la burguesía y su partidos
“nacionales” que anhelan dirigir a los trabajadores hacia el abismo y
sacrificarlos, en cuerpo y alma, en la trituradora humana que es la
guerra imperialista, que es el comercio burgués, sólo que por otros
“medios”. Abel y Caín parecen niños de pecho.
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