Carlos Bonfil
Tamura (el propio Tsukamoto), figura central del relato, es un
soldado de infantería agobiado por la tuberculosis, negado por sus
superiores para toda faena en el frente, y finalmente abandonado a su
suerte. Un muerto en vida, testigo doliente y pasivo de los horrores de
la guerra, que en la novela narra lo vivido desde su reclusión final en
un manicomio. Refiere ahí las duras palabras de un compañero:
Cuando muera, puedes comer mi carne, y concluye:
Si por hambre los humanos tuvieron que devorarse entre ellos, entonces este mundo nuestro no es otra cosa que el resultado de la cólera de Dios.
La
brutal crónica antimilitarista que hace cinco décadas perturbaba a los
espectadores con sus alusiones al canibalismo y a un nihilismo radical,
avanza hoy en la versión de Tsukamoto, maestro del cine gore,
hacia los más fuertes extremos gráficos. Poco o nada queda a la
imaginación del público en esta visión delirante de un conflicto
bélico, donde un ejército japonés perdedor se desintegra física y
moralmente ante la embestida del ejército estadunidense en Filipinas.
Sólo se entiende el largo espectáculo de cuerpos sanguinolentos y
descuartizados, y de la ferocidad del hombre convertido sucesivamente
en bestia y carroña por la insensatez de la guerra, si se considera la
naturaleza alucinada del relato llevada aquí hasta sus últimas
consecuencias. Muy lejos está Tsukamoto de aquella poesía áspera del Nobi de
Ichikawa; muy cerca ya, sin embargo, de la violencia descarnada de
nuestras nuevas guerras urbanas. Se exhibe en la Sala 3 de la Cineteca
Nacional, a las 13 y 18:30 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
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